El cuerpo es todo lo que tenemos. No hay nada que nos indique mejor nuestra entidad y nuestro destino real. Nacemos y morimos por el cuerpo. Y todo lo demás son ornamentos. Se califican de sentimientos morales los dolores o las alegrías del alma pero al cabo tan solo valen “la pena” (o el gozo) en cuanto el cuerpo los “in-corpora” y desde allí clama. Dar de comer al cuerpo es igual a dar de comer a todo aquello que somos y llegaremos a ser. Cuidar al cuerpo y precisamente a través de los spas actuales, donde el agua fluye, es regar la conciencia y abastecerla de recursos primordiales para ver y juzgar. Cuantas más atenciones recibe el cuerpo más se advierte que el espíritu se contenta y brinca...
Y, sin duda, la razón última por la que nos complace tanto su bienestar es porque el alma resuena alegre en su seno. De este modo, tal y como he observado en persona, los buenos gimnasios y salas de masajes, los itinerarios de los spas y las aromaterapias o las cromoterapias, adquieren el carácter de ceremonias casi sagradas. Y, efectivamente, la arquitectura interior de estos recintos evoca cada vez más la atmósfera de los templos, su música relajante son los cantos religiosos y las inmersiones en los baños que remiten una y otra vez a la idea del bautismo. A un bautismo caracterizado más en cuanto ingreso inaugural en la limpieza absoluta del ser originario que como ingreso litúrgico de una religión determinada...
Este bien-estar es mucho más que ese 'bienestar' falso, vacío y artificial que nos ha vendido el sistema. Por eso, los ingleses llaman a estos nuevos ámbitos wellness, y está claro que han sustituido al gimnasio tradicional a través de reemplazar el propósito de musculación por el de bienestar. A la idea severa de hacer fuerte al cuerpo ha sucedido la idea de volverlo tan flexible como suave... Todo lo que en la vigorización y la vigorexia es un esculpido cruel se vuelve amable en los procedimientos del wellness. El deseo fundamental no es llegar a estar en forma y ni siquiera violentar la forma natural del cuerpo sino estar en armonía con él. O lo que sería lo mismo: tratar el cuerpo mediante una melodía que le confiera la paz y el dulzor de los tendones. La paz del cuerpo dúctil es igual a la paz del alma. La paz del alma o el sosiego que se deduce de estos recintos semisagrados viene a ser el resultado de una producción de cuerpos felices y, en consecuencia, de seres humanos más inclinados a amar, más próximos a la empatía. Como consecuencia de ello, lo que era abrupto se convierte en grácil sutileza...
No hay otro modo de que la inteligencia se aderece con nuevos atributos. ¿Y qué demuestra esto? Que el cuerpo ha adoptado otra conciencia de sí. Ha asumido que no hay otra cosa a salvar o condenar que el cuerpo humano mismo. Y no importa que sea más o menos complejo que el cuerpo de los animales. ¡De todos modos somos totalmente cuerpo o nada menos que cuerpo! En fin, las nuevas iglesias en torno al spa y sus rogativas de wellness, las enseñanzas del Yoga y la Meditación, denotan hasta qué extremo se está inaugurando otra concepción de la salud, de la vida y de la muerte. El centro del universo está ahí en el alma resucitada para siempre de sus penitencias y convertida para siempre en cuerpo...
Vicente Verdú
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