He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

viernes, 28 de marzo de 2014

Antes de la salida del sol...

Mientras preparo la Segunda Parte de ‘Miedo al Silencio’… aquí tenemos un fragmento de la Sinfonía Alpina de Richard Strauss… seguido de un texto fundamental del Zarathustra de Friedrich Nietzsche…



Antes de la salida del sol

¡Oh cielo por encima de mí, tú puro! ¡Profundo! ¡Abismo de luz! Contemplándote me estremezco de ansias divinas.

Arrojarme a tu altura - ¡ésa es mi profundidad! Cobijarme en tu pureza - ¡ésa es mi inocencia! Al dios su belleza lo encubre: así me ocultas tú tus estrellas No hablas: así me anuncias tu sabiduría.

Mudo sobre el mar rugiente has salido hoy para mí, tu amor y tu pudor dicen revelación a mi rugiente alma.

El que hayas venido bello a mí, encubierto en tu belleza, el que mudo me hables, manifiesto en tu sabiduría: ¡Oh, cómo no iba yo a adivinar todos los pudores de tu alma! ¡Antes del sol has venido a mí tú, el más solitario de todos! Somos amigos desde el comienzo: comunes nos son la tristura y la pavura y la hondura; hasta el sol nos es común.

No hablamos entre nosotros, pues sabemos demasiadas cosas: callamos juntos, sonreímos juntos a nuestro saber.

¿No eres tú acaso la luz para mi fuego? ¿No tienes tú el alma gemela de mi conocimiento? Juntos aprendimos todo; juntos aprendimos a ascender por encima de nosotros hacia nosotros mismos, y a sonreír sin nubes: a sonreír sin nubes hacia abajo, desde ojos luminosos y desde una remota lejanía, mientras debajo de nosotros la coacción y la finalidad y la culpa exhalan vapores como si fuesen lluvia.

Y cuando yo caminaba solo: ¿de quién tenía hambre mi alma por las noches y en los senderos errados? Y cuando yo subía montañas, ¿a quién buscaba siempre en las montañas sino a ti? Y todo mi caminar y subir montañas: una necesidad era tan sólo, y un recurso del desvalido: - ¡volar es lo único que mi entera voluntad quiere, volar dentro de ti! ¿Y a quién odiaba yo más que a las nubes pasajeras y a todas las cosas que te manchan? ¡Y hasta a mi propio odio odiaba yo, porque te manchaba! Estoy enojado con las nubes pasajeras, con esos gatos de presa que furtivamente se deslizan: nos quitan a ti y a mí lo que nos es común, - el inmenso e ilimitado decir sí y amén.

Estamos enojados con esas mediadoras y entrometidas, las nubes pasajeras: mitad de esto mitad de aquello, que no han aprendido a bendecir ni a maldecir a fondo.

¡Prefiero estar sentado en el tonel bajo un cielo cubierto, prefiero estar sentado sin cielo en el abismo, que verte a ti, cielo de luz, manchado con nubes pasajeras! Y a menudo he sentido deseos de sujetarlas con los dentados alambres áureos del rayo, y golpear los timbales, como el trueno, sobre su panza de caldera: - - ser un encolerizado timbalero, porque me roban tu ¡sí! y ¡amén!, ¡cielo por encima de mí, tú puro! ¡Luminoso! ¡Abismo de luz! - porque te roban mi ¡sí! y ¡amén! Pues prefiero el ruido y el trueno y las maldiciones del mal tiempo a esta circunspecta y dubitante quietud gatuna; y también entre los hombres, a los que más odio es a todos los que andan sin ruido, y a todos los medias tintas, y a los que son como dubitantes e indecisas nubes pasajeras.

¡Y «el que no pueda bendecir, debe aprender a maldecir»! . - esta luminosa enseñanza me cayó de un cielo luminoso, esta estrella brilla en mi cielo hasta en las noches negras.
 
Mas yo soy uno que bendice y que dice sí, con tal de que tú estés a mi alrededor, ¡tú puro!, ¡luminoso!, ¡tú abismo de luz! - a todos los abismos llevo yo entonces, como una bendición, mi decir sí.

Me he convertido en uno que bendice y que dice sí, y he luchado durante largo tiempo, y fui un luchador, a fin de tener un día las manos libres para bendecir.

Pero ésta es mi bendición: estar yo sobre cada cosa como su cielo propio, como su techo redondo, su campana azur y su eterna seguridad: ¡bienaventurado quien así bendice! Pues todas las cosas están bautizadas en el manantial de la eternidad y más allá del bien y del mal; el bien y el mal mismos no son más que sombras intermedias y húmedas tribulaciones y nubes pasajeras.

En verdad, una bendición es, y no una blasfemia, el que yo enseñe: «Sobre todas las cosas está el cielo Azar, el cielo Inocencia, el cielo Casualidad y el cielo Arrogancia».

«De casualidad» - ésta es la más vieja aristocracia del mundo, yo se la he restituido a todas las cosas, yo la he redimido de la servidumbre a la finalidad.

Esta libertad y esta celestial serenidad yo las he puesto como campana azur sobre todas las cosas al enseñar que por encima de ellas y a través de ellas no hay ninguna «voluntad eterna» que - quiera.

Esta arrogancia y esta necedad púselas yo en lugar de aquella voluntad cuando enseñé: «En todas las cosas sólo una es imposible - ¡racionalidad!» Un poco de razón, ciertamente, una semilla de sabiduría, esparcida entre estrella y estrella, - esa levadura está mezclada en todas las cosas: ¡por amor a la necedad hay mezclada sabiduría en todas las cosas! Un poco de sabiduría sí es posible; mas ésta fue la bienaventurada seguridad que encontré en todas las cosas: que prefieren - bailar sobre los pies del azar.

Oh cielo por encima de mí, ¡tú puro!, ¡elevado! Ésta es para mí tu pureza, ¡que no existe ninguna eterna araña y ninguna eterna telaraña de la razón: - - que tú eres para mí una pista de baile para azares divinos, que tú eres para mí una mesa de dioses para dados y jugadores divinos! - Pero ¿te sonrojas? ¿He dicho tal vez cosas que no pueden decirse? ¿He blasfemado queriendo bendecirte? ¿O acaso es el pudor compartido el que te ha hecho enrojecer? - ¿Acaso me ordenas irme y callar porque ahora - viene el día? El mundo es profundo -: y más profundo de lo que nunca ha pensado el día. 

No a todas las cosas les es lícito tener palabras antes del día. Pero el día viene: ¡por eso ahora nos separamos! Oh cielo por encima de mí, ¡tú pudoroso!, ¡ardiente! ¡Oh tú felicidad mía antes de la salida del sol! El día viene: ¡por eso ahora nos separamos!

Así habló ZarathustraFriedrich Nietzsche












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