He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

viernes, 14 de marzo de 2014

Todos los problemas fundamentales de la vida no tienen nunca respuesta

 
Aurora” de Hans Zimmer…



 
A mi entender en el auténtico camino del espíritu (esto es, el autoconocimiento de sí mismo) no hay dogmas, ni métodos... Para mí comprender es mirar, contemplar. La concentración de la mente puede estar bien al comienzo del camino, pero su práctica es en sí misma una limitación. Repetir jaculatorias, fórmulas o disciplinas de cualquier clase, es poner a dormir la mente. En este caso sería mejor tomar un soporífero, su efecto sería menos costoso y más rápido. La clave, a mi juicio, está en mirar, en saber contemplar. Pero ¿quién mira hoy, quien sabe contemplar? Sí, se mira pero no se ve. ¿Quién ha visto el cielo azul? ¿O un árbol enorme, mirando hacia el cielo? ¿Quién ha visto el rostro de un niño en la cara de un hombre? Y escuchar… ¿Quién escucha a su familia, a sus amigos, a sus conocidos…? Escuchar es también un arte; escuchar la postura del propio cuerpo, la actitud, los gestos, los ruidos, la música que hace la propia vida y que circula a nuestro alrededor...
 
He descubierto que empezamos a comprender cuando nos ponemos enteros en un acto, porque sólo así eternizamos el presente, vivimos el presente. El miedo nace por no ser total y la ansiedad por estar un poco en el pasado y un poco en el futuro, por dividirse, por no vivir el presente, en definitiva. Si viviéramos totalmente en el presente, por ejemplo no podríamos temer a la muerte, pues nos habríamos puesto por entero en el acto de vivir. El que verdaderamente comprende está entero en el acto de vivir. Al morir, como al amar, responde totalmente a un requerimiento, se entrega totalmente, se muere totalmente, responde a la muerte con toda su vida. Morir así es un acto de amor. En la muerte es cuando más se es. La muerte es bella, es poética, porque es lo absolutamente distinto de la vida, lo desconocido, lo inesperado, lo lleno de posibilidades, lo que no tiene parecido con nada de lo que se conoce en la vida, lo diferente de la vida. Por esto sólo debería ser amada. Es lo atemporal, el final del tiempo. Los que desean hacer perdurar su yo, el “yo fui”, “yo soy”, “yo seré”, esos tendrá una muerte triste. Pero los que comprenden la senda correcta son aquellos que miran y que ven en el presente, viviendo de este modo en lo atemporal, en lo que no tiene ni principio ni fin. La vida no tiene principio ni fin, la muerte no los tiene.
 
Quiero llegar a amar a la muerte, desearla como una bella mujer, a amar como a una mujer muerta. No deseo morir sino cuando mi muerte tenga el Rostro de la Amada. Cuando se contempla, cuando se comprende, se entiende perfectamente lo que dice Fernando Pessoa en su “Fausto”:

Creer es morir, y pensar es dudar.

La creencia es sueño, sueño de intelecto

cansado, exhausto, que soñando obtiene

efectos claros del engaño fácil

que antepuso a sí mismo más sentidos,

más vistas que lo usual de su pensar.


Esto sólo es la fe: el pensamiento

queriéndose engañar eternamente,

débil en el engaño, en el desengaño,

en la ilusión o en la desilusión”


Todos los problemas fundamentales de la vida no tienen nunca respuesta, no tienen solución. La respuesta, la solución de un problema se halla en el reconocimiento de que no las tiene, se encuentra en la confrontación misma del problema, en la aceptación de que no hay respuesta ni solución. Así pasa con la vida, así pasa con la muerte. Dice Paracelso: “Es sabio aquel que, al contemplar, comprende que todas las cosas no tiene significación, finalidad ni intención, y que, por ello, tiene un sentido absoluto”.
 
Mi Maestro dijo antes de despedirse: “Los hombres hablan y hablan, cuando la verdad se encuentra en el silencio. Tú has hablado mucho últimamente, Pedro, has hecho mal. Sabes que he tratado de enseñarte en todo este tiempo el lenguaje del silencio, también a escuchar tu silencio. No me interesa lo que los hombres pueden decir con palabras. Sólo me interesa lo que ellos dicen con su silencio. Te podrás dar cuenta de que quienes hablan muy bien y dicen bellos discursos, son los que tienen muy mal silencio. Y lo que importa en verdad es el silencio, la preparación para el Gran Silencio.”
 


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