He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

jueves, 6 de marzo de 2014

Es preciso morir para resucitar...

Realmente maravilloso poder escuchar este Prelude No. 1, C Major, BWV 846, de Johann Sebastian Bach… como fondo de este post


Me encanta este poema sencillo y a la vez profundo del gran poeta portugués Fernando Pessoa

Tuve un campo alegre
mas causó mi fiebre
su devastación.
Lo sembré de amores
y nacieron flores
de desilusión…

Tuve un barco lindo que el mar recorría
como nube blanca en blando celaje.
Lo cargué de oro que el quehacer traía,
se fue a pique cuando bogar yo quería
y me vi sin barco entre el oleaje…

La jarra primorosa está partida
y nada valen sus fragmentos varios;
la imagen en el templo está caída:
rota y de barro, huyeron sus sectarios.

Junta de la jarra divina
los fragmentos: jarra no habrá.
Lo que antes fue no es ya…

Hasta aquí el poema del vate luso. En verdad, hay que morir para poder alcanzar una Vida más alta. El paraíso que sucede al fin, -los nuevos cielos y la nueva tierra-, es infinitamente más bello que el paraíso o edén primordial. Si nos lo hemos vivido en la experiencia, sabemos muy bien que es así. En el terreno de la literatura, hay obras magníficas que reflejan de manera impresionante esta realidad de que es preciso morir para resucitar. Tras el paso por la noche oscura, por la sombra, por el tiempo, por la mácula de la historia y el dolor, la Gloria de una luz inmarcesible…

Lo vemos, entre otros muchos ejemplos, en el Apocalipsis, y en “Muerte en Venecia” de Thomas Mann, y en “De Profundis” de Oscar Wilde… Morir vicariamente y de verdad, en alma y cuerpo, como en todos los rituales iniciáticos de la antigüedad clásica, nos da la justa medida de las cosas, de lo que realmente Somos... Y luego, leyendo, mejor aún, meditando las susodichas obras, y otras muchas de semejante cariz claro está, o contemplando determinadas obras de arte (musicales, pictóricas…) ¡¡cómo retumba algo profundísimo en tu espíritu que se convierte en un río que fluye sin cesar!! Es algo tan impresionante…






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