A veces, cuando percibimos el mundo, lo percibimos sin lenguaje, espontáneamente, con un sistema preverbal. Pero otras veces, cuando contemplamos el mundo, primero se nos viene una palabra a la mente y después percibimos. En otras palabras: en el primer caso sentimos o percibimos directamente el universo y en el segundo nos persuadimos de ver nuestro universo. De manera que, o bien miramos y vemos más allá del lenguaje - como primera percepción - o bien vemos el mundo a través del filtro de nuestros pensamientos, hablando con nosotros mismos. Todos sabemos cómo es sentir directamente las cosas. La emoción intensa - la pasión y la agresión y los celos - no tiene lenguaje: el primer destello es demasiado intenso. Después de ese primer destello, la mente empieza a pensar: "te odio" o "te quiero", o nos preguntamos si debemos acaso amar con tal intensidad...
En nuestra mente tiene lugar una pequeña conversación. Sincronizar la mente y el cuerpo es mirar y ver directamente, más allá del lenguaje. Ello no se debe a una falta de respeto hacia el lenguaje, sino a que nuestro diálogo interno se convierte en cháchara subconsciente[...] En cambio, cuando sentimos que podemos darnos el lujo de relajarnos y percibir directamente el mundo, ahí nuestra visión puede expandirse. Podemos ver, en el acto, de una manera despierta. Los ojos comienzan a abrírsenos cada vez más, y vemos que el mundo es colorido y fresco, y tan preciso; la nitidez de cada ángulo es maravillosa...
Chögyam Trungpa [Extraido del libro "Shambhala. La senda sagrada del guerrero"]
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