LOS 2 MARES
Hay dos lagos en Palestina alimentados por el río Jordán. Están situados a unos kilómetros de distancia el uno del otro, pero ambos poseen características asombrosamente distintas. Uno es el Lago de Genesaret, conocido también como Mar de Galilea o Lago de Tiberíades. El otro es el llamado “Mar Muerto”. El primero es azul, lleno de vida y de contrastes. En sus orillas se reflejan delicadamente las flores amarillas de sus bellísimas praderas. El Mar Muerto, en cambio, es una laguna salitrosa y densa donde no hay vida y queda estancada el agua que viene del río. ¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos?
Hay dos lagos en Palestina alimentados por el río Jordán. Están situados a unos kilómetros de distancia el uno del otro, pero ambos poseen características asombrosamente distintas. Uno es el Lago de Genesaret, conocido también como Mar de Galilea o Lago de Tiberíades. El otro es el llamado “Mar Muerto”. El primero es azul, lleno de vida y de contrastes. En sus orillas se reflejan delicadamente las flores amarillas de sus bellísimas praderas. El Mar Muerto, en cambio, es una laguna salitrosa y densa donde no hay vida y queda estancada el agua que viene del río. ¿Qué es lo que hace tan diferentes a los dos lagos?
Pues que el Lago Genesaret da generosamente todo lo que recibe. Su agua parte inmediatamente para remediar la sequía de los campos, sacia la sed e incluso bautiza a los peregrinos. Es un “agua altruista”, mientras que el agua del Mar Muerto se estanca, se adormece y se convierte en salitre. Es un “agua egoísta”, muerta e inútil. Y lo mismo pasa con las personas. Las que viven dando y dándose a los demás, viven y hacen vivir. En cambio, las personas que, egoístamente, reciben, guardan y nunca dan, son como agua estancada, que muere y causa la muerte a su alrededor. Mucha gente se parece al Mar Muerto: sólo reciben, acumulan, no se dan, y así se fabrican una vida amarga, desdichada e infeliz. Pero hay otros que incluso se dan a sí mismos con generosidad y sin esperar recompensa… Esta gente es la más feliz del mundo.
Cuánto más damos, más recibimos. Cuanto menos repartimos, más pobres nos volvemos. El que acumula para sí, llama a gritos a la infelicidad, pero el que es generoso, abre la puerta a la felicidad...
Roger Padrón Luján
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