He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

martes, 20 de mayo de 2014

La verdad de la existencia humana...

"Lo he dicho muchas veces: si un filósofo tiene que elegir entre una verdad y la dicha -y eso puede llegar a suceder- no se puede llamar filósofo más que en la medida en que elige la verdad. Renunciar a la verdad, o a la búsqueda de la verdad, sería renunciar a la razón y, por el mismo hecho, a la filosofía. Aquí la norma prevalece sobre el fin y debe prevalecer: la verdad, para el filósofo, se antepone a la dicha. Más vale una auténtica tristeza que una falsa alegría." (p. 15-16)





"Estar aislado es estar sin contactos, sin relaciones, sin amores, y eso, por supuesto, es una desgracia. Estar solo es ser uno mismo, sin recurso a los demás, y ésa es la verdad de la existencia humana. [...] La soledad es la regla. Nadie puede vivir por nosotros, ni morir por nosotros, ni sufrir o amar por nosotros. Eso es lo que llamo la soledad: no es más que un nombre distinto para el esfuerzo de existir. Nadie vendrá a llevar tu carga, nadie. Si se puede dar a veces la ayuda mutua (¡y es cierto que se puede!), eso supone el esfuerzo solitario de cada uno, sin lo cual -excepto en el caso de ilusiones- no podría darse. Así pues, la soledad no es el rechazo del otro, al contrario, aceptar al otro es aceptarlo como otro (¡y no como un apéndice, un instrumento o un objeto de sí mismo!), y en este sentido el amor, en esencia, es soledad. Rilke halló las palabras precisas para expresar ese amor que tanto necesitamos y del que tan raramente somos capaces: "Dos soledades que se protegen, se completan, se limitan y se inclinan la una hacia la otra"... Esta belleza suena a cierta. El amor no es lo contrario de la soledad: es la soledad compartida, habitada, iluminada -y a veces ensombrecida- por la soledad del otro. El amor es soledad, siempre, y no porque toda soledad sea amorosa, faltaría más, sino porque todo amor es solitario. Nadie puede amar en nuestro lugar, ni en nosotros, ni como si fuera nosotros." (p. 29-30)





"Quien no sabe vivir consigo mismo, ¿cómo podría saber vivir con otro? Quien no sabe habitar su propia soledad, ¿cómo podría pasar por la de los demás?" (p. 32-33)

(André Comte-Sponville, El Amor La Soledad, Paidós Contextos 2001)








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