Simplicidad y
Belleza
podemos escuchar en esta música compuesta por Justin Senryu y Rodrigo Rodríguez…
http://www.youtube.com/watch?v=S-9uDe5ceNI
En puridad, la meta, por así llamarla, de toda búsqueda espiritual es adquirir una mayor simplicidad/unidad tanto en el orden externo como en el orden interno de la persona. Y más que el conocimiento, a mi juicio ha sido la búsqueda de la paz interior uno de los empeños más antiguos de la humanidad. De hecho, la búsqueda de la serenidad y de la libertad, subproducto inevitable quizá de la propia conciencia, ha ocupado a los pensadores más sobresalientes a lo largo de toda la historia. Da la impresión de que la comprensión por parte de los primeros humanos pensantes acerca de su necesidad de paz interior era tan auténtica y tan apremiante que las teorías y las técnicas de libertad mental se desarrollaron en las sociedades antiguas juntamente con las tecnologías materiales…
Un antiguo libro chino que me encanta leer y releer, el Wen Tzu, describe el origen y el desarrollo de las complejidades psicológicas humanas a través de diversas etapas. En un principio, “la pura simplicidad no se había perdido aún, de tal modo que todos los seres estaban muy tranquilos”. Cuando la sociedad se apartó de ese estado prístino, “se dio la aparición del esfuerzo consciente; las personas estaban a punto de abandonar su espíritu inocente y pasar a comprender conscientemente el universo...” Más tarde, “todos se pusieron en pie y llevaron racionalmente la carga de mirar y escuchar” hasta que, finalmente, ¡ay!, “las personas pasaron a disfrutar y a desear cosas y la inteligencia se vio seducida por elementos externos; de este modo la vida esencial perdió su realidad...”
Hemos de procurar siempre dejarnos llevar por la máxima simplicidad (que nada tiene que ver con la simpleza). Sí, así es. Estaba de hecho releyendo el otro día la obra cumbre del gran Maestro Zen Eihei Dogen, el Shobogenzo, cuando me volví a encontrar con un fragmento muy especial que dice así:
“…
Cuando estamos ante una obra literaria de calidad lo mejor que podemos hacer es
entender el significado profundo desde el principio y no ocuparse para nada de
las palabras en sí. Si queréis escribir un libro no tratéis de escribir de
acuerdo con las reglas de la literatura ni de la retórica, no penséis en las
rimas ni en ningún otro fenómeno lingüístico. Dejad que el estilo y el
lenguaje se desarrollen por ellos mismos. Lo
único importante es escribir detalladamente la verdad que queréis expresar.
Aunque la gente del presente, los “entendidos”, piensen que vuestra técnica de
escritura es pobre o vuestro mensaje ilegible, lo esencial en la Vía es
facilitar a las generaciones futuras una comprensión profunda de la realidad
más allá de las formas o de las técnicas. Estas personas sí os entenderán…”
Genial. El mismo Dogen, antes de alcanzar la Iluminación, cuando viajó desde Japón a China para encontrar a un Maestro, conoció a un predicador Shingon y le interrogó acerca de las enseñanzas esotéricas de su escuela. El predicador, que era un auténtico maestro, le respondió: “Lo he olvidado todo. No recuerdo ni una sola palabra”. Ante lo cual, Dogen escribe en su Shobogenzo: “Esto fue lo que me respondió. Así debe ser la mente ideal de aquél que aspira al Despertar. Sin lugar a dudas, aquel predicador se acordaba de muchas cosas, pero ya no quería hablar de algo que le parecía inútil… Sí, debemos olvidar todo lo que sabemos…”
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