Cuando decimos nuestros nombres todos somos distintos. Con cuerpos individuales, gustos diferentes y ropa particular. Pero cuando cantamos el mismo mantra, o rezamos la misma oración, o contemplamos el mismo ocaso, o respiramos el mismo aliento..., nos unimos por breves momentos en un camino común, con una misma intención y una sola aspiración: fundirnos en el Espíritu... Entonces ya no hay individuos, sólo Enamorados que, por la fortuna del Amor, se han disuelto en la Inmensidad de lo Divino...
Así, por breves instantes, el individuo deja su lugar a la Inmensidad para fundirse con Ella. Ese pequeño destello que suele pasarnos desapercibido es un momento de iluminación. A veces eres capaz de verlo en la persona que tienes al lado, pero es difícil reconocerlo en ti mismo porque piensas que es imposible y que no puede ser tan fácil estar tan cerca de Dios...
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