He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

sábado, 22 de marzo de 2014

Todo es fruto de nuestro pensamiento

 Canciones de un mundo aparte de Lévon Minassian...




Hace poco más de dos años, el neurocientífico Francisco Mora, alumno preclaro de la Universidad de Granada, dio en esta ciudad una muy polémica conferencia a propósito de su libro ‘El dios de cada uno’. Yo asistí a ella. “Dios solo es una idea creada por el cerebro”, afirmó, entre otras cosas, este científico que es neurólogo y psiquiatra. “Sin estar loco -dijo Francisco Mora- pasé cuatro años en un hospital psiquiátrico porque quise sumergirme realmente en esa incógnita de lo que significa no solo tener los procesos mentales, sino cómo se pierden…” - Mora, doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford y catedrático de Fisiología en la Universidad de Iowa, siguió diciendo: “No hay ninguna fuerza sobrenatural detrás de la aparición del hombre. La biología evolutiva nos dice que el hombre es consecuencia de un proceso azaroso, en el sentido de que los genes mutan aleatoriamente y solo el determinante ambiental hace que tengan un valor y el portador sobreviva o no. La ley sagrada en biología es la supervivencia. No hay más ley que aquella que empuja al ser vivo a mantenerse vivo. No hay ningún ‘diseño inteligente’, ninguna fuerza sobrenatural detrás de la aparición del hombre…”


Por último, y tan solo estoy extrayendo algunas de sus más ‘polémicas’ declaraciones, Mora afirmó: “Somos fruto del azar y el resultado, tras tres o cuatro millones de años de evolución, es el cerebro humano, que desde los austrolopitecus hasta nosotros, ha aumentado su peso y complejidad enormemente”. “No hay nada que no haya sido producido por nuestro cerebro y sus códigos. Dios es una idea, como todas, construida por los códigos cognitivos”. Y concluyó: “Todas las culturas son mortales. Todas las religiones también... Entramos en la era de la ‘postreligión’. El cristianismo va a morir, como ha muerto el marxismo. ¿Qué va a llenar el vacío…?” 

Aquí, en la ciudad de Granada, que es realmente un pueblo grande, esta conferencia causó -inexplicablemente para mí, desde luego- un gran revuelo. Mora es un ateo de manual, un hijo de nuestro tiempo y, como tal, está alejado completamente de cualquier tipo de gnosis o de metafísica. Obviamente, en este sentido, no es para nada un santo de mi devoción. Pero no me escandalizaron sus declaraciones. En mi modesta opinión, no está mal que de vez en cuando, y siguiendo la estela de aquellos pioneros que fueron los filósofos de la sospecha (Marx, Nietzsche y Freud), venga algún individuo de esta especie y nos dé un vapuleo que haga tambalear los ídolos de siempre y que no tienen más función que la de mantener la cohesión social. No tengo ni qué decir que cualquier budista -incluyéndome- suscribiría sin ningún problema, y sin inmutarse, las declaraciones de este neurocientífico, que, por otro lado, no son nada novedosas. 

Entrando ya en materia, de lo que no me cabe ninguna duda es que el pensamiento crea la comprensión, y nuestra comprensión está constituida únicamente por las ideas de alguien. Tanto si digerimos totalmente las ideas de los demás como si no, durante toda nuestra vida estamos siguiendo el camino de otras personas, de multitud de pensamientos (que provienen de todos lados) que no son nuestros... Esto es ni más ni menos que la alienación, que tan perfectamente definió Heidegger así: “Jeder ist der andere und Keiner er selbst – Todo el mundo es el otro pero nadie es uno mismo…” - Contemplemos a este respecto un breve y precioso episodio real bastante esclarecedor. Hace mucho, mucho tiempo, en China, vivía un famoso maestro muy erudito llamado Dok Sahn. Viajaba de templo en templo, comprobando el conocimiento de los monjes sobre los Sutras, que él conocía perfectamente de memoria. Siempre ganaba todos los debates en los que participaba. ¡Nadie podía igualarle! Hasta que un buen día se encontró con una mujer llena de sabiduría que le dio una gran lección. En un momento dado, tras una serie de peripecias, ella le dijo: “Es usted un maestro de sutras muy famoso. Comprende todas las palabras y las enseñanzas de Buda. ¿Puedo hacerle una pregunta? Si responde adecuadamente le invito a comer. Si no puede responder correctamente, tendrá que pagar…” – Esto sorprendió mucho a Dok Sahn, pero finalmente aceptó el reto. Entonces, ella le dijo: “En el Sutra del Diamante se dice: ‘No es posible conservar la mente del pasado, es imposible sujetar la mente presente y es imposible atrapar la mente futura’. Por lo tanto, maestro Dok Sahn, ¿con qué mente comerá la comida…?”


Dok Sahn quedó totalmente perplejo, y tras recorrer de un lado a otro (y desesperadamente) el Sutra del Diamante, no pudo responder. Muy avergonzado, se dio perfecta cuenta de que en ese instante preciso había perdido su elevada posición. Rendido, le preguntó finalmente a ella: “¿Dónde ha conseguido esta comprensión?” Y ella, que se trataba ni más ni menos que de la gran Maestra Lugpa Dam, le contestó: “No he conseguido esta comprensión de nadie. Todo el mundo la posee, sólo hay que mirar…”


Esta historia nos muestra, entre otras muchas cosas, que dominar muchas filosofías profundas es como colocar un pelo en el vasto cielo. Incluso si consiguiéramos todos los conocimientos esenciales del mundo, sería como tirar una gota de agua en un profundo cañón… No cabe duda de que el árido conocimiento, cuando no está entreverado de sabiduría, no puede sernos de utilidad en la vida. Dok Sahn, el protagonista de nuestra historia, descubrió que aun habiendo leído los ochenta y cuatro mil sutras y habiendo asistido regularmente a millares de charlas dharma, no le sirvió en absoluto y supo entonces que todo aquello que sabía era nada en comparación con lo que es experimentar un instante de mente clara. Sólo hay que mirar…




El relato nos muestra a su vez que toda nuestra comprensión, lo que creemos saber, es únicamente la idea de otro o de otros, de una multitud de voces. La alienación que antes mencioné… [1] Toda la turbamulta de pensamientos, ideas, voces, opiniones, eslóganes, prejuicios, clichés, informaciones, discusiones, deliberaciones, todo esto es la locura que no tiene fin, como simbólica y pictóricamente nos reflejó a la perfección Ieronymus Bosch en esa imagen inmortal del hombre atrapado en el arpa de su tríptico El Jardín de las Delicias… - Los seres humanos lo crean todo, y luego luchan por ello a favor o en contra. Crean el color, el tamaño, la figura, el tiempo, el espacio, los nombres y las formas. Los seres humanos crean la causa y el efecto, la vida y la muerte, el ir y venir. Originalmente, estas cosas no existen. Todo proviene del pensamiento: nuestro pensamiento lo crea todo. Sólo se trata de la idea de alguien… [2]


Por tanto, creamos nuestro mundo. Creamos nuestro tiempo y nuestro espacio. También creamos la causa y el efecto que controla nuestras vidas. Todo esto es fruto de nuestra mente. En primer lugar, ¿qué es el tiempo? Tal y como te escribí en una ocasión, el tiempo es un flatus vocis, un sueño de la Hélade, una convención filosófica, una invención gramatical… 

Pasado, presente y futuro no existen. ¿Dónde está el pasado? ¿Dónde está el futuro? No los podemos encontrar en lugar alguno. Casi nadie percibe esto, por increíble que parezca, y las pocas personas que se dan cuenta de ello se conforman con la creencia de que, por lo menos, el presente existe y es real. Pero fijémonos en el trascendental hecho de que incluso si decimos que el presente existe ¡sigue siendo una gran ilusión! ¿Dónde está el presente? Decir “presente”, ya es pasado. En el preciso y justo momento que decimos esta palabra – “presente” – ya es “pasado”. Este mismo instante en el que estoy escribiendo en mi blog ha desaparecido para siempre, se ha perdido en la masa anónima de lo irrevocable. No volverá nunca. Todo es único – e insignificante…


Nuestro pensamiento crea el tiempo. Y el tiempo que crea cada uno es su tiempo, no mi tiempo o el tiempo de otro… Digamos que alguien está esperando a su esposa. Se suponían que iban a verse a las cinco de la tarde, pero ya son las seis y media y todavía no ha llegado. Si tarda, él estará algo enfadado con ella. Ésta es la visión de “mi” mente, “mi” tiempo. Tal vez se haya retrasado porque esté acabando algo en la oficina, han podido suceder mil cosas. “Su” tiempo puede estar pasando rápidamente, y puede que no esté enfadada. Pero mientras yo espero en el coche, “mi” tiempo pasa lentamente, y “mi” tiempo se está desperdiciando. “Mi” tiempo es tiempo de sufrimiento, que pasa tediosa y lentamente. - Como breve inciso, recuerdo aquello que escribía Emily Brönte: “En la sala sombría el viejo reloj / sigue sonando hora tras hora; / y me parece que su acompasado sonido / se demora cada vez más…” - Pero el tiempo de ella, el “suyo” puede que no sea el mismo; tal vez esté trabajando mucho, intentando cumplir con un plazo, y el mismo periodo temporal esté pasando en realidad muy de prisa para ella… Así es la mente. Creamos nuestro tiempo, ya sea bueno o malo, feliz o triste. Con nuestras mentes lo hacemos largo o corto, lento o rápido…


Todo, todo es fruto de nuestro pensamiento, el cual también crea el espacio, puesto que originalmente el espacio, de modo semejante, tampoco existe. Dos individuos están uno frente al otro. Uno levanta su brazo derecho y señala a la pared que hay a su lado. “Ésta es la pared derecha”. Pero para el otro sujeto que está enfrente ¡se trata de la pared izquierda! ¿Quién tiene razón? Si hubiera cientos de personas en una gran habitación, cada una frente a una dirección distinta, y todas hicieran esto, tal vez tendríamos un gran problema… Pues bien, por esto, realmente por esto, provienen todas las guerras y conflictos. La razón de ello es que todo el mundo crea su “izquierda” y “derecha”, y todo el mundo cree que su ‘dirección’ es la correcta. Por consiguiente, como vemos, creamos nuestro tiempo y nuestro espacio, y creamos nuestra causa y efecto, y todo ello controla tiránicamente nuestras vidas…





Todo esto que he explicado es razón más que suficiente para que entendamos en todo momento que no debemos apegarnos a nuestra situación y condición. Si nos apegamos a ellas, la causa primaria (que es el pensamiento) no podrá desaparecer jamás; y siempre se verá activada por la aparición de alguna condición a la que nos apegamos, produciendo el mismo sufrimiento prácticamente en cada ocasión. Este sufrimiento refuerza entonces la causa primaria en una retroalimentación ad nauseam y ad aeternum que no es otra cosa que la pesadilla del sâmsara… De modo que si queremos realmente que nuestro sufrimiento desaparezca, no debemos crear tiempo y espacio, no debemos crear causa y efecto… Dejemos a un lado nuestras opiniones, nuestra condición y nuestra situación, y lentamente, la causa primaria irá desapareciendo por sí sola. Si cesamos el diálogo interno, ni tiempo ni espacio, ni vida ni muerte, ni causa ni efecto, podrán controlarnos jamás. ¡¡Esto, esto es la libertad!! El budismo nos enseña, desde esta libertad. que podemos entender este mundo, tal cual es. Con toda la belleza, el amor, la bondad que nos beneficia a todos. Por desgracia, la mayoría de la gente no se da cuenta de esto, no sabe mirar… Como bien sabemos, nuestro mundo humano es un mundo muy pequeño. La mayoría de las personas únicamente vive en un mundo reducidísimo, creado por sus opiniones intrascendentes, sus conversaciones banales, su delirante parloteo interno, sus gustos y sus aversiones. Pero Buda nos enseñó que debemos mantener una menta amplia, abierta y clara como el espacio. Entonces siempre podremos comportarnos de un modo compasivo con los demás…


Enlace recomendado hoy:







[1] Por ello, puede entenderse perfectamente lo que dijo finalmente Dok Sahn (justo antes de convertirse en discípulo de la gran Maestra Lugpa Dam, tras la experiencia que lo desarmó): “Un perro comprende el habla de un perro, y un gato comprende el habla de un gato. Todos los animales comprenden su habla verdadera. Pero ¿cuál es el habla verdadera de los seres humanos? ¿Cuál es mi habla verdadera? ¿Puedo hallarla? ¡Estoy totalmente colapsado…!” - Lugpa Dam le dijo entonces: “¡Tú, el gran maestro de Sutras! ¡Ni siquiera comprendes tu propia habla! ¿Cómo puedes enseñar el habla de Buda?”. En ese momento, Dok Sahn se lanzó a los pies de Lugpa Dam y se convirtió en su discípulo…


[2] No cabe duda de que hemos de volver nuestras mentes antes de que surja el pensamiento… Es preciso llegar a este punto primordial, que no tiene nombre ni forma. Algunas personas lo llaman mente, o naturaleza, o substancia, o Dios, o Yo, o Buda, o alma o espíritu, o consciencia… Pero, ya digo que originalmente este punto no tiene nombre ni forma, puesto que ya es antes del pensamiento, por lo que abrir la boca para llamarlo de cualquier modo ya es un gran error. De ahí el Silencio del Buda… - A este respecto, y sobre este asunto realmente esencial, el más esencial que puede existir en nuestra vida, escribí ya en este blog el 11 de enero de 2012, en un post que titulé ‘No hay nada permanente ni existe ninguna certeza’…


Helo aquí…

“Esto es a lo que yo hacía referencia, en una charla que di hace un par de años, al hablar de Hishiryo. Como suele sucederme, adelanté en lo teórico lo que luego me he vivido profundamente en la práctica. Hishiryo es la conciencia cósmica, y no la conciencia personal; la conciencia cósmica, pura y sin dualidad que existe antes de que aparezca el pensamiento… Podemos experimentarla durante Zazen, de hecho, es el estado de conciencia propio del Zen. – Si “shiryo” es el pensamiento y “fu shiryo” es el no-pensamiento, HISHIRYO es el Pensamiento Absoluto, más allá del pensamiento y del no-pensamiento. Más allá de las dualidades, de las oposiciones, de los contrarios. Más allá de todos los problemas de la conciencia personal. ¡Es nuestra Naturaleza Original, o Naturaleza de Buda, o Inconsciente Cósmico...!


Qué cosa más hermosa escribió, a este respecto, el Maestro Dogen: “Pensad sin pensar. ¿Cómo se piensa sin pensar? Pensando desde el fondo del no-pensamiento. Esta es la dimensión cósmica, HISHIRYO”. Hishiryo, en efecto, es la armonía de las visiones objetivas y subjetivas, la última conciencia, más allá del espacio y del tiempo, la conciencia más excelente, global, universal, más allá de todos los fenómenos, más allá del pensamiento y del no-pensamiento. Lo que hay más allá del espejo… Los sentidos de nuestra conciencia no pueden imaginarla. Las categorías no pueden definirla. La palabra no puede explicarla. Sólo podemos acceder a este estado a través de nuestra experiencia vivida. Pues bien, justo esto es lo que quiero compartir, como experiencia vivida, en todos aquellos Talleres que imparta en los próximos años con todas aquellas personas que participen en ellos...


Y aunque todas estas experiencias vitales rebasan los términos, he de seguir utilizándolos por ahora como barcos que nos ayuden a llegar a la otra orilla. En este sentido, otro concepto importante a conocer, y realmente esencial, es el de mushotoku, que viene a ser algo así como aquello que simplemente está, sin meta fija, sin un egoísmo que nos arrastre a sacar provecho de cualquier situación. El mushotoku es de facto la esencia del espíritu zen. No se trata de querer detener los pensamientos, lo cuál sería todavía peor, sino de dejarlos pasar como nubes en el cielo, como reflejos en un espejo, sin oponerse a ellos, sin apegarse a ellos. De esta manera, las sombras pasan y se desvanecen. Y poco a poco, una vez que las imágenes del subconsciente han surgido y desaparecido, se llega al subconsciente profundo, sin pensamiento, más allá de cualquier pensamiento, Hishiryo, verdadera pureza…


Sentado, sin meta, se puede comprender MUSHOTOKU e HISHIRYO, secretos de la esencia del Zen. Pero esta comprensión es diferente a la del sentido común o a la de intelecto. Es percepción directa. Mushotoku es la filosofía del no-provecho, del no deseo de adquirir. Es el principio esencial del Zen. Dar sin esperar recibir nada a cambio. Abandonarlo todo sin miedo a perder. Volver la mirada hacia el interior. De la misma manera que en toda obra de arte, el artista debe saber darse enteramente sin ocuparse de alcanzar la gloria, la belleza, la riqueza, para expresarse en una obra bella, pura, auténtica, de la misma manera el discípulo obtendrá la Sabiduría si quiere conocerse, superarse, darse sin esperar alcanzar ningún provecho personal. ¡Si lo abandonáis todo, lo obtendréis todo! – Hishiryo es la conciencia cósmica, y no la conciencia personal. Podemos experimentarla durante Zazen. Durante la meditación pensamos en nuestras ansiedades, en nuestra vida cotidiana, en nuestros amigos, en nuestras vacaciones, en todos los fenómenos que provienen de nuestra memoria, pero si nos concentramos profundamente sobre nuestra postura, sobre la respiración, podemos detener los pensamientos, podemos olvidarlo todo y armonizarnos con el pensamiento cósmico. El subconsciente surge así a la superficie, gracias a este abandono. Los pensamientos se alargan, se ensanchan profundamente y alcanzan la conciencia universal. ¡Podemos llegar hasta el final de esta conciencia universal! Sí, podemos llegar hasta el final de esta conciencia última, pero para ello no debemos trascender los pensamientos de nuestra autoconciencia. Este es el arte esencial del Zazen…”






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