Antes que mis palabras, aquí tenemos un bello poema
de Fernando Pessoa. Y,
por descontado, como fondo del poema y de mi post, podemos escuchar suavemente esta
breve y relajante melodía de Levon Minassian titulada “Duduk”…
* * *
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo…
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo…
* * *
Me interesa cada vez más la caligrafía japonesa… Hay una
serie de hechos previos a la caligrafía que son realmente apasionantes y que me
congratula poder compartir hoy… El libro ha sido, en
todas las culturas, el símbolo de la ciencia y del saber. La escritura es de
hecho uno de los inventos recientes en la historia de la humanidad. No va más
allá de 3000 años antes de Cristo. Como es bien sabido, la escritura es un
conjunto de signos que transmiten un pensamiento, una idea. Los primeros de
estos signos, al ser considerados sobrenaturales, fueron vistos como invención
de los dioses… No es ajena a esta idea el hecho de que los principales libros
de las diferentes religiones son considerados como inspirados por la divinidad…
Los primeros signos de la escritura o, si se quiere, los
primeros libros eran “imágenes” simplificadas de los objetos o realidades de
las que se quería hablar. Más tarde se pasó a crear un signo para cada sílaba;
así nació, por ejemplo, la escritura cuneiforme silábica, hecha sobre soportes
de arcilla. Esta escritura nació en Mesopotamia (actual Irak). Algo similar
aconteció en Egipto con la escritura llamada “hieroglífica”, por ser considerada
sagrada. Le siguió la escritura alfabética en que cada signo representaba no
una sílaba, sino un sonido. Este paso de
la lengua silábica a la lengua alfabética redujo los signos de varios
centenares a pocas decenas. Constituyó, pues, un gran avance, haciendo la
escritura mucho más fácil. Esto sucedió entre el 2000 y el 1500 antes de
Cristo. Se atribuye ordinariamente a los fenicios (un pueblo semita y comerciante, que navegó por
el mar mediterráneo fundando colonias, y cuyo origen estaba radicado en Fenicia,
actual Líbano) la invención del alfabeto, aunque éste ya existía con diferentes
modalidades embrionarias en Asiria del Norte. Del alfabeto fenicio harán los
griegos el suyo, que a su vez será el origen del latín y de los nuestros
europeos.
Los primeros libros fueron tablillas y soportes de arcilla cocida. Se
escribía también en objetos de piedra o metal que hacían de “sello”, para
garantizar la autenticidad de los documentos en los que imprimían en negativo.
También se escribía en monumentos de piedra llamados “estelas”, en los que se
referían hechos importantes, por ejemplo, una batalla. – Pero el material que,
en la antigüedad, más se parecía a nuestros libros actuales es el
papiro. Era una planta acuática de Egipto que, una vez tratada, se parecía
al papel y se podía escribir en ella con tinta -en el barro se podía grabar o
pintar o escribir con tinta-. Al papiro le sucedió el pergamino, así
llamado por proceder de Pérgamo, ciudad de Asia Menor. Se trata de un material
bastante más resistente, pues era piel de carnero bien tratada, en la que se
escribía con tinta. Esta escritura podía rasparse y el soporte utilizarse de
nuevo, lo que hacía a este material más útil que los demás. – El pergamino, lo
mismo que el papiro, se guardaba enrollado. Por eso se habla con frecuencia de
“rollos”. A la hora de leerlos eran desenrollados y extendidos. Era difícil,
por cierto, encontrar un texto concreto en un rollo. Muchas veces era necesario
desenrollar el rollo entero para encontrar una simple columna de texto.
Por eso, algunos escribas del siglo I de nuestra era tuvieron la feliz
idea de unir hojas en forma de cuaderno (los llamados “códices”). Varios
cuadernos, cosidos unos a otros, constituyen el origen de nuestros libros
actuales. Los cristianos adoptaron pronto el nuevo descubrimiento para escribir
y leer la Biblia. Los judíos lo hicieron más tarde, en el siglo VII. Pero, por
respeto a la tradición, continúan leyendo aún hoy la Torá (Ley) también en
rollos. Nuestras literaturas más antiguas se encuentran en códices. El origen
de la palabra castellanizada de origen griego, caligrafía, se
deriva de dos palabras de este último idioma -kalos, bueno, y grafo,
escribir-. En las tradiciones ancestrales de numerosos pueblos el mero acto de
escribir no sólo implica la acción de escribir per se, sino que nos remite
siempre a alguien que realiza dicho acto transformándolo en arte. Entramos ya
pues, de este modo, en un concepto
superior a la escritura por sí misma, a un nivel de conciencia más elevado que
el mero acto de escribir... Para una mayor comprensión de todo aquello que diré
más adelante, es necesario comprender primeramente que el artista que intenta
expresar por escrito la palabra divina, lo que le inspira el Espíritu,
convierte a la caligrafía en un medio gráfico de incomparable plasticidad y
belleza. Puede no conocerse el significado de una determinada
escritura sígnica o ideogramática (hebrea, árabe, china, japonesa…), pero las
variadas formas y combinaciones que puede adoptar la misma, no dejan de asombrar
por su equilibrio y sentido estético, de tal modo que dichas características
trascienden el mensaje más allá de su significado literal, poniendo en resalto
su armonía, belleza y sereno ordenamiento plástico...
El arte caligráfico tradicional impacta de hecho
al ser humano en tres puntos: la vista – dado la plasticidad del los grafismos
–, el intelecto – si es que la persona conoce la escritura y entiende su
mensaje –, y finalmente el ser esencial – memoria de la divinidad y recuerdo
del lugar de origen –, por el sentido interno del mensaje exhibido y sus
implicancias no conscientes, que tal como un diapasón, resuena a una frecuencia
determinada. Si la persona que observa un trabajo caligráfico no ve nada más
que la función estética, por el desconocimiento del idioma y las letras, el
resultado interno es el mismo, porque todas las almas tienen un único lenguaje…
Por citar un ejemplo concreto que ilustre mejor sobre este apasionante
tema, tomemos la bella y artística caligrafía árabe. La palabra árabe “qalam”
tiene como equivalente castellano cálamo, lo cual equivale a
instrumento de escritura. Agregaré además que, en el mundo islámico, las letras
debían adaptarse a los diversos y siempre rígidos patrones arquitectónicos
establecidos por quienes construyeron las mezquitas, las madrazas y los
edificios. Vale decir, que en este caso también podemos encontrar una analogía
con el ser humano, el cual debe adaptarse, flexibilizando su accionar, a las
rígidas condiciones que establece la inexorabilidad de su transcurso por la
vida. La actividad de la escritura de los pueblos más sabios y antiguos de la
humanidad -egipcios, caldeos, sumerios, hebreos, árabes, chinos, japoneses…-
era sagrada, de manera que plasmaba armoniosamente las letras para transmitir
el mensaje revelado. Los maestros calígrafos formulaban su invocación
intencional de trabajo con el lenguaje del corazón y la respuesta les llegaba
también al corazón con el lenguaje propio. Esos maestros eran expertos en
la preparación de las fórmulas de sus tintas y del corte de sus cálamos, así
también en el conocimiento de los numerosos estilos caligráficos...
Algunas fórmulas para el preparado de las tintas subsisten hasta la
fecha, otras se han perdido. Entre esos maestros prevalecía la cooperación
mutua, intercambiaban sus técnicas sin que por ese motivo ninguno de ellos
perdiera su estilo. Subordinaban la humana apetencia de voracidad, nauseabunda
competitividad y prestigio personal (algo característico del decadente espíritu
occidental), a la obtención de un logro mayor, es por eso que los trabajos se
ejecutaban con un vuelo muy alto y una gran exquisitez. Se dejaba de lado, como
he dicho antes, la competencia (un invento occidental y decadente al cien por
cien) porque ¿quién podía, puede y podrá competir con la obra del Creador…? Los trabajos de estos calígrafos eran
alabanzas. Era y es imposible conocer la profundidad de los conocimientos
de esos maestros, sólo es posible conocerlos a través de sus obras. Es
axiomático que aquel que invierte su energía en lo intrascendente obtiene el
rédito proporcional a su inversión. Estos grandes maestros invertían su energía
en valores altísimos y proporcionalmente obtenían sus resultados. Su
disposición al trabajo se basaba en un sencillo contacto con la vida y una gran
fe en la tarea emprendida. ¿No es realmente maravilloso?
Las letras basadas en signos o ideogramas son
auténticas pinturas. Escribir es dibujar. Tal es el caso de las lenguas
protosemíticas (hebreo, árabe, arameo, caldeo…) y de las lenguas sínicas o
mongoloides (chino, coreano, japonés, mongol…). En estas lenguas antiguas y
sagradas, con líneas y puntos se gestaba la extraordinaria belleza de una
grafía difícil de superar en cuanto a flexibilidad, plasticidad y capacidad de
adaptación. Y esto era así porque en aquellas culturas ancestrales -donde se
practicaba la alquimia en todos los reinos de la naturaleza, y también con la
palabra- se consideraba a la caligrafía como parte del camino espiritual…
Ésta es la vía de la luz serena,
éste es el origen del resplandor sutil…
El Calígrafo Iniciado en los Misterios Ve una estela de luz serena que
atraviesa todo su ser como un resplandor sutil. Solo ha de contemplar… ¡Es todo
realmente tan sencillo! Sentarse y sentirse. Sentarse en silencio. Sentarse en
la serenidad serenándose al sentarse. La vía de la luz serena no viene del
pasado, no va hacia el futuro. Es siempre instante presente, presente eterno.
El presente eterno –más allá del tiempo- es el resplandor sutil que lo abarca
todo: los tres tiempos y las diez direcciones del espacio. Sentados en el
presente, asentados en la Presencia, irradiamos luz. Cuando nos sentamos en la
Presencia Luminosa, no hay separación… y entonces las Letras surgen plenas y
llenas de armonía, reflejando las maravillas de la Creación… Presencia…
Presente… La realidad sólo se conjuga en
presente de indicativo, tal y como puede verse en estos dos magníficos
poemas de Omar Khayyam:
¿Temes lo que puede traerte el mañana?
No te adhieras a nada,
no interrogues a los libros ni a tu prójimo.
Ten confianza; de otro modo,
el infortunio no dejará de justificar tus aprehensiones.
No te adhieras a nada,
no interrogues a los libros ni a tu prójimo.
Ten confianza; de otro modo,
el infortunio no dejará de justificar tus aprehensiones.
No te preocupes por el ayer:
ha pasado...
No te angusties por el mañana:
aún no llega...
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión es este instante pasajero…
*
ha pasado...
No te angusties por el mañana:
aún no llega...
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión es este instante pasajero…
*
Tan rápidos como el agua del río
o el viento del desierto, nuestros días huyen.
Dos días, sin embargo, me dejan indiferente:
el que partió ayer y el que llegará mañana.
o el viento del desierto, nuestros días huyen.
Dos días, sin embargo, me dejan indiferente:
el que partió ayer y el que llegará mañana.
A aquellos que en el hoy aguardan su ventura,
y a los que en el mañana fijaron su esperanza,
un muecín les grita desde la Torre Oscura:
“¡Locos, ni aquí, ni allí, vuestra paga es segura!”
y a los que en el mañana fijaron su esperanza,
un muecín les grita desde la Torre Oscura:
“¡Locos, ni aquí, ni allí, vuestra paga es segura!”
En sueños, otra voz, que me repite, advierto:
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»;
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto:
“La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto…”
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»;
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto:
“La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto…”
Hoy recomiendo un
enlace musical extraordinario, increíble, fuera de lo común:
No hay comentarios:
Publicar un comentario