Mientras
preparo la Segunda Parte de ‘Miedo al Silencio’… aquí tenemos un fragmento de
la Sinfonía
Alpina de Richard Strauss… seguido de un texto fundamental del Zarathustra
de Friedrich Nietzsche…
Antes de la salida del sol
¡Oh
cielo por encima de mí, tú puro! ¡Profundo! ¡Abismo de luz! Contemplándote me
estremezco de ansias divinas.
Arrojarme
a tu altura - ¡ésa es mi profundidad! Cobijarme en tu pureza - ¡ésa es mi
inocencia! Al dios su belleza lo encubre: así me ocultas tú tus estrellas No
hablas: así me anuncias tu sabiduría.
Mudo
sobre el mar rugiente has salido hoy para mí, tu amor y tu pudor dicen
revelación a mi rugiente alma.
El
que hayas venido bello a mí, encubierto en tu belleza, el que mudo me hables,
manifiesto en tu sabiduría: ¡Oh, cómo no iba yo a adivinar todos los pudores de
tu alma! ¡Antes del sol has venido a mí tú, el más solitario de todos! Somos
amigos desde el comienzo: comunes nos son la tristura y la pavura y la hondura; hasta el sol nos es común.
No
hablamos entre nosotros, pues sabemos demasiadas cosas: callamos juntos,
sonreímos juntos a nuestro saber.
¿No
eres tú acaso la luz para mi fuego? ¿No tienes tú el alma gemela de mi
conocimiento? Juntos aprendimos todo; juntos aprendimos a ascender por encima
de nosotros hacia nosotros mismos, y a sonreír sin nubes: a sonreír sin
nubes hacia abajo, desde ojos luminosos y desde una remota lejanía, mientras
debajo de nosotros la coacción y la finalidad y la culpa exhalan vapores como
si fuesen lluvia.
Y
cuando yo caminaba solo: ¿de quién tenía hambre mi alma por las noches y en los
senderos errados? Y cuando yo subía montañas, ¿a quién buscaba siempre en las
montañas sino a ti? Y todo mi caminar y subir montañas: una necesidad era tan
sólo, y un recurso del desvalido: - ¡volar es lo único que mi entera voluntad
quiere, volar dentro de ti! ¿Y a quién odiaba yo más que a las nubes pasajeras
y a todas las cosas que te manchan? ¡Y hasta a mi propio odio odiaba yo, porque
te manchaba! Estoy enojado con las nubes pasajeras, con esos gatos de presa que
furtivamente se deslizan: nos quitan a ti y a mí lo que nos es común, - el
inmenso e ilimitado decir sí y amén.
Estamos
enojados con esas mediadoras y entrometidas, las nubes pasajeras: mitad de esto
mitad de aquello, que no han aprendido a bendecir ni a maldecir a fondo.
¡Prefiero
estar sentado en el tonel bajo un cielo cubierto, prefiero estar sentado sin
cielo en el abismo, que verte a ti, cielo de luz, manchado con nubes pasajeras!
Y a menudo he sentido deseos de sujetarlas con los dentados alambres áureos del
rayo, y golpear los timbales, como el trueno, sobre su panza de caldera: - -
ser un encolerizado timbalero, porque me roban tu ¡sí! y ¡amén!, ¡cielo por
encima de mí, tú puro! ¡Luminoso! ¡Abismo de luz! - porque te roban mi ¡sí! y
¡amén! Pues prefiero el ruido y el trueno y las maldiciones del mal tiempo a
esta circunspecta y dubitante quietud gatuna; y también entre los hombres, a
los que más odio es a todos los que andan sin ruido, y a todos los medias
tintas, y a los que son como dubitantes e indecisas nubes pasajeras.
¡Y
«el que no pueda bendecir, debe aprender a maldecir»! . - esta luminosa
enseñanza me cayó de un cielo luminoso, esta estrella brilla en mi cielo hasta
en las noches negras.
Mas
yo soy uno que bendice y que dice sí, con tal de que tú estés a mi alrededor,
¡tú puro!, ¡luminoso!, ¡tú abismo de luz! - a todos los abismos llevo yo
entonces, como una bendición, mi decir sí.
Me
he convertido en uno que bendice y que dice sí, y he luchado durante largo
tiempo, y fui un luchador, a fin de tener un día las manos libres para
bendecir.
Pero
ésta es mi bendición: estar yo sobre cada cosa como su cielo propio, como su
techo redondo, su campana azur y su eterna seguridad: ¡bienaventurado quien así
bendice! Pues todas las cosas están bautizadas en el manantial de la eternidad
y más allá del bien y del mal; el bien y el mal mismos no son más que sombras
intermedias y húmedas tribulaciones y nubes pasajeras.
En
verdad, una bendición es, y no una blasfemia, el que yo enseñe: «Sobre todas
las cosas está el cielo Azar, el cielo Inocencia, el cielo Casualidad y el
cielo Arrogancia».
«De
casualidad» - ésta es la más vieja aristocracia del mundo, yo se la he
restituido a todas las cosas, yo la he redimido de la servidumbre a la
finalidad.
Esta
libertad y esta celestial serenidad yo las he puesto como campana azur sobre
todas las cosas al enseñar que por encima de ellas y a través de ellas no hay
ninguna «voluntad eterna» que - quiera.
Esta
arrogancia y esta necedad púselas yo en lugar de aquella voluntad cuando
enseñé: «En todas las cosas sólo una es imposible - ¡racionalidad!» Un poco de
razón, ciertamente, una semilla de sabiduría, esparcida entre estrella y
estrella, - esa levadura está mezclada en todas las cosas: ¡por amor a la
necedad hay mezclada sabiduría en todas las cosas! Un poco de sabiduría sí es
posible; mas ésta fue la bienaventurada seguridad que encontré en todas las
cosas: que prefieren - bailar sobre los pies del azar.
Oh cielo por encima de mí, ¡tú puro!, ¡elevado! Ésta es para mí tu pureza, ¡que no existe ninguna eterna araña y ninguna eterna telaraña de la razón: - - que tú eres para mí una pista de baile para azares divinos, que tú eres para mí una mesa de dioses para dados y jugadores divinos! - Pero ¿te sonrojas? ¿He dicho tal vez cosas que no pueden decirse? ¿He blasfemado queriendo bendecirte? ¿O acaso es el pudor compartido el que te ha hecho enrojecer? - ¿Acaso me ordenas irme y callar porque ahora - viene el día? El mundo es profundo -: y más profundo de lo que nunca ha pensado el día.
No a todas las cosas les
es lícito tener palabras antes del día. Pero el día viene: ¡por eso ahora nos
separamos! Oh cielo por encima de mí, ¡tú pudoroso!, ¡ardiente! ¡Oh tú
felicidad mía antes de la salida del sol! El día viene: ¡por eso ahora nos
separamos!
Así habló Zarathustra – Friedrich Nietzsche
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