He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

lunes, 21 de mayo de 2012

Todo el Universo es alimento

Es un auténtico deleite escuchar suavemente esta deliciosa música pianística de Johann Sebastian Bach. Se trata ni más ni menos que de su célebre Adagio BWV 974. Al dejarnos mecer por su bella melancolía, nos olvidamos de la cruda realidad de la vida demiúrgica, de este infierno llamado mundo…


La segunda parte de mi anterior post -sobre el Grial y la milicia gibelina- llegará en su momento. Ya estoy escribiendo al respecto… Mientras tanto, considero sumamente oportuno dedicar mi post de hoy a una serie de máximas que convergen en el hecho indiscutible de que en el universo todo es alimento… Merece la pena leerlas…

“Un documental sobre los animales salvajes: crueldad sin descanso en todas las latitudes. La “Madre Naturaleza”, torturadora genial, penetrada de sí misma y de su obra, se regocija y no sin razón: todo lo que vive tiembla y provoca temblor…” E. M. Cioran

La crueldad de la naturaleza es comparable, por así decirlo, a una gran cocina, en la que todos devoran y son devorados. Nada se pierde: la suma da siempre el mismo resultado. ‘Todo hace estiércol’, dicen los campesinos. Vivimos, como dicen antropólogos y biólogos, en parte de seres que creamos en nuestras propias entrañas, para digerirlas a continuación. Así podemos imaginarnos a los demiurgos: arriba, como Espíritu del Mundo, que se deleita en olímpica paz con la furia de los animales y las guerras de los hombres… abajo, como un abultado vientre a quien le sienta bien todo devorar y ser devorado…” Ernst Jünger

Todo el Universo es alimento. El Alimento es la sustancia de todo. Dice el Taittirîya Upanisad: ‘La sustancia del universo es llamada alimento’. Y también: ‘El alimento es el principio universal, porque en verdad los seres están hechos de alimento, una vez nacidos viven del alimento y cuando mueren se convierten en alimento’ (3,2) – El Alimento es la forma del Sí mismo, porque el ser no es sino alimento. Las Escrituras dicen que cuando un hombre no come, entonces no piensa, no escucha, carece de tacto, no ve, no puede hablar, sentir ni paladear. Sus energías vitales lo abandonan. Pero se dice que si come, se llena de vida. Puede pensar, escuchar, tocar. Puede hablar, paladear, sentir y ver. Por eso:

Todas las criaturas están hechas de alimento,
todo lo que hay sobre la Tierra
vive de alimento y se convierte, al final, en alimento (T. U. 2,2,1)

Todos los seres de este mundo, día tras día, se agitan en busca de alimento. El sol aspira el alimento con sus rayos y ofrece calor. El fuego, bien alimentado, arde. Este mundo fue moldeado por el hambre de la Inmensidad. Por eso hemos de venerar el alimento como el alma del universo. Las Escrituras dicen:

Todas las cosas han nacido del alimento.
Nacidas, crecen por el alimento.
Todo es comido y come.
Por lo tanto, todo es alimento (T. U. 6, 11-12)

No se puede decir si lo comido es más importante que lo que come, si el combustible es más importante que el fuego…” Alain Daniélou

A las citas anteriores, me gustaría añadir una información que me ha llegado hoy mismo, leyendo un reportaje sobre el ‘vuelo’ de las semillas en primavera, esos bulanicos que llenan campos y ciudades en esta época del año. Pues bien, resulta que estas pelusas, al tratarse de semillas, son alimento para algunas especies de aves como los verdecillos y los jilgueros, y para otros como el moscón, además, son material para hacer sus nidos. Curioso, ¿verdad? En fin, es una verdad inobjetable que todo lo que hay en el universo es alimento. Sé que esto es así y ya está, que las interpretaciones no sirven para nada, que no hay que añadirle categoría moral alguna a los fenómenos de la naturaleza. Pero entiéndaseme si yo afirmo, aunque aquí me aleje de la vía del zen, que me parece cruel que la forma de sostenimiento de todos los seres vivos sea a costa de otros seres vivos, que el sacrificio y la muerte constituyan la fórmula universal para la supervivencia de las especies.

Por eso entiendo a los veganos, los cuales no pudiendo obviamente evitar el alimentarse, son al menos vegetarianos (como lo eran los cátaros), lo cual es un acto evolutivo digno de elogio y emulación. Ellos se alimentan de plantas porque éstas no poseen un sistema nervioso, y, por tanto, no sufren. La verdad es que, seamos lo que seamos, lo mejor que podemos hacer es alimentarnos de todo aquello que no constituya un sufrimiento para otros seres. Se pueden comer y beber productos lácteos, frutas de todo tipo, verduras y vegetales variados, y se puede vivir perfectamente así, sin necesidad de alimentarse de carne ni de pescado, a no ser, claro, que nos veamos en un caso de hambre, de extrema necesidad, y no tengamos otra cosa a mano. Pero insisto: ningún animal debe sufrir ni por diversión ni por alimentación.

Enlaces recomendados hoy:










viernes, 11 de mayo de 2012

La verdad es un árbol con raíces

He aquí un fragmento musical magnífico de la banda sonora de la película “El Rey Arturo”, del gran compositor alemán Hans Zimmer.


Carta enviada por el médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung (1875-1961) a una discípula suya, la británica Constance Lang, el 17 de noviembre de 1921

“La gnosis debería ser una experiencia de nuestra propia vida, una planta cultivada en nuestro propio árbol. Los dioses extranjeros son un veneno dulce, pero los dioses vegetales que uno cultiva en su propio jardín son nutritivos (…) Usted no debería hacer de los árboles extranjeros un tótem (…) Nadie la apoyará una vez que traspase los límites; pero debemos bendecir el lugar en que encontramos el comienzo de nuestras limitaciones. Más allá de nuestras fronteras no hay nada salvo ilusión y sufrimiento, porque uno llega a un país donde los espíritus de los antepasados y los hechizos no son los nuestros. – Ningún profesor le enseñará cuando usted se debilite, pero su propia alma le proporcionará la medicina adecuada.

Debe ser fuerte dentro de su país. Tiene árboles fuertes, gran abundancia de campos fértiles, y agua buena. ¿Por qué busca las enseñanzas extranjeras? Son venenos, no proceden de su misma sangre. Debería apoyarse en sus propios pies, pues dispone de una tierra rica debajo de ellos. ¿Por qué escucha la palabra de un hombre que está fuera de su tierra y que no se apoya en sus propios pies? La verdad es un árbol con raíces. No son palabras. La verdad sólo crece en su propio jardín, no en otro lugar.

Sólo los hombres débiles comen la comida de un extraño. Pero su pueblo necesita un hombre fuerte, un hombre que adquiera su verdad en sus propias raíces y de su propia sangre. Eso, y sólo eso, es bueno para el pueblo (…) Apelo a su propia fortaleza natural. Perderá su destino el pueblo que adopte hechizos extranjeros…”

La espiritualidad gnóstico-europea de Jung nunca se mostró de un modo tan evidente como en esta carta. Sus referencias a la raigambre de la espiritualidad del individuo, el hecho de que dicha espiritualidad debe proceder de la misma sangre y la llamada a permanecer dentro de las fronteras del paisaje místico propio, son todo un canto a la fidelidad a la tierra y a los antepasados… Nunca estará de más insistir además en el hecho de que Jung, que fue un personaje realmente extraordinario en todos los aspectos, no hizo otra cosa en su vida y en su obra que enseñar al hombre de Occidente a resucitar a Kristos dentro de su alma. Porque Kristos es el Self para el hombre occidental…

Abundando más en este regreso a los orígenes, viene a colación también aquello que escribió el filósofo alemán Martin Heidegger, en los años de la guerra fría: “Si entendemos Occidente no etimológicamente como caída (la referencia a Spengler es obvia), sino como cercanía a los orígenes griegos, entonces la guerra y su devastación -y el frío de la posguerra- no habrían sido sólo una ocultación del Ser sino el recuerdo de la necesidad de descender hacia ese ortus continuamente aludido, un retorno al origen. ¡Volvamos a la patria!...” – Al final de su vida, Heidegger hablará del budismo y del zen, pero no ignoró en ningún momento que Occidente no se salvará a partir de ningún Oriente, sino sólo a partir de sus propias raíces, como también apuntó Jung, tal y como hemos visto. Sí, solo volveremos a ser nosotros mismos a partir de un inmersión en las raíces paganas y gnósticas de la Tradición Ancestral Europea, que la Iglesia trató de eliminar por todos los medios, consiguiéndolo en gran medida con la ayuda inestimable de las ideologías modernas... A este respecto, ya escribí en este Blog un post el 6 de enero de este mismo año, y que titulé: “¡Hay tantas Auroras que aún no han despuntado!” 



Vayamos ahora al tema central que quiero desarrollar en este post de hoy, el cual está profundamente vinculado con lo que he expuesto en esta introducción. Se trata de un asunto que genios de la talla de Mircea Eliade, Rene Guénon, Carl Gustav Jung o Henry Corbin estudiaron muy, muy a fondo… Veamos… Lo primero que deseo reseñar es que, de una u otra forma, en las tradiciones de los pueblos indoeuropeos siempre se encuentra la idea de un poderoso ‘Señor del Mundo’, de un reino misterioso que se encuentra por encima de todo reino visible. De una residencia que tiene, en sentido superior, el significado de un polo, de un eje, de un centro inmutable y secreto, representado como una tierra firme en medio del océano de la vida, como una comarca sagrada e intangible, como una tierra de la luz, o tierra solar…

Significados metafísicos, símbolos y oscuros recuerdos se entrelazan aquí inseparablemente... La idea de la realeza olímpica y del ‘mandato del cielo’ constituye sin duda un tema central: “Aquel que reina a través de la Virtud (del Cielo) – dice Kong-tze – se asemeja a la estrella polar: él permanece inmóvil, pero todas las cosas se mueven a su alrededor”. La idea del Rey del Mundo aparece aquí de una manera clara, y concebido como cakravartî se encuentra por encima de una serie de temas subordinados: el kravarti -Rey de los reyes- hace girar la rueda –la rueda del Regnum, de la “Ley”, del Dharma– permaneciendo él mismo inmóvil. Invisible como la del viento, su acción tiene sin embargo la irresistibilidad de las fuerzas de la naturaleza. En mil formas, y en estrecha conexión con la idea de una tierra nórdico-hiperbórea, irrumpe el simbolismo de la sede del medio, de la sede inmutable: la isla, la altura montañosa, la ciudadela del sol, la tierra defendida, la isla blanca o isla del esplendor, la tierra de los héroes… “Ni por tierra ni por mar se alcanza la tierra sagrada” afirmaba Píndaro, dentro de la tradición helénica. Ésta es también la isla de Avalón, es decir, la isla de Apolo, del dios solar hiperbóreo, denominado a su vez Aballún por parte de los Celtas. También respecto de legendarias razas ‘divinas’, como los Tuatha dè Danann, que vinieron del Avalón, se dice que vinieron ‘del cielo’. Los Tuatha llevaron consigo desde el Avalón algunos objetos místicos: una piedra que indica a los reyes legítimos, una lanza, una espada, un vaso que provee un alimento permanente, el ‘don de vida’. Son los mismos objetos que figurarán en la leyenda del Grial…

Desde los tiempos primordiales estos temas originarios indoeuropeos descienden hasta el Medioevo asumiendo en esta época formas características. De aquí, por ejemplo, y dentro del Tema de Bretaña, las tradiciones relativas al reino del Preste Juan y del Rey Arturo… El reino de Juan asume muchas veces los rasgos del ‘lugar primordial’, del ‘paraíso terrestre’. Es allá donde crece el Árbol; un árbol que, en las diversas redacciones de la leyenda, aparece a veces como Árbol de la Vida, otras como un Árbol de la Victoria y del dominio universal. Allí se encuentra también la piedra de la Luz, una piedra que tiene la virtud de resucitar al animal imperial, el Águila. Juan domina a los pueblos de Gog y de Magog – las fuerzas elementales, el demonismo de lo colectivo. Varias leyendas hablan de viajes simbólicos que los más grandes dominadores de la historia habrían hecho hacia tierras que tenían un significado análogo, o hasta el país del preste Juan, para recibir allí una especie de consagración sobrenatural de su poder. Pero… ¿de qué país se trataba? En la leyenda de Oyero de Dinamarca el reino del Preste Juan se identifica con el Avalón, es decir con la isla hiperbórea, con la tierra solar, con la isla blanca...

En Avalón, y esto es esencial señalarlo, se ha retirado el Rey Arturo. Acontecimientos trágicos, descritos en formas diferentes de acuerdo a los textos, lo obligan a buscar allí refugio. Este retiro de Arturo no tiene el significado de la conversión de un principio de una función, en algo latente. Arturo, de acuerdo a la saga, no ha muerto nunca. Él vive todavía en el Avalón. Él se volverá a manifestar nuevamente. En la figura del Rey Arturo debe verse una de las múltiples funciones del ‘dominador polar’, del ‘rey del mundo’. El elemento histórico se encuentra aquí revestido por el suprahistórico. Ya la antigua etimología vinculaba el nombre de Arturo con arkthos, es decir, ‘oso’, lo cual, a través del simbolismo astronómico de la constelación polar, remite claramente a la idea del centro...

El simbolismo de la Mesa Redonda, de cuya caballería Rey Arturo es el jefe supremo, es solar y polar. El palacio de Rey Arturo -así como el Mitgard, la residencia luminosa de los Asen, de los ‘héroes divinos’ nórdicos- está construido en el centro del mundo – in medio mundi constructum. De acuerdo a algunos textos, el mismo gira alrededor de un punto central: gira, como en la isla blanca’ recordada por los indoeuropeos de Asia, en la tierra hiperbórea cuyo dios es el solar Vishnu, gira la swástica, como la isla de vidrio céltico-nórdica -un facsímil del Avalón- gira; como la rueda fatal del cakravartî, del Rey del Mundo ariano, gira. Los rasgos sobrenaturales, ‘mágicos’, propios de esta figura se encarnan, por decirlo así, en Myrddhin, es decir, en Merlín, consejero inseparable de Rey Arturo, que es, en el fondo, la representación personificada de la parte sobrenatural del mismo Arturo. La caballería de Arturo irá a la búsqueda del Grial. La caballería de Arturo, que recluta sus miembros entre todas las patrias, tiene como consigna: “El que es jefe, que sea nuestro puente”. De acuerdo a la antigua etimología, pontifex significaba por lo demás el ‘hacedor de puentes’, aquel que establece el lazo entre las dos riberas, entre los dos mundos...

La doctrina del centro supremo y de las edades del mundo está estrechamente vinculada con la de las leyes cíclicas y de las manifestaciones periódicas. Si se dejase a un lado tales puntos de referencia, muchos mitos y muchos recuerdos tradicionales nos remitirían a una situación de fragmentos casi incomprensibles. “Ello aconteció una vez – ello acontecerá de nuevo”, enseña la tradición. Y también: “Cada vez que el espíritu declina y la impiedad triunfa, Yo me manifiesto; para la protección de los justos, para la destrucción de los malvados, para establecer firmemente la ley, de edad en edad Yo revisto un cuerpo...” En todas las tradiciones, bajo diferentes formas, más o menos completas, siempre encontramos la doctrina de las manifestaciones cíclicas de un principio único, subsistente en los períodos intermedios en estado latente. Mesías, Juicio Universal, Regnum, etc. Todo esto no representa otra cosa que la narración extraordinaria y auténtica acerca de un dominador que no habría muerto nunca, sino que se habría retirado en una sede inaccesible –idéntica en el fondo, al ‘Centro’– para volver a manifestarse en el día de la ‘última batalla’; de un emperador que duerme y que se volverá a despertar; de un príncipe herido, que espera a aquel que lo curará y que conducirá a su reino decaído o devastado hacia un nuevo esplendor... Todos estos muy notorios temas de la leyenda imperial medieval nos remiten sumamente lejos en los tiempos. El mito primordial del Kalki-avatâra contiene ya todas estas ideas en una relación sumamente significativa con otros símbolos. Kalki-avatâra ha ‘nacido’ en Shambala, que es una de las designaciones del centro hiperbóreo primordial. La enseñanza le ha sido transmitida por parte de Paraçu-Râma, el representante “nunca muerto” de la tradición de los ‘héroes divinos’, el destructor de la casta guerrera en rebelión. Kalki-avatâra combate en contra de la edad oscura y sobre todo contra los jefes de las fuerzas demoníacas de la misma, Koka y Vikoca, los cuales etimológicamente remiten a Gog y Magog, a las fuerzas subterráneas que, ya dominadas y subyugadas por el regio Preste Juan, se desencadenarán en la edad oscura y contra las cuales también el emperador vuelto a despertar deberá combatir…

[Habrá una segunda parte]

Aconsejo vivamente leer esta obra realmente maravillosa y didáctica titulada “El Rey del Mundo” (1927), escrita por el gran matemático, filósofo y metafísico francés René Guénon (1886-1951)






viernes, 4 de mayo de 2012

Cuentos Zen para trascender

He aquí una bellísima y melancólica melodía titulada Ich bin der Welt abhanden gekommen!Me he alejado del mundo. Se trata de uno de los más célebres Rückert Lieders de Gustav Mahler. Esta versión es cantada por la extraordinaria soprano Waltraud Meier (la cual está considerada como la mejor soprano viva del mundo). Pongo aquí la letra del poema, que es precioso, en español y en original alemán.


He abandonado el mundo
en el que malgasté mucho tiempo,
hace tanto que no se habla de mí
¡que muy bien pueden creer que he muerto!

Y muy poco me importa
que me crean muerto;
no puedo decir nada en contra
pues ciertamente estoy muerto para el mundo.

¡Estoy muerto para el bullicioso mundo
y reposo en un lugar tranquilo!
¡Vivo solo en mi cielo,
en mi amor, en mi canción!

Ich bin der Welt abhanden gekommen,
Mit der ich sonst viele Zeit verdorben,
Sie hat so lange nichts von mir vernommen,
Sie mag wohl glauben, ich sei gestorben!

Es ist mir auch gar nichts daran gelegen,
Ob sie mich für gestorben hält,
Ich kann auch gar nichts sagen dagegen,
Denn wirklich bin ich gestorben der Welt.

Ich bin gestorben dem Weltgetümmel,
Und ruh' in einem stillen Gebiet!
Ich leb' allein in meinem Himmel,
In meinem Lieben, in meinem Lied!

* * *

“La existencia no es difícil de entender. No hay misterio de la vida. Todo está trazado claramente para que la humanidad lo vea y lo reconozca. La ciencia del conocimiento, que no se basa en ‘pensamientos’ sino en visión, ha estado siempre disponible para la raza humana a través de las enseñanzas transmitidas por los Mensajeros. Esta ciencia la descubrimos desde el comienzo de la historia registrada del hombre. La única ciencia que ha descendido a nosotros, la ciencia transmitida de percepción interna directa, desprovista del velamiento de lo sensorial, se encuentra en las enseñanzas originales del Tao. Se encuentra también en los mensajes incomparablemente codificados de los maestros Zen, que extraen las enseñanzas en su pureza de una fuente aproximadamente dos mil años anterior a ellos. Está en toda la historia de los gnósticos del Islam, desde los Compañeros que vivieron hace mil cuatrocientos años, la gente de Suffa, hasta los grandes maestros sufís, Iman Yunaid, al-Yilani, Naqshbandi, Shadili y Darqawi…” Abd al-Qadir as-Sufi [Indicaciones de los signos]

“Las personas con tendencia racionalista tienen la obsesión de los ‘pensamientos’; ven los conceptos, no las ‘cosas’; de ahí sus críticas fallidas de las doctrinas inspiradas y tradicionales. No ven ni las realidades de las que hablan estas doctrinas, ni las cosas inexpresadas que caen por su peso. Critican como juristas lo que sorprende a sus hábitos mentales; no pudiendo llegar a las ‘cosas’, se apropian de las palabras. Lo propio de los filósofos es objetivar sus limitaciones (…) Vivir de pensamientos es reemplazar indefinidamente unos conceptos por otros conceptos. En el raciocinio, los conceptos se desgastan sin poder ser nunca reemplazados, en este plano, por algo mejor. Nada es más nocivo que este desgaste mental de una verdad; se diría que las ideas verdaderas se vengan del que se limita a pensarlas. – Aquel cuyo ser está demasiado exclusivamente anclado en el pensamiento, aquel que quiere realizarlo todo en lo mental y que no hace más que agotar virtualidades de conocimiento, cae finalmente en el error si no se encuentra ya en él, como la curva ascendente de un círculo se transmuta imperceptiblemente en curva descendente. A pesar de ciertas fluctuaciones que pueden llevar a engaño, ahí está todo el drama de la filosofía…” Frithjof Schuon [Perspectivas espirituales y hechos humanos]

Y como no hay nada más contrario al pensamiento racionalista y al raciocinio estéril que el espíritu de la narración fantástica -preñada siempre de grandes enseñanzas- he aquí varios cuentos zen


Un samurái le pidió a un maestro que le explicara la diferencia entre cielo e infierno. Sin responderle, el maestro se puso a dirigirle gran cantidad de insultos. Furioso, el samurái desenvainó su sable para decapitarle.

- He aquí el infierno – dijo el maestro. El guerrero, impresionado por estas palabras, calmó su ira y volvió a enfundar el sable. Al ver esto, el maestro añadió:

- He aquí el cielo.

*

- Maestro, quiero estudiar el arte de la espada, ¿cuántos años necesitaré?

- Diez años.

- ¡Son demasiados!

- Entonces, veinte años.

- ¡Pero eso es una barbaridad!

- Treinta años.
*

Un maestro zen le ofreció un melón a su discípulo y le preguntó:

- ¿Qué te parece este melón? ¿Está bueno?

- Sí, sabe muy bien – contestó el discípulo.

- ¿Dónde está ese sabor? – le preguntó luego el maestro -. ¿En el melón o en tu lengua?

El discípulo reflexionó y se lanzó a dar complicadas explicaciones:

- Este sabor procede de una interdependencia entre el melón y mi lengua, porque mi lengua sola, sin el melón, no puede…

El maestro lo interrumpió bruscamente:

- ¡Idiota! ¡Más que idiota! ¿Qué pretendes? Este melón está bueno. Eso basta.

*

Un célebre espadachín japonés, que se decía adepto al zen, fue al encuentro del maestro Dokuon y le dijo, no sin un leve aire de triunfo, que todo lo que existía era el vacío, que nada distinguía al yo del tú, etc. El maestro lo escuchó un momento en silencio, luego cogió su pipa y golpeó con fuerza al soldado en el cráneo.

El hombre saltó, cogió su sable y amenazó al monje.

- Vaya – dijo éste muy tranquilo -, el vacío no tarda en montar en cólera.

*
Un viejo monje y un monje joven caminaban por el bosque hasta que llegaron al frente de un río bravo. El río no era ni muy ancho ni profundo, y dado que no había puente decidieron cruzarlo sin más. En eso se les acercó una joven que llevaba ya mucho tiempo a la orilla del río. Llevaba puestos vestidos elegantes, llevaba un abanico, tenía pestañas muy largas y les sonreía con sus ojos grandes.

- Oh – dijo ella – la corriente es tan fuerte y el agua tan fría. Y si se me moja el Kimono me va a ruinar toda la seda. ¿Podría uno de ustedes ayudarme a pasar el río y cargarme?

Con estas palabras iba acercándose al joven monje. Pero él pensó que el comportamiento de la mujer era irrespetuoso. Sin embargo el viejo monje encogió los hombros, subió a la joven mujer y cargó con ella dejándola a la otra orilla después de haber cruzado el río. Después los dos monjes siguieron caminando.

Aunque durante la caminata mantuviesen el silencio, el joven monje estaba muy enfadado. Él pensaba que su colega más viejo había cometido un grave error al ser tan generoso con esa mujer tan orgullosa. Y lo que era peor aún, al tocar a una mujer había incumplido un precepto de su orden. Y mientras seguían caminando, el joven monje seguía enfurecido para adentro, hasta que no aguantó más y comenzó a incriminarle al compañero su comportamiento por haber cargado a esa mujer y haberla ayudado a cruzar el río. Tenía tanta rabia que toda la cara se le había puesto roja.

- ¿Todavía estas cargando con esa mujer? – preguntó el monje más mayor.

– Yo, hace más de una hora que dejé de hacerlo.

*

-Vengo maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no hago nada bien, que soy torpe, nadie me quiere por eso estoy solo. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro le dijo: -Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizá después… -Y haciendo una pausa agregó: -Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y tal vez después pueda ayudar.

-E… encantado maestro -titubeó el joven

-Bien -asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba puesto en el dedo pequeño de la mano izquierda y se lo dio al muchacho, agregó: -toma el caballo que está ahí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara, hasta que un viejito se tomó la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.

Después de ofrecer su joya a todo el que se cruzaba en su camino, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó. Entró a la habitación, donde estaba el maestro, y le dijo: -Maestro, lo siento pero no es posible conseguir lo que me pediste. Quizá pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que pueda engañar a nadie respecto al verdadero valor del anillo.

-Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-Debemos primero saber el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. Quién mejor que él para saberlo. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. No importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

Llegó a la joyería, el joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó, y luego dijo: -Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

-¿Cincuenta y ocho monedas? – exclamó el joven. -Sí -replicó el joyero-Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo.

-Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor? Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda…

*

Hoy, en vez de recomendar una página web o un blog, invito a que se vea esta extraordinaria película sobre la vida de un ser realmente excepcional: el Gran Maestro Zen Eihei Dogen (1200-1253)