“Aurora”
de Hans Zimmer…
A mi entender en el auténtico camino del espíritu (esto es, el
autoconocimiento de sí mismo) no hay dogmas, ni métodos... Para mí comprender
es mirar, contemplar. La concentración de la mente puede estar bien al comienzo
del camino, pero su práctica es en sí misma una limitación. Repetir
jaculatorias, fórmulas o disciplinas de cualquier clase, es poner a dormir la
mente. En este caso sería mejor tomar un soporífero, su efecto sería menos
costoso y más rápido. La clave, a mi juicio, está en mirar, en saber
contemplar. Pero ¿quién mira hoy, quien
sabe contemplar? Sí, se mira pero no se ve. ¿Quién ha visto el cielo azul?
¿O un árbol enorme, mirando hacia el cielo? ¿Quién ha visto el rostro de un
niño en la cara de un hombre? Y escuchar… ¿Quién escucha a su familia, a sus
amigos, a sus conocidos…? Escuchar es también un arte; escuchar la postura del
propio cuerpo, la actitud, los gestos, los ruidos, la música que hace la propia
vida y que circula a nuestro alrededor...
He descubierto que empezamos a comprender cuando nos ponemos enteros en un
acto, porque sólo así eternizamos el presente, vivimos el presente. El miedo
nace por no ser total y la ansiedad por estar un poco en el pasado y un poco en
el futuro, por dividirse, por no vivir el presente, en definitiva. Si
viviéramos totalmente en el presente, por ejemplo no podríamos temer a la
muerte, pues nos habríamos puesto por entero en el acto de vivir. El que
verdaderamente comprende está entero en el acto de vivir. Al morir, como al
amar, responde totalmente a un requerimiento, se entrega totalmente, se muere
totalmente, responde a la muerte con toda su vida. Morir así es un acto de amor.
En la muerte es cuando más se es. La muerte es bella, es poética, porque es lo
absolutamente distinto de la vida, lo desconocido, lo inesperado, lo lleno de
posibilidades, lo que no tiene parecido con nada de lo que se conoce en la
vida, lo diferente de la vida. Por esto sólo debería ser amada. Es lo
atemporal, el final del tiempo. Los que
desean hacer perdurar su yo, el “yo fui”, “yo soy”, “yo seré”, esos tendrá una
muerte triste. Pero los que comprenden la senda correcta son aquellos que
miran y que ven en el presente, viviendo de este modo en lo atemporal, en lo
que no tiene ni principio ni fin. La vida no tiene principio ni fin, la muerte
no los tiene.
Quiero llegar a amar a la muerte, desearla como una bella mujer, a amar como a
una mujer muerta. No deseo morir sino cuando mi muerte tenga el Rostro de la
Amada. Cuando se contempla, cuando se comprende, se entiende perfectamente lo
que dice Fernando Pessoa en su
“Fausto”:
Creer es morir, y pensar es dudar.
Creer es morir, y pensar es dudar.
La creencia es sueño, sueño de intelecto
cansado, exhausto, que soñando obtiene
efectos claros del engaño fácil
que antepuso a sí mismo más sentidos,
más vistas que lo usual de su pensar.
Esto sólo es la fe: el pensamiento
queriéndose engañar eternamente,
débil en el engaño, en el desengaño,
en la ilusión o en la desilusión”
Todos los problemas fundamentales de la vida no tienen nunca respuesta, no tienen solución. La respuesta, la solución de un problema se halla en el reconocimiento de que no las tiene, se encuentra en la confrontación misma del problema, en la aceptación de que no hay respuesta ni solución. Así pasa con la vida, así pasa con la muerte. Dice Paracelso: “Es sabio aquel que, al contemplar, comprende que todas las cosas no tiene significación, finalidad ni intención, y que, por ello, tiene un sentido absoluto”.
Mi Maestro dijo antes de despedirse: “Los hombres hablan y hablan, cuando la
verdad se encuentra en el silencio. Tú has hablado mucho últimamente, Pedro,
has hecho mal. Sabes que he tratado de enseñarte en todo este tiempo el lenguaje
del silencio, también a escuchar tu silencio. No me interesa lo que los hombres pueden decir con palabras. Sólo me
interesa lo que ellos dicen con su silencio. Te podrás dar cuenta de que
quienes hablan muy bien y dicen bellos discursos, son los que tienen muy mal
silencio. Y lo que importa en verdad es el silencio, la preparación para el
Gran Silencio.”
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