He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

martes, 22 de marzo de 2016

Enseñanzas Fundamentales de mi Maestro Yabir...

"Tu mano se abre y se cierra, se abre y se cierra. Si estuviese siempre en puño o siempre extendida, estarías paralizado. Tu presencia más profunda está en cada dimensión contrayéndose y expandiéndose, las dos como unas muy bien equilibradas y coordinadas alas de ave..." Rûmi
 
Yabir Abu Omar (1953-2009) reunía un bagaje humanístico y científico que le posibilitó el redescubrimiento de la ciencia de la Espagiria. Unos breves apuntes sitúan su figura y su obra...
 
 
 
 
Yabir Abu Omar fue médico, doctorado en Filología Semítica por la Universidad de Granada en 1976, Maitre de Conferencias en la Universidad de Argel (Argelia) 1976-1978, donde trabajó como Profesor de Cultura Andalusí, en la Facultad de Letras. Entre 1979 y 1984 dirigió la Biblioteca de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad de Granada. Su interés por la alquimia desde que era un adolescente, y su posterior evolución personal hacia el islam le convirtieron en un buscador del arte kémico que se desarrolló a partir del conocimiento del antiguo Egipto y fue preservado en la tradición terapéutica, hermética y gnóstica del islam. Curiosamente, no fue en la Biblioteca granadina donde Yábir encontró los textos de espagiria y medicina kémica andalusí que andaba buscando, sino en los fondos de la Biblioteca del Escorial, donde Arias Montano y una escuela de espagiristas agustinos habían preservado antiguos textos islámicos. Su conocimiento del árabe clásico y del trasfondo simbólico alquímico le abrió las puertas a un mundo desconocido para sus contemporáneos, al poder interpretar en clave contemporánea aquello que los antiguos textos –con su lenguaje hermético- ocultaban y desvelaban a la par. Diplomado como Heilpraktiker por el Keppler Institute de Munich en 1994. En 1990 Yábir fundó en España el primer Laboratorio Espagírico Sothis con el propósito de recuperar la antigua ciencia de la Espagiria, o Medicina de origen alquímico. Escritor de varios libros y artículos sobre el tema, impartió seminarios y conferencias sobre Espagiria en España, Argentina, Chile y México, adaptando esta extraordinaria ciencia para los profesionales contemporáneos de la medicina y las terapias alternativas. La serie de TVE 'La pasión de vivir' definió a Yabir como “un alquimista del siglo XXI”
 
 
 
 
En un artículo divulgativo, "La espagiria, la medicina alquímica andalusí", Yábir situaba el contexto histórico e introducía la cosmovisión alquímica: “Cuatro o cinco mil años de antigüedad. Ese es el tiempo que hace que el hombre conoce la Medicina Espagírica, el arte de curar originario del antiguo Egipto. El conocimiento pasó de Egipto a Al-Ándalus y de ahí al olvido. En la era de las nuevas tecnologías de la información, en pleno siglo XXI, aparece de nuevo. La Alquimia y la Medicina, han mantenido siempre una estrecha relación de contenidos. Ambas ciencias, cada una en su terreno, se han ocupado de un modo preferencial de la Salud Humana pese a que sus criterios nunca fueron coincidentes.
 
Esto, desde luego, demanda una explicación razonable y coherente ahora que la Espagiria, hermana menor de la Alquimia y ciencia hermética como ella, comienza a resucitar con creciente éxito en los círculos de las Medicinas alternativas de Europa. Mientras que la Medicina debe su nombre y su existencia a los “medos” o persas, las ciencias de la salud derivadas del paradigma egipcio,el antiguo país de Kemi o de la “tierra negra”, desarrollaron el término “kémico” o su forma latinizada “chémico”... Ciencias kémicas, epíteto al que los árabes prestarían su artículo para convertirse en “al-kémico”, de donde naturalmente proviene el sustantivo “alquimia”. Ambos términos, “medicina” y “alquimia”, tuvieron pues en principio una semántica común y sin embargo sus presupuestos y pilares fueron siempre completamente distintos e incluso radicalmente opuestos. Mientras que el paradigma persa o “medico” se decantó, en absoluta coherencia con el dualismo tradicional iranio, por la curación por medio de la oposición de contrarios (el calor se quita con el frío y el frío con el calor), el paradigma egipcio o kémico, desarrolló un sistema basado en la curación por lo semejante al que se llamó también medicina simpática, ley de las signaturas y a partir del siglo XVIII, homeopatía.
 
Durante la Edad Media, ambas escuelas de pensamiento perviven y desarrollan sus métodos tanto en el mundo cristiano como en el musulmán, y será a partir del siglo XVI cuando en la Europa del Renacimiento se adopte definitivamente el paradigma “médico” como al oficialmente reconocido, reduciendo a la vieja “al kimiya” a la categoría de pseudo-ciencia, y lo que es peor, se la incluye en el índice de las ciencias malditas.
 
El devenir de la Historia han hecho que hoy, el término “alquimia” se aplique tan solo a una ciencia mítica y legendaria, empeñada en transmutar metales innobles en oro y prácticamente despojada de toda la dimensión que antaño tuvo como “ciencia de Salud”. Sabemos empero, que como ocurriera en los tiempos remotos del Egipto faraónico, el paradigma kémico gozó del reconocimiento y apoyo de los poderes públicos durante la mayor parte del período andaluz.
 
 
 
 
Efectivamente, uno de los momentos históricos más felices para la vieja Alquimia, fue durante los siglos dorados de la hegemonía islámica. La búsqueda del Conocimiento (maarifa) como imperativo coránico, junto con la tendencia al Unitarismo (tawhid), una de las características doctrinales del Islam, conforman dos potentes vectores que fueron capaces de animar la expansión del Islam medieval y que explican en gran medida, la política de recopilación de tradiciones y manuscritos fomentada por muchos de los califas. Posiblemente, el unitarismo doctrinal que emanan las escuelas de pensamiento egipcias de la Alejandría helenística debió enamorar a los musulmanes, de modo que, no sólo protegieron a estas escuelas, sino que las islamizaron rápidamente conectándolas con otras corrientes de pensamiento, supervivientes también del paradigma kémico y que se mantenían vivas en algunos lugares de Oriente Medio...
 
Con el Renacimiento, el viejo paradigma kémico, sufre la persecución de la intolerancia, los kémicos moriscos (Hakim) que se habían formado en las escuelas y universidades de al Andalus, especialmente en Granada, continuaron ejerciendo su profesión durante algunos años tras la conquista de la ciudad nazarí, pero su ciencia, ilegalizada por el Estado cristiano, quedará proscrita y desprestigiada en la mayor parte de los casos. Técnicas tan sofisticadas como la de las almácigas o atramentos, tintas medicinales confeccionadas según la ciencia espagírica y que se utilizaban para escribir sobre un papel caracteres y cifras calculados con complicadas técnicas para ser desleídos después en agua o, suero lácteo o en vino, fueron prohibidas y perseguidas por considerar (según consta en varios procesos inquisitoriales) que con los dichos caracteres se invocaba a los demonios. Esta técnica sofisticadísima de las almácigas, terminó ya desvirtuada y desprovista de su original rigor científico (téngase en cuenta que unía en un mismo proceso la precisión de las diluciones decimales, las microdosis y el concepto de onda de forma tal y como hoy lo concibe la Homeopatía y la Radiónica) formando parte del arsenal de brujos y curanderos rurales que incluso en nuestros días escriben en un trocito de papel oraciones cristianas para que los pacientes las ingieran desleídas en vino o en agua. Algo parecido ocurrió con los “sahumerios” aplicados tras el “hammam” o baño de vapor que fueron considerados como sospechosos de ser rituales de brujería y de invocación a los diablos, cuando en realidad se trataba de una magnífica vía de aplicación de las propiedades más volátiles de ciertas plantas medicinales. La fabricación misma de los remedios según las técnicas de la fermentación y el destilado tras la captación del Espíritu Universal por medio del rocío del mes de Mayo, que era la base operativa de la Espagiria, corría serio peligro de perderse tras el terrible embate de la intolerante ignorancia. La intervención afortunada de un rey, logró empero salvar una vez más a la Tradición hermética del destierro y del olvido.
 
 
 
 
Felipe II enamorado de la Alquimia y por ende de su hermana menor, la Espagiria, logró con la preciosa colaboración de Arias Montano, su bibliotecario, no solo recuperar gran cantidad de obras alquímicas y espagíricas escritas en árabe y en hebreo y procedentes de las expoliadas bibliotecas de al-Andalus, sino que también se supo rodear de alquimistas y espagíricos moriscos con los que fue convirtiendo el misterio de la fabricación de los antiguos remedios espagíricos en la confección no menos misteriosa de benditos licores medicinales a cuya esmerada fabricación se aplicaban frailes. ¿De que mejor manera podría ocultarse parte de la ciencia kémica de los musulmanes, sino entre bebidas alcohólicas y monjes?
 
La persecución de la Espagiria en el resto de Europa, si bien fue en apariencia más discreta, no dejó sin embargo de hostigar a los espíritus más inquietos del Renacimiento. Giovani Pico de la Mirándola, Láscaris, Alexander Sheton y desde luego el gran Paracelso, sufrieron cada uno a su manera los ataques de la estulticia institucional. Pese a lo que suelen decir las biografías modernas, el verdadero iniciador de Paracelso en las ciencias kémicas, no fue el abate Tritemio, con el que ciertamente estudió en su juventud, sino Solimán Trismosin, un alquimista de origen granadino, como tantos otros desterrado en Estambul. Fue precisamente allí, en la antigua Constantinopla, donde Paracelso fue iniciado.”
 
En el texto Criterium Naturae, que ahora ve la luz, Yabir define el mito creador del Génesis y su frase crucial: “y separó Dios la Luz de la Tiniebla” como el inicio del movimiento “solve-coagula” en el Universo, o la puesta en marcha del movimiento mercurio/azufre, o ying/yang, moción eterna en el que están implicados todos los gradientes de la vida. El término “espagiria” al que nos venimos refiriendo, fue acuñado por el propio Paracelso en referencia directa a los vocablos griegos “spao” (separar) y “ageirein” (reunir) y nos lleva directamente al apotegema fundamental de del paradigma kémico y por tanto de todas las ciencias herméticas : “solve et coagula”, esto es: disuelve y cuaja, imperativos que definen a los dos estados polares de la materia: Sulphur y Mercurius. Podríamos definir al Mercurius como al estado de máxima disolución a que tiende el Sulphur, y a este como al estado de máxima densidad a que tiende el Mercurius. Como puede adivinarse,ambos polos extremos de la materia conforman un todo dinámico.
 
 
 
 
Una misteriosa fuerza a la que los alquimistas llaman “spiritus mundi” “(Espiritu) universal”, “ruh” o simplemente “dynamis”, empuja irremediablemente al estado “sulphur”, llegado al máximo de coagulación posible, hacia la disolución, hacia la pérdida paulatina de toda cohesión, hacia el Caos. Esta entropía, empero, se halla compensada por un proceso contrario que anida en lo más íntimo del estado mercurial y que se comporta como el principio de coagulación. Si al extremo mercurial le llamamos Muerte, al extremo sulfúreo habremos de identificarlo con el nacimiento, de modo que cada uno de los dos extremos presenta en lo más íntimo de su naturaleza una irresistible querencia hacia el polo contrario. Podría decirse sin herir a la verdad, que en el seno del Mercurius habita el germen del sulphur y que en el corazón del sulphur se halla el primer ente del Mercurius, ley universal que explica la dinámica de toda la Creación y que en el caso del drama humano se traduce en la certeza de que vida y muerte forman parte de un único y necesario proceso, de una cadencia,de una simetría dinámica impuesta por el mismo Espíritu Universal desde el principio de los tiempos.
 
Los estados extremos que acabamos de definir, se completan con un tercer elemento al que Basilio Valentin dio el nombre de “Sal”. El estado salino es por definición un estado intermedio, producto del choque violento entre el sulphur y el mercurius. La sal tiene a su vez la propiedad de detener temporalmente la dinámica del espíritu Universal apresándolo en una suerte de red o malla cristalizada. El fenómeno de la cristalización fue por eso, estudiado con especial atención por espagíricos y alquimistas, habida cuenta de que suponía por un a parte un instrumento natural capaz de frenar la entropía y por tanto capaz de alargar la vida física y por otra un modo de manipular informaciones energéticas altamente sutiles e incluso de atrapar en la red adecuada al mismísimo motor del Universo: el Spiritus Mundi.
 
En Criterium Naturae, Yábir muestra como a partir de la Unidad Original en el Mar de Posibilidades, la dinámica solve-coagula, ordena los elementos, el espacio, e incluso el tiempo. Una cita que puede sonar extraña, apunta a uno de los secretos de la Espagiria: “Esta idea del presente eterno y real, del tiempo radial como ‘medida de movimiento’ nos lleva a la experiencia mística de parar el Sol, tal y como hizo Josué, lo que equivale a observar la Luz desde la dimensión 0, o Mar de Nun.... El manejo de la cuarta dimensión en el laboratorio espagírico se nos mostrará como fundamental.” (C.N., pag. 122-123)
 
 
 
 
 

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