He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

lunes, 30 de enero de 2012

Los poemas zen de Fernando Pessoa

He aquí una tranquila y pura música para relajarse y meditar…


Uno de los grandes poetas y escritores del siglo XX fue sin duda el portugués Fernando Pessoa (1888-1935). Nunca he dejado de leer y releer su obra, la cual es tan intemporal que puede leerse con auténtico gozo en cualquier época de la vida. Desde “El libro del desasosiego” hasta el “Guardador de rebaños”, pasando por su poesía completa, el pensamiento sin pensamiento del poeta luso no deja de interpelarnos. Por esto, dejo aquí algunos de sus poemas, en concreto aquellos que tienen un inconfundible y delicioso sabor zen… Como tales, no tiene sentido analizarlos, sino solo contemplarlos…
Mi mirada es nítida como un girasol.
Tengo la costumbre de andar por los caminos
mirando a la derecha y a la izquierda
y de vez en cuando mirando para atrás…
Y lo que veo a cada instante
es lo que nunca había visto antes,
y me doy buena cuenta de ello.
Sé sentir el asombro esencial
que tiene un niño si, al nacer,
de veras reparase en que nacía…
Me siento nacido a cada instante
a la eterna novedad del mundo...

Creo en el mundo como en una margarita,
porque lo veo. Pero no pienso en él,
porque pensar es no comprender…
El Mundo no se ha hecho para pensar en él
(pensar es estar enfermo de los ojos),
sino para mirarlo y estar de acuerdo…

Yo no tengo filosofía: tengo sentidos…
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que es,
sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama,
ni sabe por qué ama, ni qué es amar…

                                                       *

Amar es la eterna inocencia,
y la única inocencia es no pensar…

                                                        *

El único sentido íntimo de las cosas
es que no tienen ningún sentido íntimo.

¿El misterio de las cosas? ¡Qué se yo lo que es el misterio!
El único misterio es que haya quien piense en el misterio.
Quien está al sol y cierra los ojos,
empieza a no saber lo que es el sol
y a pensar muchas cosas llenas de calor.
Pero abre los ojos y ve el sol
y ya no puede pensar en nada
porque la luz del sol vale más que los pensamientos
de todos los filósofos y de todos los poetas.
La luz del sol no sabe lo que hace
y por eso no se equivoca y es común y es buena.

                                                           *

¡Ah, como hasta los más sencillos de los hombres
son enfermos y confusos y estúpidos
frente a la clara sencillez
y salud con que existen
los árboles y las plantas!

                                                     *

Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
y mis pensamientos son todos sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.

Pensar una flor es verla y olerla
y comer un fruto es saber su sentido…

                                                        *

Si pudiera morder la tierra entera
y sentir su sabor,
y si la tierra fuera algo para morder
sería más feliz un instante…

Pero no siempre quiero ser feliz.
Hace falta ser infeliz de vez en cuando
para poder ser natural…
No todo es días de sol,
y la lluvia, cuando escasea, se pide.
Por eso tomo la infelicidad y la felicidad
con naturalidad, como quien no se extraña
de que haya montañas y llanuras
y de que haya rocas y hierba…

Lo que sí hace falta es ser natural y calmo
en la felicidad o en la infelicidad,
sentir como quien mira,
pensar como quien anda,
y cuando se va a morir, acordarse de que el día muere,
y que el poniente es hermoso y es hermosa la noche que queda…
Y que si así es, es porque es así…

                                                        *

La nieve puso un mantel callado sobre todo.
No se siente sino lo que pasa dentro de casa.
Me arrebujo en un cobertor y no pienso siquiera en pensar.
Siento un gozo de animal y vagamente pienso,
y me duermo sin menos utilidad que todas las acciones del mundo.

                                                        *

No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río.
No es suficiente no ser ciego
para ver los árboles y las flores.
También es necesario no tener ninguna filosofía.
Con filosofía no hay árboles: no hay más que ideas.
Sólo hay cómo una cueva cada uno de nosotros.
Hay sólo una ventana cerrada, y todo el mundo fuera;
y un sueño de lo que podría ser si la ventana se abriese,
que nunca es lo que ve cuando se abre la ventana…

*

Enlaces recomendados hoy:


lunes, 23 de enero de 2012

Tu capacidad de asombro no tiene fin...

Hoy traigo a este blog tres enlaces musicales de diversa índole y a cuál más henchido de belleza y plenitud. El primero se titula La paz del desierto y está compuesto por Armand Amar…


Después, podemos escuchar una música abismal y muy apta para interiorizar, para alcanzar el hondón de nuestro ser más íntimo… Se trata ni más ni menos que de Kaivalya, Sinfonía de Meditación, compuesta por Sri Kudamaloor Janardanan…


Y, por último, deleitémonos de verdad escuchando una maravillosa e inigualable melodía, este inmortal adagio de Beethoven: el tercer movimiento de su célebre 9ª Sinfonía… - Acompañará muy bien como trasfondo de cuanto hoy quiero transmitir…


Cómo te siento, Amada, cuando levanto los ojos
de mi espíritu hacia las estrellas doradas que brillan
al crepúsculo, más allá del sueño de la vida…

Cómo te siento cuando posas tus manos de compañera
sobre mis hombros cansados. Y cuando me miras
y vienes junto a mí a las interioridades de mi ser…

Cómo te siento cuando te adormeces en mis párpados
y vuelas conmigo por los caminos sembrados de estrellas
donde los mundos son flores y los bosques nos acogen…

Cómo te siento desde dentro, como la caña hueca
siente el calor que sube por su oquedad desde
la base de la tierra hasta su última cumbre…

Cómo te siento, Amada Mía, cuando miro los retoños
que la Mano de la Primavera va despertando en los campos
y me inclino a embelesarme con las más pequeñas de las flores;
las que nacen olvidadas porque si apenas si se ven…

¡Ven, Amada, quiero que contemples conmigo
la maravillosa Belleza que nos rodea y nos desborda!
Ven y abre los ojos a las formas con las que se viste
la Vida en este hermoso planeta donde la variedad
es tan grande y también es grande la delicadeza…

Desde los altos montes hasta la orilla del mar acompáñame,
y, a mi lado, aprendamos juntos a ver y a amar a través
de este vehículo pasajero que nos ha prestado el universo
para poder sorprenderlo en imágenes y poder retenerlo
aunque tan sólo sea un momento en la memoria de nuestra sangre
o en la memoria colectiva de Gaia, de esta Tierra que no excluye a nadie…

Ven a mi lado y contempla la belleza de la montaña donde el matorral
se estira y donde los torrentes parecen hilos de mercurio y los padres
de los árboles viven enviando mensajes a sus hijos a través de las entrañas
de la tierra por donde se extienden sus raíces… Sé que tú me entiendes…

No seamos como aquellos que se esfuerzan
por ver a la Madre Vida desnuda y no aprovechan
el vehículo que ella misma les ha prestado para ver sus envolturas,
sus múltiples disfraces, sus bellos decorados. ¿Acaso no somos nosotros
la misma Vida que a través de este vehículo que poseemos y al que nos
conectamos, al nacer, se mira y se observa, se aprende y se Ama…?

No habremos comprendido nada, Amada Mía, hasta que no hayamos
alcanzado a Ver el gran misterio del cuerpo, gloria de la luz indivisa,
arcano de los alquimistas, Vida desplegando su eterna sonrisa…

Tus palabras no pesan, son gráciles y esbeltas, Amada Mía. Leer lo que escribes en el aire es como darse un paseo agradable y tranquilo por el campo. No hay estridencias, ni rupturas ni solecismos en la ilación de tus impulsos, que vienen como de un mundo desconocido… Gradualmente vas silenciando las palabras, que están, sí, pero como si no quisieran hacerse notar. Van subiendo con una timidez divina tal, que son como ideas vaporosas que conforme más se elevan más se aproximan al silencio primordial… Te aseguro que es muy agradable sentir la ingravidez de tu expresión… Te veo sentada en posición de loto, y descubro más allá de todo lo pensable cuánto tiempo hace que dejaste atrás la importancia personal, y cómo los reclamos del mundo no te llaman la atención en absoluto… Te entiendo muy bien. Quien da el salto, ¿cómo puede mirar ya a la otra orilla?
Cuando ya se han caído todas las estructuras, todas las opiniones, todos los conceptos, sólo queda un espacio amplísimo y luminoso, sin paredes ni puertas, ni fronteras, que se llama Amor... Por eso, en cada instante que pasa, aunque en apariencia no ocurra nada, yo sé que descubres algo fascinante. Tu capacidad de asombro no tiene fin. Durante tu meditación silenciosa, con los ojos entreabiertos, vislumbro a través de tu alma que descubres nuevas estrellas, soles diversos, múltiples universos y que ves con una claridad meridiana el aura de las plantas, de las hojas y de las flores… ¡Tú conoces la naturaleza inmensa de la vida!
Ahora puedo comprenderte, Amada Mía, ahora que se han borrado los contornos de la incomprensión, de la muerte, del abandono… Ahora entiendo porqué no quieres hacer partícipe a nadie de tu sufrimiento, como obra y gracia del más puro amor. Aunque tardé en darme cuenta, lo veo perfectamente en este momento: si expandimos nuestro dolor éste se extiende más allá de lo imaginable y, por fuerza, se retroalimenta, que es lo que busca soterradamente, pues toda entidad tiende a crecer en cuanto encuentra espacio y oportunidad para hacerlo. No tiene sentido contagiar de tus sombras para que se extiendan aún más. Toda queja, todo padecer que se hace grito impide el paso de la luz. La llegada de la sanación requiere de un entorno lleno de paz y de sosiego, sin entes sufrientes que no solo no ayudan sino que estorban. Por ello, cuando la distorsión nos alcanza, podemos entender a la perfección aquella gran verdad de que “amar y desaparecer concuerdan desde la eternidad” (Nietzsche). De todos modos, la Presencia es mucho más que la proximidad física, es otra cosa que solo los verdaderamente Iniciados comprenden…
Ahora, Amada Mía, hemos aunado una vez más nuestra energía… En silencio, con arrobo y gratitud, caminamos por la naturaleza, sintiendo, como por ósmosis, la forma diáfana en que la vegetación percibe el entorno que le rodea. Y cómo nos observa… El mundo vegetal, como el animal, tiene la percepción de la talidad, ve las cosas como realmente son. Aquella conocida boutade de Nietzsche de que “a los seres humanos nos gusta el contacto con la naturaleza porque no tiene una opinión sobre nosotros” se convierte, cuando se está conectado de verdad, en una realidad palpitante. Aquello que buscaba Juan Ramón Jiménez -“dadme oh númenes el nombre exacto de las cosas”- y que no sabemos si encontró, lo poseen las plantas y los animales en toda su plenitud. Y es un conocimiento silencioso. Esto explica también el hecho de que a los que estamos en el camino nos atraigan tanto todos los elementos de la naturaleza no humanos. Ellos no han perdido la conexión…
Las plantas nos muestran la esencia del ser, y la meditación nos muestra su unidad intrínseca. ¡Ven pues, Amada Mía, que navegas por el mar de mi sangre, que me haces hablar como Nos, y hagamos juntos la experiencia de cómo se concentran todas las potencias del alma, en una fuerza centrípeta y hacia dentro que es paz, y que es armonía, y que es luz y amor! Y entonces, peregrina de la eternidad, aunque sea solo por un momento y luego se nos escape, conoceremos la dicha indivisa y sin conflictos que nada ni nadie nos podrá arrebatar… De hecho, instante a instante, la estamos conociendo ya… Por eso, te escribo de este modo, por eso tu actitud conmigo es tan natural…
La veneración y la sumisión son dos conceptos completamente distintos, incluso antitéticos. La sumisión es la obediencia ciega de las máquinas, que responden por automatismo a nuestras órdenes. La sumisión está por completo fuera del orden de lo humano, aunque, por desgracia, haya seres humanos que la hagan suya por mímesis con los objetos, cuando en puridad no hay sujeto ni objeto. - La veneración es otra cosa, es algo radicalmente diferente. Venerar es lo más bello y lo más natural del universo, es algo realmente sagrado puesto que se trata de un impulso del sentido íntimo de las criaturas, que se abren, receptivas, a la luz… Como cuando sale el sol… La forma en la que despiertan las plantas, en la que se desperezan todos los seres, en que la naturaleza entera cobra vida…, eso es veneración. Explico esta distinción para que el mundo entienda, Amada Mía, esa veneración que sientes por mí desde el primer día y que no se extinguió siquiera cuando no sabía nada de ti. Es otra forma de entender la vida, es otro modo de afrontar las relaciones, que ya prácticamente se ha perdido y que no puede contemplarse en toda su pureza y transparencia por la gran alienación presente, por la absurda guerra de sexos (implícita o explícita) instalada en Occidente. Una nube espesa, o más bien un muro impenetrable, impide ver la inmensa belleza que reside en la veneración sagrada de una mujer por un hombre, en cada actitud, en cada gesto, en cada palabra y en cada silencio, en cada paso, en cada roce… Es una sinfonía de luz, un reino de armonía, que sólo entienden los que se aman más allá de los condicionamientos sociales de todo hoy, radicándose en el Origen Primordial, en las Raíces que nos conectan con el Espíritu, en el chakra del corazón… [*]
Gracias a esa interrelación mutua, Amada Mía, hemos descubierto que la existencia es un mundo de signos, por cuanto no contiene nada que no sea un signo, que es otra forma de decir que en todo late vida, que nada es inerte. La existencia se nos ha presentado siempre como el escenario en el que la vida se expresa y multiplica en múltiples e infinitos matices. Todo es expresión, bien lo sabes, de la fuerza creadora del Espíritu, que es la materia prima, o si se quiere, la estructura interior que constituye todo cuanto existe. Por eso, me gusta que me digas, cuando paseamos por el campo, que hay signos fuera en los horizontes y dentro de nosotros mismos que, en efecto, podemos leer. Y que no importa que nuestro cuerpo sea una frágil vasija de barro, pues el Espíritu nos regala, porque sí, muchas y variadas ofrendas a través de los sueños y de pequeñas pero preciosas revelaciones en el estado meditativo. El ser de luz ha de ser como una flor que está abierta al cielo… Tú y yo hemos asimilado así, con esta actitud, la forma de comprensión de la realidad que tienen las plantas heliotrópicas. Viven sin pensamientos, sin ideas determinadas sobre las cosas, no interpretan nada. Tan solo respiran y absorben la luz. Nuestra visión - cuando todas las estructuras, expectativas, concepciones de cómo deben ser o no ser las cosas han caído - es pura y desegocentrada, cuando nos convertimos en testigos imparciales del puro existir puro de las cosas. Somos auténticos cuando no juzgamos ni interpretamos cuanto ante nosotros mismos se nos muestra, sino que simplemente miramos admirados. La Belleza, Amada Mía, ese culmen al que aspiramos anhelantes, es un mirar desde el propio silencio y dejar que las cosas (¡que ya no son cosas sino signos!) se expresen por sí mismas. Es preciso que dejemos hablar al mundo; recibirlo y no cogerlo...
Todo cuanto ante nosotros se despliega, desde el guijarro más humilde hasta la última galaxia, es un signo de un Misterio que nos rebasa. Como no podemos ver todo el tapiz, desconocemos hasta el paso siguiente que hemos de dar en la dirección adecuada. Pero el caso es que no hay dirección, ni meta, ni nada que sea correcto o incorrecto, porque caminamos en una llanura eterna sin asidero alguno… A esto los grandes maestros lo llaman Vacío. Por eso no hay crecimiento auténtico sin renuncia. Renuncia, abandono de “nuestros” puntos de vista, olvido de todo lo que hemos aprendido desde nuestra mente dual, cercenadora de la realidad, que piensa siempre en términos duales, como, por ejemplo, sujeto/objeto, buscador/lo buscado, amante/amado… Hemos de vender esa mente, hemos de silenciar el parloteo interior y las impresiones sensoriales de la vida subjetiva, a fin de comprender… La mirada admirada es penetrante, pero, sobre todo, inmediata y repentina, como un relámpago. La mirada de los niños, de las plantas, de los animales… Cuando mires, mira, pero hazlo enseguida, antes de que tu mente dualista interprete lo que ve, porque cuando miras y piensas, dejas de comprender... [**]
Sólo quien es capaz de mirar así, admirándose, despierta a otro tipo de conocimiento, mucho más intuitivo y directo, que posibilita ver en todo lo que hay signos prodigiosos que hablan de una dimensión de la realidad absoluta. Y, Amada Mía, esto es lo más importante, nosotros somos eso… Soy plenamente consciente de que esa inocencia primordial nos convierte en seres indefensos en este mundo denso de las manifestaciones. Lo sé. Las cosas más sagradas del mundo son las más expuestas. Los niños, las flores, los árboles… pueden ser fácilmente profanados, arrancados, talados. Mas yo te digo que no hay nada más fuerte en este mundo que esa aparente fragilidad. Que esa Vida nunca muere, que es una energía fluyente que recorre los hilos invisibles del universo…
[*] Decía sabiamente el gran filósofo Epícteto: “El hombre no es superior a la mujer. La mujer no es superior al hombre. Tampoco son iguales (lo cual es obvio). Son sencillamente diferentes, y el hecho de que sea así es maravilloso…” - Sólo de pasada merece la pena tratar ahora la ‘eterna cuestión’ de la inferioridad, paridad o superioridad de la mujer en relación con el hombre y viceversa. En puridad, tal cuestión carece de sentido ya que supone una conmensurabilidad. Esencialmente, nadie puede preguntarse si “la mujer” es superior o inferior al “hombre”, lo mismo que no es posible preguntar si el agua es superior o inferior al fuego. Esto es así porque el criterio de medida para cada sexo no puede estar dado por el sexo contrario, sino únicamente por la “idea” del sexo propio. Dicho de otra manera, lo único que se puede hacer es señalar la ‘superioridad’ o la ‘inferioridad’ de una mujer concreta, según esté más o menos próxima al tipo femenino de la mujer pura o absoluta; y lo mismo aplicaremos al hombre, por supuesto. En dicho sentido, podemos comprender muy bien que las ‘reivindicaciones’ feministas de la mujer moderna derivan claramente de ambiciones erróneas, así como de un complejo de inferioridad: de la falsa idea de que una mujer en cuanto tal, en cuanto “sólo mujer”, es inferior al hombre. Esto nos muestra de forma meridiana que el feminismo no combate en realidad por los “derechos de la mujer”, sino (por ignorancia o mala fe, que de todo habrá) por el derecho de la mujer a ser igual que el hombre, cosa que, si fuera posible, equivaldría al derecho de la mujer a desnaturalizarse, a dejar de ser ella misma, a degenerar. El único criterio cualificativo válido es, insisto en ello, el grado más o menos perfecto de realización de su naturaleza propia, tanto en la mujer como en el hombre 

[**] En el bello, multicolor y admirable universo zen, hay una anécdota muy sustanciosa que nos hace comprender acerca de esta Mirada que es como un relámpago y es la siguiente… Un monje chino, Ryutan Shin, permaneció junto al Maestro Tenno Go (748-807) durante tres años, pero al no recibir instrucción alguna sobre el Zen, como esperaba, preguntó: “Ha pasado algún tiempo desde que llegué aquí, pero hasta ahora no he tenido ninguna palabra tuya, oh Maestro, sobre enseñanza espiritual”. Dijo el Maestro: “Desde tu llegada aquí he estado enseñándote en cuanto a asuntos relacionados con la enseñanza espiritual”. Ryutan no lo comprendió, y volvió a preguntarle: “¿Cuándo me enseñaste esas cosas?”. La respuesta del maestro fue la siguiente: “Cuando me traes té para beber, ¿no lo bebo? Cuando me traes mi comida para que la coma, ¿no la acepto? Cuando me saludas, ¿no te respondo inclinando la cabeza? ¿Cuándo he dejado alguna vez de impartirte enseñanza sobre asuntos espirituales?” Ryutan se quedó un rato pensando sobre lo que el Maestro le dijo, y éste agregó: “Si quieres considerar el asunto, hazlo de inmediato; la reflexión hará que lo pierdas de vista para siempre”. Se dice que esto hizo que el discípulo despertara a la verdad del Zen…

Enlaces recomendados hoy:









 

jueves, 19 de enero de 2012

Una experiencia directa de la realidad

Primeramente, aquí podemos escuchar una música relajante, Jardín Zen, muy apta para meditar…


Y aquí traigo dos fragmentos bellísimos y preñados de misterio pertenecientes a dos grandes bandas sonoras de dos buenas películas: Gattaca y la Vida de David Gale



Me tiendo sobre la hierba
y me olvido de todo lo que me enseñaron.
Lo que me enseñaron no me ha dado
ni frío ni calor...

Lo que me dijeron que había jamás
alteró la forma de una sola cosa.
Lo que me enseñaron a ver nunca
tocó mis ojos…

Fernando Pessoa

Hoy quiero mostrar algo esencial para adentrarnos de verdad en el terreno de la experiencia espiritual, en lo más hondo de ella, la cual solo es posible cuando hemos desbaratado y derribado uno a uno todos los ídolos, en todas sus formas posibles, siendo la gramática el fundamento y la raíz de todos ellos… - Comienzo mi post de hoy con este fragmento escrito por Osho, que dice así: “El Zen solo tiene un diccionario y es el del universo. El Corán son las escrituras de los musulmanes, los hindúes tienen el Veda, los Sikhs tienen el Gurugranth, los cristianos tienen la Biblia y los judíos el Talmud. Si me preguntases cuál es la escritura del Zen, te diría que el Zen no tiene escrituras, sus escrituras son el universo. Esa es la belleza del Zen. El sermón está en cada piedra, el Espíritu está recitando en el sonido de cada pájaro, la existencia misma está bailando en todo lo que sucede a tu alrededor…”  

¡Genial y certera la reflexión de Osho, de aquel sabio hindú que vivió al margen de todos los dogmas! La experiencia me ha enseñado que la consecución de la gran salud se inicia desde el momento en que uno se pone en serio (pero lo que se dice en serio) a meditar. De hecho, Zen significa simplemente eso: Meditación. En puridad, el Zen no es más que un Yoga sutil y profundo que ha recogido la diamantina herencia de lo mejor del budismo, el taoísmo y el sintoísmo, en este orden. Ni más ni menos que eso. El Zen es una experiencia íntima que permite unir lo visible y lo invisible, lo relativo y lo absoluto, lo que pasa y lo que permanece. No es ni el bien ni el mal, ni el sí ni el no, ni el vacío ni lo pleno. Está más allá del mundo de los contrarios, de un mundo construido por la distinción intelectual. Es inaprensible pero cómo toda empresa humana, y en el marco principial del budismo, tiene sus templos, sus tradiciones, sus ritos, sus códigos... Esto es así, lógicamente, y no podía ser de otra manera, porque de lo contrario no podría cristalizar; pero el espíritu del Zen no está atado a ninguna religión, a ninguna creencia, es de hecho la tradición espiritual más desnuda y más desprovista de lenguaje que existe. Invita tan sólo a una autenticidad mayor, a no atrincherarse en los dogmatismos, a no esclerotizarse en los ritos sin vida.

Yo he constatado todo esto en aquellas personas que lo practican, desde los maestros hasta el último discípulo. En todos ellos he visto sus frutos (como decía Jesús “por sus frutos los conoceréis”): la sencillez, el desinterés, el espíritu de pobreza, la compasión, el amor, la alegría, el equilibrio y la serenidad. Y he vivido también en primera persona su versatilidad realmente luminosa y transformadora, que se manifiesta a través de los cuentos, de la pintura, del teatro Nô, del tiro con arco, del camino de la espada, de la ceremonia del té, de la arquitectura, de los jardines, de la poesía haiku, del zazen, del silencio... Todo en estos meditadores es una expresión, una indicación, un camino… El Zen es una lámpara encendida, un fuego en lo alto de la colina, una consciencia despierta...

El ser de luz que practica verdaderamente zazen ha borrado sus huellas, ha clausurado su pasado, y camina bajo una guía luminosa en la senda de la Compasión, esto es, en el camino de la Meditación. Si, pongamos por caso, dos personas practican juntas zazen se unen en un nivel muy superior de consciencia y crecen al unísono. Y cierran, al alcanzar la Iluminación, el círculo de la consumación para así no volver a nacer jamás... – Algo debe quedarnos muy claro también, en todo este contexto, para entera satisfacción de nuestro espíritu: ya medite en soledad o en compañía, nunca oiremos a un budista (sea cual sea la escuela a la que pertenezca) ni a un taoista pronunciar la palabra ‘Dios’. Hay una definición de José Saramago que es la más bella que nunca haya leído o escuchado a este respecto. Decía así el escritor portugués: “Dios es el silencio del universo, y el ser humano el grito que da sentido a ese silencio”. Saramago compartió con Nietzsche la parábola de Zarathustra y el apólogo del Loco sobre “la muerte de Dios” y quizá hubiera puesto su rúbrica bajo dos de las afirmaciones nietzscheanas más provocativas: “Dios es nuestra más larga mentira” y “mejor ningún dios, mejor construirse cada uno su destino”. En cualquier caso, de lo que no cabe duda es que  ‘Dios’ es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mancillada, tan mutilada... Las generaciones humanas han hecho rodar sobre esta palabra el peso de su vida angustiada, y la han oprimido contra el suelo. Yace en el polvo y sostiene el peso de todas ellas. Las generaciones humanas, con sus guerras y sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Han matado y se han dejado matar por ella. Esta palabra lleva sus huellas dactilares y su sangre... Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra ‘Dios’. Se asesinan unos a otros, y dicen: ‘Lo hacemos en nombre de Dios’... Debemos respetar y venerar sin duda a los que prohíben esta palabra que no significa nada, a los que apuestan por el más que digno silencio de Buda…

En consecuencia, no se ha comprendido absolutamente nada en la Senda del Espíritu si no se ha entendido que ninguna palabra o idea, sea la que sea, puede ayudarnos. Más aún, no hemos empezado ni siquiera a caminar si no hemos percibido desde el primer momento que toda palabra estorba la meditación, como toda imagen estropea y distorsiona la contemplación… Hay un dicho budista muy famoso a este respecto que reza así: “Si encuentras al Buda, mátalo”. Este aforismo, que hemos oído en diversas ocasiones, y que puede ser interpretado de distintas maneras, se entiende sobre todo en el sentido de que el auténtico Buda está en el interior de cada uno de nosotros. El sabio, con su dedo, señala a la Luna, y así el objetivo está en la Luna, no en mirar al dedo: nuestro modelo no es pues el maestro zen, ni siquiera Siddharta Gautama. Podemos sin duda aprender mucho de él pero si vamos por el camino y nos encontramos al propio Sakyamuni, él será un Buda falso para nosotros, porque nuestro auténtico maestro y nuestro auténtico modelo están dentro de nosotros mismos, y nuestro trabajo es mantener el silencio y la atención para permitir que el Buddha que somos despierte. El concepto de Buda es por tanto como la barca para cruzar el río. Una vez cruzado el río ¿de qué sirve la barca? El concepto de Buda sólo es útil para llegar a la experiencia de Buda. – Sólo en el budismo, dicho sea de paso, podemos apreciar toda esta belleza, pues en las religiones teístas, que son la mayoría, se toman demasiado en serio las cosas, y cualquier ocurrencia es tomada como ‘herejía’ o bien como ‘pecado’ digno de castigo o de redención…

¿Por qué esto es así? E. M. Cioran viene en nuestra ayuda y nos lo explica perfectamente. Decía así el filósofo rumano: “Si cada todos los místicos tuvieron conflictos con la Iglesia católica es porque tenían demasiado talento. La Iglesia no exige ninguno, no reclama más que la obediencia, la sumisión a su estilo. En nombre de un dogma esclerotizado, erigió sus hogueras. Para escapar a ellas, el ‘herético’ no tenía otro recurso más que cambiar las fórmulas, expresar sus opiniones en otros términos, en ‘términos consagrados’. La Inquisición no hubiera existido jamás si la Iglesia hubiese tenido más indulgencia y comprensión por la vida del lenguaje, por sus desvíos, su variedad y su invención. Cuando se ha barrido la paradoja, sólo se evita el martirio por el silencio o la banalidad…” Lo aquí leído es mucho más importante de lo que a simple vista parece. Anteriormente mencioné el hecho de que ninguna palabra o idea, sea la que sea, puede ayudarnos, y que, bien al contrario, toda palabra estorba la meditación… Esto es así porque todo lenguaje implica un modelo; el lenguaje en sí mismo es de facto una ideología. Utilizar el lenguaje es caer en su trampa. El lenguaje posee una lógica, un sistema, una base. Una vez empiezas a hablar de algo, has entrado ya en el mundo de la ideología. Pero hablar sin duda es un mal necesario. Ha de ser tolerado. Me gustaría no tener que hablar; me gustaría transmitir y comunicarme directamente sin lenguaje alguno, pero entonces no tendría este blog ni llegaría a mis lectores/as. Con todo, doy fe de que en mis Talleres el lenguaje brilla por su ausencia, lo que vale es la experiencia, el gesto, la meditación silenciosa… [*]

Cerrando el círculo de este post, traigo a colación lo que mencioné al principio de él cuando afirmé que la gramática es el fundamento y la raíz de todos los ídolos. Aunque ya he mostrado sobradamente porqué esto es así, me gustaría compartir con todas aquellas personas que me lean la capital importancia que tiene en la Senda de la Luz el descorrer el velo del lenguaje… De todas las palabras de las que dispone éste la más engañosa de todas es sin duda la del ‘yo’, pues este ‘yo’ es concebido como cosa, como algo sustancial, subyacente a toda evolución e inmutable, representando así el modelo para la concepción de un mundo cosificado… Si hablamos y concebimos desde el yo, crearemos inevitablemente otros yoes, y, en última instancia, ese Yo superior que es la idea de ‘Dios’. Lenguaje, gramática, sociedad y religiones teístas van siempre de la mano. Todo culto a un ‘Dios’ (llámese Yahvé, Estado, Partido, Líder, Ideología, o Dinero, da igual, cada cual se crea su propio ‘Dios’ al que adora) implica gregarismo y masificación, el calorcillo del rebaño… De lo que no cabe ninguna duda es que si el lenguaje es vehículo de comunicación interhumana, el requisito de liberarse de la gramática como condición previa a la superación del error, tiene como consecuencia el aislamiento individual, la disgregación del mundo social. Por eso, Buda salió de su palacio y de la civilización y se puso debajo de un Árbol a meditar… No hay otra manera… Vivir en sociedad es consentir con el error más grave que existe, a saber: aceptar a ‘Dios’, a cualquier ‘Dios’, la razón en el lenguaje y la moral. Por eso, la inmensa mayoría de los seres humanos son esclavos… Para decirlo con palabras propias de las ciencias sociales: los ídolos son factores de cohesión social…

¿Qué hacer pues? El sujeto que piensa - la res cogitans cartesiana - ha de dejar paso al individuo que en solitario se sumerge en el océano infinitamente múltiple y cambiante de la Vida del Espíritu, que no se sabe de donde viene ni adonde va, pues no se puede categorizar, clasificar, cosificar ni parcelar. No hay palabras ni ideas para las experiencias verdaderamente profundas. Y todo lo que pronunciamos con el lenguaje no es más que una logorrea procedente de una construcción falsa y artificial, la del yo, que nada significa… Sólo ruido que provoca más ruido y confusión… La facundia social, la banalidad de todos los días, de todos los lugares, de todas las fiestas y las rutinas, de todos los medios que ‘comunican’ y que, por ello, no nos dicen nada…

Con una infinita sabiduría, escribía Nietzsche: “Hacer uso del lenguaje es, en esencia, falsear y falsearse; sucumbir ante el pánico provocado por lo inexpresable, que constituye uno de los factores determinantes de la génesis y del mantenimiento del rebaño humano. El lenguaje es, en conclusión, la condición de la posibilidad de elaborar ídolos, el fundamento de su acción cosificadora que estatifica - y en consecuencia falsea - la realidad que se agota en su fluir. Hablar no puede ser otra cosa que moralizar, esto es, proyectar sobre la inocencia del devenir las categorías cadavéricas de la vida decadente, enfermiza y perversa…” – Ahora bien, sentado lo dicho por el filósofo alemán, ¿cómo denunciar la falsedad del lenguaje sin hacer uso de éste? O, en último término, y planteando el interrogante crucial que suscitaba Pierre Klossowski: “¿cómo permanecer lúcido si se destruye lo que nosotros creemos que es el foco de la lucidez, o sea el yo?; ¿qué será de esta conciencia sin agente?; ¿cómo subsistirá la memoria si debe remitirse a todas las cosas que ya no son el yo…?” Todos estos ‘problemas’ los solucionó realmente Nietzsche al plantear la posibilidad de crear un nuevo lenguaje, el lenguaje del ‘simulacro’, querido a partir de los ‘fantasmas’ no queridos, que la vida de los impulsos emite. Se trata en realidad de un ‘pensamiento corporante’ o de una ‘semiótica pulsional’ que equivale al ‘pensamiento afirmativo’ de Gilles Deleuze… Sin duda, estos pensadores europeos se aproximaron al Origen aun sin alcanzarlo, acercándose mucho al Vacío que es Plenitud…

[*] Siddharta Gautama el Buda afirmó: “Mi enseñanza no es una doctrina o una filosofía. No es el resultado del pensamiento discursivo o de la conjetura mental como algunas filosofías que defienden que la esencia fundamental del universo es el fuego, el agua, la tierra, el viento o el espíritu, o que el universo es finito o infinito, temporal o eterno. La conjetura mental y el pensamiento discursivo sobre la verdad son como hormigas caminando por el filo de un cuenco, nunca llegan a ninguna parte. Mi enseñanza no es una filosofía sino el resultado de la experiencia directa. Lo que digo surge de mi experiencia y puedes confirmarlo a través de la tuya propia… Mi meta no es explicar el universo, sino ayudar a los demás a tener una experiencia directa de la realidad. La experiencia directa es la única que nos permite ver el verdadero rostro de la verdad…”

Enlaces recomendados hoy:




miércoles, 18 de enero de 2012

Una profunda quietud...

La Dama de la Nieve se pierde en el infinito… Rodrigo Rodríguez nos interpreta esta brevísima, profunda y melancólica melodía…


Para la sabiduría oriental las cosas cotidianas e insignificantes pueden tener un significado infinitamente más profundo del que nosotros le concedemos. Lo que importa es el efecto que cada forma tiene sobre la vida de la persona que percibe…

Desde hace poco conozco una profunda quietud.
Mi espíritu no se inquieta por nada del mundo.
La brisa que viene del bosque de pinos hace volar
mi pañuelo cuyos colores se dispersan al viento…

La luna de la montaña brilla sobre el arpa.
¿Me preguntáis la razón del éxito o fracaso?
La canción del pescador se hunde en el río…   Wang Wei

El paradigma de la sabiduría oriental en el arte de vivir es sin el más mínimo género de dudas la ceremonia del té. En una cosa tan sencilla como sorber una infusión, los/as maestros/as del té son capaces de encontrar belleza y bienestar. Para estas personas eso no es una función sino un rito ancestral y saben vislumbrar lo infinito en lo intrascendente. Saben ver que la misma energía que hace borbollar la tetera es el amor que mueve el sol y las estrellas. Por eso los chinos y los japoneses han sido célebres, desde antiguo, por su refinamiento. Durante largos siglos buscaron en las cosas materiales las formas que pudieran ayudarles a vivir la vida con mayor felicidad; una felicidad no sólo sensual, sino espiritual, en la cual las cosas, las personas, la naturaleza son como talismanes que abren el espíritu a un nivel de consciencia superior…

Sí, las cosas y las formas son como talismanes para abrir las puertas de la percepción, y “cuando las puertas de la percepción están limpias, todo se ve tal como es: infinito y eterno” (William Blake)

He aquí un ‘mix’ de Rodrigo Rodríguez donde podemos escuchar once de sus composiciones:

lunes, 16 de enero de 2012

Una espada para curar, no para herir

He aquí La Sabiduría del Silencio Interno, una música realmente relajante y que te llena de una inmensa paz…


“Cuando la rabia no surge de tu interior, no encuentras enemigos externos en ninguna parte. El enemigo externo sólo existe cuando existe rabia interna”. Lama Zopa Rinpoche

Dentro de la gran bibliografía que existe sobre el Taoísmo, siempre recomiendo la lectura de un libro que me parece profundísimo y delicioso a la vez. Se trata de “El bote vacío”, una obra de Osho cuya lectura ya he aconsejado en este blog, porque en ella el autor hindú comenta a las mil maravillas, con una gran sabiduría, once historias taoístas de Chuang Tse…

Coincido plenamente con Osho en que “el Tao es la religión más profunda que ha existido sobre esta Tierra, no hay comparación posible. El mensaje de Lao Tse, o el de Chuang Tse, es el más puro; es absolutamente puro, nada lo ha contaminado…” Por ello, comienzo mi post de hoy con un fragmento de la susodicha obra, que comienza con uno de los relatos de Chuang Tse comentado por Osho…

Ser total

¿Cómo puede el auténtico hombre del Tao
atravesar las paredes sin dificultad
y permanecer en medio del fuego sin ser quemado?
No es debido a que sea osado o astuto
ni porque haya aprendido
si no porque ha des-aprendido.

Su naturaleza se enraíza en el uno.
Su vitalidad, su poder,
se ocultan en el secreto Tao.
Cuando se es todo uno,
no se tiene ninguna fisura
por la que una cuña pueda entrar.

Por eso un borracho al caer desde un vagón
recibe contusiones pero no perece.
Sus huesos son
como los huesos de los demás,
pero su caer es diferente.
Su espíritu es uno.
No se da cuenta de que entra en un vagón
o que cae de él.
La vida y la muerte no son nada para él.
No conoce el temor;
se enfrenta a obstáculos sin considerarlos, sin preocuparse,
y los supera sin saber que saber que están ahí.

Si uno halla tal seguridad en el vino,
¿cuánta más hallará en el Tao?
El sabio está oculto en el Tao,
nada puede alcanzarle.
¿Cómo puede el auténtico hombre del Tao
atravesar las paredes sin dificultad
y permanecer en medio del fuego sin ser quemado?

Chuang Tse

Y este es el comentario de Osho (sólo he extraído el comienzo, obviamente es más largo): “Esta es una de las enseñanzas fundamentales y más secretas. Por lo común vivimos en la astucia, el ingenio y la estrategia; no vivimos como niños, inocentes. Planeamos, nos protegemos, nos fabricamos todas las salvaguardas posibles, pero ¿cuál es el resultado? Al fin y al cabo, ¿qué sucede? Todas las salvaguardas son destruidas, toda astucia demuestra ser pura estupidez. En último término la muerte nos arrebata.

El Tao dice que tu astucia no te ayudará, porque ¿qué es sino una lucha contra el todo? ¿Con quién eres astuto: con la naturaleza, con el Tao, con Dios? ¿A quién crees que estás engañando: a la fuente de la que has nacido y a la que finalmente volverás? ¿Es la ola intentando engañar al océano, es la hoja intentando engañar al árbol, es la nube tratando de engañar al cielo? ¿A quién piensas que estás tratando de engañar? ¿Con quién estás jugando? Una vez se comprende esto, un hombre se vuelve inocente, abandona su astucia, todas las estrategias y simplemente acepta. No hay otro sistema que el de aceptar la naturaleza tal cual es y fluir con ella. Entonces no hay resistencia, entonces se vuelve como un niño que va con su padre, en profunda confianza.

Una vez el hijo de Mulla Nasruddin llegó a casa y contó que había confiado en un amigo y le había prestado su juguete para que jugara con él, pero ahora el amigo no quería devolvérselo. ‘¿Qué debo hacer?’ preguntó.

Mulla Nasruddin le miró y le dijo, ‘Sube por esta escalera’. Así lo hizo el chico, confió en su padre. Cuando estaba a tres metros de altura, Nasruddin le dijo, ‘Ahora salta en mis brazos’. El chico dudó un instante y le dijo, ‘Si caigo, me haré daño’. Nasruddin le contestó, ‘Si yo estoy aquí no hace falta que te preocupes. Salta’. El chico saltó y Nasruddin se apartó. El chico cayó por los suelos y empezó a llorar y a quejarse.

Entonces Nasruddin le dijo, ‘Ahora ya lo sabes. Nunca confíes en nadie, ni incluso en lo que te diga tu padre; no creas ni a tu padre’. No confíes en nadie, sino serás engañado durante toda tu vida. Esto es lo que todos los padres, todas las escuelas, todos los profesores te enseñan. Esto es lo que aprendes. No creas en nadie, no confíes, sino serás engañado. Te volverás taimado. En nombre de la inteligencia te volverás astuto, desconfiado. Y una vez un hombre se ha vuelto desconfiado, ha perdido contacto con el origen. La confianza es el único puente, en caso contrario tu vida se malgastará por completo; luchas en una lucha imposible en la cual la derrota es una certeza, sucederá. Es mejor darse cuenta ahora, porque en el momento de la muerte todo el mundo descubre que ha sido una derrota. Pero entonces ya nada puede hacerse.

La verdadera inteligencia no es la astucia, es algo totalmente distinto. La verdadera inteligencia es mirar dentro de las cosas... y siempre que observas las cosas por dentro, descubres que eres tan sólo una ola, que el todo es el océano y que no hay por qué preocuparse. El todo te ha hecho, él te cuidará. Vienes del todo, no es tu enemigo. No tienes por qué preocuparte, no necesitas hacer planes. Y cuando no planeas, cuando no te preocupas, por primera vez surge la vida. Por primera vez te sientes libre de preocupaciones, y la vida te sucede. Esta inteligencia es religión. Esta inteligencia te da más confianza y finalmente, la confianza total. Esta inteligencia te conduce a la naturaleza última, a la aceptación, lo que Buda denominaba tathata. Buda dijo: ‘Ocurra lo que ocurra, sucede’. No puede ser de otro modo, nada más es posible. No pidas que sea de otra forma; déjate ir y permite que el todo opere. Y cuando permites que el todo opere y no eres una barrera, una resistencia, entonces no puedes ser derrotado...

En Japón, a través de Buda, Lao Tse y Chuang Tse, un arte particular se ha desarrollado denominado ‘kendo’. Kendo significa el Zen de la espada, el arte del guerrero y nadie lo domina como ellos. El modo en que lo han desarrollado es supremo. Lleva años, incluso una vida aprender kendo porque el aprender consiste en la aceptación. En la vida ordinaria no puedes aceptar; ¿cómo puedes aceptar cuando un guerrero está ante ti esperando para matarte? ¿Cómo puedes aceptar cuando la espada es alzada contra ti y en cada instante, en cualquier momento, la muerte se acerca?

El arte del kendo dice que si puedes aceptar al enemigo, a la espada, al que te va a matar, y no hay desconfianza; incluso si el enemigo es el amigo y no estás asustado, sin temblar, te vuelves un pilar de energía, irrompible. La espada se romperá contra ti, pero tú no podrás ser destruido. No habrá posibilidad alguna de que seas destruido…”

Hasta aquí el sabio hindú… Bien, da qué meditar todo esto… Y nos trae una gran paz, sin lugar a dudas. Hace ya tiempo descubrí que lo ideal en la vía del guerrero del espíritu, sin contradicción alguna, es que la paz no sea sólo un estado, pues esto depende de unas condiciones, de un “estar” en determinadas circunstancias favorables al sosiego. En dicho sentido, yo mismo me encuentro ahora con mucha paz por una serie de acontecimientos personales favorables que me estoy viviendo. Pero esto no es ni mucho menos suficiente. Lo idóneo, lo excelente, es que la paz no sea sólo un estado consecuencia de unas situaciones favorables, sino que llegue a constituirse en una manera de ser, sean cuales sean las circunstancias que nos rodean. Esto sólo se obtiene a través de lo que los taoístas llamaban el “no camino”, la ‘senda invisible’ o ‘no práctica’, el wu wei en definitiva…

Veámoslo en la praxis… De entre las muchas vías que existen y que nos encaminan hacia la Luz, si seguimos, por ejemplo, el camino de la espada, el Kendo, mencionado por Osho en su obra, es fundamental la forma en la que nos relacionemos con la espada. Una de las modalidades de meditación que yo practico, en esta vía, es la de la meditación silenciosa… Me quedo como una estatua de pie o sentado (en medio loto) y sólo al cabo de un tiempo, del que he perdido toda noción, realizo la kata que rasga todas las ilusiones. Aquí, sin apenas advertirlo, te alcanza una paz duradera que no tiene parangón y que es ser, más allá de cómo esté tu entorno vital. En este sentido, puedo incluso afirmar, como ya señalé en este blog, que yo he encontrado mi do, mi camino, en la vía de la espada, lo que en literatura sería encontrar -por analogía- tu propia voz. Una espada que mata las ilusiones, una espada que nada tiene que ver con la violencia física, pues como decía Merlín acerca de Excalibur, “se trata de una espada para curar, no para herir”. Al final, te das cuenta de que la espada no es sino un símbolo del espíritu, de ahí mi amor por el Kendo…

Cuando vislumbras la auténtica paz te das cuenta de que no es cierto aquello que decía Thomas Hobbes al afirmar que “el hombre es un lobo para el hombre”, pues esta chata y triste realidad lo es tan sólo para las masas que no han superado el nivel depredador, para aquellas personas en definitiva que aún se sitúan (en todos los aspectos) en el cortex cerebral. Por eso, y en este contexto, es esencial recordarnos a nosotros mismos, y constantemente, que si no trabajamos en profundidad y con una orientación correcta, el método espiritual resultará ser a la larga una mera capa de pintura con la que cubrir a la bestia autocomplaciente que somos. No olvidemos nunca, por consiguiente, que el camino no sirve para relajar a la bestia, para que tenga las articulaciones más flexibles, para que se concentre mejor o sea más amable. Con todo eso conseguiremos ser unos egoístas más flexibles, sanos y relajados. Pero el problema estriba en cambiar a la bestia. Me atrevería a decir que el camino no es terapéutico, sino salvífico, en el sentido de que nos salva de la bestia, que nos ayuda a trascenderla…

No tengo ni qué decir que esto supone un trabajo largo y arduo, y que se da a muchos niveles. Los alquimistas sabemos, en efecto, que la Gran Obra, el Ars Magna, es tarea de toda una vida, qué digo yo, de muchas vidas… Todos los seres humanos que iniciamos la búsqueda estamos pues, de un modo u otro, insertos en ese proceso de constante transformación y metamorfosis… Porque hay algo que es muy importante recordar en este contexto: no existen los semblantes fijos, ni los caracteres unívocos, esto es sólo lo que dice la voz del mundo, aquellos que no creen en la evolución, en el crecimiento de la consciencia, en definitiva, los adoradores de la materia, de las ideas fijas, de los estereotipos… En sus antípodas, los que seguimos la senda de Buda, los que hemos hecho indistinguible el acto de vivir y el de meditar, al margen de la vía iniciática que hayamos escogido dentro de la enorme amplitud del budismo, sabemos mejor que nadie que el Hombre Iluminado no es esclavo ante nada. No es, en primer lugar, esclavo de sí mismo: no es un títere manejado a antojo por sus pasiones, pulsiones, bajos instintos o por sus sentimientos engordados. No está tampoco sujeto irremediablemente a sus circunstancias. No se halla determinado ni por presuntas dinámicas históricas (el determinismo característico del historicismo, basado en el materialismo dialéctico) ni se encuentra mediatizado por condicionantes sociales ni por ningún tipo de dios omnipotente que haga y deshaga a antojo sin la posibilidad de que uno pueda trazar su propio rumbo y sin que el ser humano pueda llegar a ser tratado como algo más que una simple criaturilla que no pueda albergar en su seno la semilla de la eternidad sino que tenga que resignarse bovinamente a postrarse devocionalmente ante su “creador”.

¡No! Yo sigo la Vía del Bushido, la Vía del Guerrero, aquella en la cual lo primero que aprendes es a despertar tu consciencia, y a darte cuenta de que no estamos cercenados en nuestras potencialidades por ninguna especie de determinismo ambiental-educativo. Ni tampoco por otros de orden cósmico en la forma de un ‘Destino’ cuya fatalidad nos tenga irremisiblemente programados de antemano. Diré incluso más... La Tradición Unánime nos dice que la involución - con respecto a lo espiritual e imperecedero - puede ser frenada e incluso eliminada antes del final de un ciclo cósmico, o manvantara; esto es, antes del ocaso del kali-yuga. Y yo sostengo firmemente esta idea porque, como budista, creo en la libertad absoluta del Hombre. Porque creo que el Hombre, así en mayúscula, tiene la clara potestad necesaria para convertirse en un Buda…

¡La acción consciente es el bien supremo, reunámonos pues en una instancia superior, amigos/as lectores/as! ¡Fluyamos juntos hacia el empíreo, como una espiral celeste, concitando nuestras fuerzas en un mayor nivel de vibración! ¿No os dais cuenta de que la luz original ha eclosionado a través de todas las capas (tan densas) que ocultaban nuestro sol? ¿No veis ya la fuerza del amor invadiendo todos nuestros rincones otrora sombríos o en penumbra?  Todos nuestros rechazos o negaciones, desde el primero hasta el último, con todo el daño inmenso que nos ocasionan, no pueden con nosotros, no podrán con nosotros, ¿pues dónde está la separación?  

P. S.- Aconsejo hoy la lectura de dos libros realmente maravillosos: del monje zen vietnamita Thich Nhat Hanh, “Camino viejo, nubes blancas”, que es, para mí, la biografía más bella que se haya escrito jamás sobre Buda; y también aconsejo la lectura del libro “Reflejos de un lago del Himalaya. Budismo desde la experiencia”. Su autora es Jetsunma Tenzin Palmo, una gran maestra del budismo tibetano.

Recomiendo vivamente ver estos tres enlaces:




Y sugiero vivamente escuchar esta breve e instructiva reflexión del fundador de la Escuela del Silencio, José Fernández Moratiel