Canciones de un mundo aparte de
Lévon Minassian...
Hace poco más de dos años, el neurocientífico
Francisco Mora, alumno preclaro de la Universidad de Granada, dio en esta
ciudad una muy polémica conferencia a propósito de su libro ‘El dios de cada
uno’. Yo asistí a ella. “Dios solo es
una idea creada por el cerebro”, afirmó, entre otras cosas, este científico
que es neurólogo y psiquiatra. “Sin estar loco -dijo Francisco Mora- pasé
cuatro años en un hospital psiquiátrico porque quise sumergirme realmente en
esa incógnita de lo que significa no solo tener los procesos mentales, sino
cómo se pierden…” - Mora, doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford
y catedrático de Fisiología en la Universidad de Iowa, siguió diciendo: “No hay
ninguna fuerza sobrenatural detrás de la aparición del hombre. La biología
evolutiva nos dice que el hombre es consecuencia de un proceso azaroso, en el
sentido de que los genes mutan aleatoriamente y solo el determinante ambiental
hace que tengan un valor y el portador sobreviva o no. La ley sagrada en biología es la supervivencia. No hay más ley que
aquella que empuja al ser vivo a mantenerse vivo. No hay ningún ‘diseño
inteligente’, ninguna fuerza sobrenatural detrás de la aparición del hombre…”
Por último, y tan solo estoy extrayendo algunas de sus más ‘polémicas’ declaraciones,
Mora afirmó: “Somos fruto del azar y el resultado, tras tres o cuatro millones
de años de evolución, es el cerebro humano, que desde los austrolopitecus hasta
nosotros, ha aumentado su peso y complejidad enormemente”. “No hay nada que no
haya sido producido por nuestro cerebro y sus códigos. Dios es una idea, como
todas, construida por los códigos cognitivos”. Y concluyó: “Todas las culturas
son mortales. Todas las religiones también... Entramos en la era de la
‘postreligión’. El cristianismo va a morir, como ha muerto el marxismo. ¿Qué va
a llenar el vacío…?”
Aquí, en la ciudad de Granada, que es realmente un pueblo grande, esta
conferencia causó -inexplicablemente para mí, desde luego- un gran revuelo.
Mora es un ateo de manual, un hijo de nuestro tiempo y, como tal, está alejado
completamente de cualquier tipo de gnosis o de metafísica. Obviamente, en este
sentido, no es para nada un santo de mi devoción. Pero no me escandalizaron sus
declaraciones. En mi modesta opinión, no está mal que de vez en cuando, y
siguiendo la estela de aquellos pioneros que fueron los filósofos de la sospecha (Marx,
Nietzsche y Freud), venga algún individuo de esta especie y nos dé un vapuleo
que haga tambalear los ídolos de siempre y que no tienen más función que la de
mantener la cohesión social. No tengo ni qué decir que cualquier budista
-incluyéndome- suscribiría sin ningún problema, y sin inmutarse, las
declaraciones de este neurocientífico, que, por otro lado, no son nada
novedosas.
Entrando ya en materia, de lo que no me cabe ninguna duda es que el pensamiento
crea la comprensión, y nuestra comprensión está constituida únicamente por las
ideas de alguien. Tanto si digerimos totalmente las ideas de los demás como si
no, durante toda nuestra vida estamos siguiendo el camino de otras personas, de
multitud de pensamientos (que provienen de todos lados) que no son nuestros...
Esto es ni más ni menos que la alienación,
que tan perfectamente definió Heidegger así: “Jeder ist der andere und Keiner
er selbst – Todo el mundo es el otro
pero nadie es uno mismo…” - Contemplemos a este respecto un breve y
precioso episodio real bastante esclarecedor. Hace mucho, mucho tiempo, en
China, vivía un famoso maestro muy erudito llamado Dok Sahn. Viajaba de templo
en templo, comprobando el conocimiento de los monjes sobre los Sutras, que él
conocía perfectamente de memoria. Siempre ganaba todos los debates en los que
participaba. ¡Nadie podía igualarle! Hasta que un buen día se encontró con una
mujer llena de sabiduría que le dio una gran lección. En un momento dado, tras
una serie de peripecias, ella le dijo: “Es usted un maestro de sutras muy
famoso. Comprende todas las palabras y las enseñanzas de Buda. ¿Puedo hacerle
una pregunta? Si responde adecuadamente le invito a comer. Si no puede
responder correctamente, tendrá que pagar…” – Esto sorprendió mucho a Dok Sahn,
pero finalmente aceptó el reto. Entonces, ella le dijo: “En el Sutra del
Diamante se dice: ‘No es posible conservar la mente del pasado, es imposible
sujetar la mente presente y es imposible atrapar la mente futura’. Por lo
tanto, maestro Dok Sahn, ¿con qué mente comerá la comida…?”
Dok Sahn quedó totalmente perplejo, y tras recorrer de un lado a otro (y
desesperadamente) el Sutra del Diamante, no pudo responder. Muy avergonzado, se
dio perfecta cuenta de que en ese instante preciso había perdido su elevada
posición. Rendido, le preguntó finalmente a ella: “¿Dónde ha conseguido esta
comprensión?” Y ella, que se trataba ni más ni menos que de la gran Maestra
Lugpa Dam, le contestó: “No he
conseguido esta comprensión de nadie. Todo el mundo la posee, sólo hay que
mirar…”
Esta historia nos muestra, entre otras muchas cosas, que dominar muchas
filosofías profundas es como colocar un pelo en el vasto cielo. Incluso si
consiguiéramos todos los conocimientos esenciales del mundo, sería como tirar
una gota de agua en un profundo cañón… No cabe duda de que el árido
conocimiento, cuando no está entreverado de sabiduría, no puede sernos de
utilidad en la vida. Dok Sahn, el protagonista de nuestra historia, descubrió
que aun habiendo leído los ochenta y cuatro mil sutras y habiendo asistido
regularmente a millares de charlas dharma, no le sirvió en absoluto y supo
entonces que todo aquello que sabía era nada en comparación con lo que es experimentar
un instante de mente clara. Sólo hay que mirar…
El relato nos muestra a su vez que toda nuestra comprensión, lo que creemos
saber, es únicamente la idea de otro o de otros, de una multitud de voces. La
alienación que antes mencioné… [1] Toda la turbamulta de pensamientos, ideas,
voces, opiniones, eslóganes, prejuicios, clichés, informaciones, discusiones,
deliberaciones, todo esto es la locura que no tiene fin, como simbólica y
pictóricamente nos reflejó a la perfección Ieronymus Bosch en esa imagen
inmortal del hombre atrapado en el arpa de su tríptico El Jardín de las Delicias… - Los
seres humanos lo crean todo, y luego luchan por ello a favor o en contra.
Crean el color, el tamaño, la figura, el tiempo, el espacio, los nombres y las
formas. Los seres humanos crean la causa y el efecto, la vida y la muerte, el
ir y venir. Originalmente, estas cosas no existen. Todo proviene del
pensamiento: nuestro pensamiento lo crea todo. Sólo se trata de la idea de
alguien… [2]
Por tanto, creamos nuestro mundo. Creamos
nuestro tiempo y nuestro espacio. También creamos la causa y el efecto que
controla nuestras vidas. Todo esto es fruto de nuestra mente. En primer lugar,
¿qué es el tiempo? Tal y como te escribí en una ocasión, el tiempo es un flatus
vocis, un sueño de la Hélade, una convención filosófica, una invención
gramatical…
Pasado, presente y futuro no existen. ¿Dónde está el pasado? ¿Dónde está el
futuro? No los podemos encontrar en lugar alguno. Casi nadie percibe esto, por
increíble que parezca, y las pocas personas que se dan cuenta de ello se
conforman con la creencia de que, por lo menos, el presente existe y es real.
Pero fijémonos en el trascendental hecho de que incluso si decimos que el
presente existe ¡sigue siendo una gran ilusión! ¿Dónde está el presente? Decir
“presente”, ya es pasado. En el preciso y justo momento que decimos esta
palabra – “presente” – ya es “pasado”. Este mismo instante en el que estoy
escribiendo en mi blog ha desaparecido para siempre, se ha perdido en la masa
anónima de lo irrevocable. No volverá nunca. Todo es único – e insignificante…
Nuestro pensamiento crea el tiempo.
Y el tiempo que crea cada uno es su tiempo, no mi tiempo o el tiempo de otro…
Digamos que alguien está esperando a su esposa. Se suponían que iban a verse a
las cinco de la tarde, pero ya son las seis y media y todavía no ha llegado. Si
tarda, él estará algo enfadado con ella. Ésta es la visión de “mi” mente, “mi”
tiempo. Tal vez se haya retrasado porque esté acabando algo en la oficina, han
podido suceder mil cosas. “Su” tiempo puede estar pasando rápidamente, y puede
que no esté enfadada. Pero mientras yo espero en el coche, “mi” tiempo pasa
lentamente, y “mi” tiempo se está desperdiciando. “Mi” tiempo es tiempo de
sufrimiento, que pasa tediosa y lentamente. - Como breve inciso, recuerdo
aquello que escribía Emily Brönte: “En la sala sombría el viejo reloj / sigue
sonando hora tras hora; / y me parece que su acompasado sonido / se demora cada
vez más…” - Pero el tiempo de ella, el “suyo” puede que no sea el mismo; tal
vez esté trabajando mucho, intentando cumplir con un plazo, y el mismo periodo
temporal esté pasando en realidad muy de prisa para ella… Así es la mente.
Creamos nuestro tiempo, ya sea bueno o malo, feliz o triste. Con nuestras
mentes lo hacemos largo o corto, lento o rápido…
Todo, todo es fruto de nuestro
pensamiento, el cual también crea el espacio, puesto que originalmente el
espacio, de modo semejante, tampoco existe. Dos individuos están uno frente al
otro. Uno levanta su brazo derecho y señala a la pared que hay a su lado. “Ésta
es la pared derecha”. Pero para el otro sujeto que está enfrente ¡se trata de
la pared izquierda! ¿Quién tiene razón? Si hubiera cientos de personas en una
gran habitación, cada una frente a una dirección distinta, y todas hicieran
esto, tal vez tendríamos un gran problema… Pues bien, por esto, realmente por
esto, provienen todas las guerras y conflictos. La razón de ello es que todo el
mundo crea su “izquierda” y “derecha”, y todo el mundo cree que su ‘dirección’
es la correcta. Por consiguiente, como vemos, creamos nuestro tiempo y nuestro
espacio, y creamos nuestra causa y efecto, y todo ello controla tiránicamente
nuestras vidas…
Todo esto que he explicado es razón más que suficiente para que entendamos en
todo momento que no debemos apegarnos a nuestra situación y condición. Si nos
apegamos a ellas, la causa primaria (que es el pensamiento) no podrá
desaparecer jamás; y siempre se verá activada por la aparición de alguna
condición a la que nos apegamos, produciendo el mismo sufrimiento prácticamente
en cada ocasión. Este sufrimiento refuerza entonces la causa primaria en una
retroalimentación ad nauseam y ad aeternum que no es otra cosa que la pesadilla
del sâmsara… De modo que si queremos realmente que nuestro sufrimiento
desaparezca, no debemos crear tiempo y espacio, no debemos crear causa y
efecto… Dejemos a un lado nuestras opiniones, nuestra condición y nuestra
situación, y lentamente, la causa primaria irá desapareciendo por sí sola. Si
cesamos el diálogo interno, ni tiempo ni espacio, ni vida ni muerte, ni causa
ni efecto, podrán controlarnos jamás. ¡¡Esto,
esto es la libertad!! El budismo nos
enseña, desde esta libertad. que podemos entender este mundo, tal cual es.
Con toda la belleza, el amor, la bondad que nos beneficia a todos. Por
desgracia, la mayoría de la gente no se da cuenta de esto, no sabe mirar… Como
bien sabemos, nuestro mundo humano es un mundo muy pequeño. La mayoría de las
personas únicamente vive en un mundo reducidísimo, creado por sus opiniones
intrascendentes, sus conversaciones banales, su delirante parloteo interno, sus
gustos y sus aversiones. Pero Buda nos enseñó que debemos mantener una menta
amplia, abierta y clara como el espacio. Entonces siempre podremos comportarnos
de un modo compasivo con los demás…
Enlace recomendado hoy:
[1] Por ello, puede entenderse perfectamente lo que dijo finalmente Dok Sahn
(justo antes de convertirse en discípulo de la gran Maestra Lugpa Dam, tras la
experiencia que lo desarmó): “Un perro comprende el habla de un perro, y un
gato comprende el habla de un gato. Todos los animales comprenden su habla
verdadera. Pero ¿cuál es el habla verdadera de los seres humanos? ¿Cuál es mi
habla verdadera? ¿Puedo hallarla? ¡Estoy totalmente colapsado…!” - Lugpa Dam le
dijo entonces: “¡Tú, el gran maestro de Sutras! ¡Ni siquiera comprendes tu
propia habla! ¿Cómo puedes enseñar el habla de Buda?”. En ese momento, Dok Sahn
se lanzó a los pies de Lugpa Dam y se convirtió en su discípulo…
[2] No cabe duda de que hemos de volver nuestras mentes antes de que surja el
pensamiento… Es preciso llegar a este
punto primordial, que no tiene nombre ni forma. Algunas personas lo llaman
mente, o naturaleza, o substancia, o Dios, o Yo, o Buda, o alma o espíritu, o
consciencia… Pero, ya digo que originalmente este punto no tiene nombre ni
forma, puesto que ya es antes del pensamiento, por lo que abrir la boca para
llamarlo de cualquier modo ya es un gran error. De ahí el Silencio del Buda… - A este respecto, y sobre este asunto realmente
esencial, el más esencial que puede existir en nuestra vida, escribí ya en este
blog el 11 de enero de 2012, en un post que titulé ‘No hay nada permanente ni existe ninguna certeza’…
Helo aquí…
“Esto es a lo que yo hacía referencia, en una charla que di hace un par de
años, al hablar de Hishiryo. Como suele sucederme, adelanté en lo teórico lo
que luego me he vivido profundamente en la práctica. Hishiryo es la conciencia
cósmica, y no la conciencia personal; la conciencia cósmica, pura y sin
dualidad que existe antes de que aparezca el pensamiento… Podemos
experimentarla durante Zazen, de hecho, es el estado de conciencia propio del
Zen. – Si “shiryo” es el pensamiento y “fu shiryo” es el no-pensamiento, HISHIRYO es el Pensamiento Absoluto, más
allá del pensamiento y del no-pensamiento. Más allá de las dualidades, de
las oposiciones, de los contrarios. Más allá de todos los problemas de la
conciencia personal. ¡Es nuestra Naturaleza Original, o Naturaleza de Buda, o
Inconsciente Cósmico...!
Qué cosa más hermosa escribió, a este respecto, el Maestro Dogen: “Pensad sin
pensar. ¿Cómo se piensa sin pensar? Pensando desde el fondo del no-pensamiento.
Esta es la dimensión cósmica, HISHIRYO”. Hishiryo, en efecto, es la armonía de
las visiones objetivas y subjetivas, la última conciencia, más allá del espacio
y del tiempo, la conciencia más excelente, global, universal, más allá de todos
los fenómenos, más allá del pensamiento y del no-pensamiento. Lo que hay más
allá del espejo… Los sentidos de nuestra conciencia no pueden imaginarla. Las
categorías no pueden definirla. La palabra no puede explicarla. Sólo podemos acceder a este estado a través
de nuestra experiencia vivida. Pues bien, justo esto es lo que quiero
compartir, como experiencia vivida, en todos aquellos Talleres que imparta en
los próximos años con todas aquellas personas que participen en ellos...
Y aunque todas estas experiencias vitales rebasan los términos, he de seguir
utilizándolos por ahora como barcos que nos ayuden a llegar a la otra orilla.
En este sentido, otro concepto importante a conocer, y realmente esencial, es
el de mushotoku, que viene a ser algo así como aquello que simplemente está,
sin meta fija, sin un egoísmo que nos arrastre a sacar provecho de cualquier
situación. El mushotoku es de facto la esencia del espíritu zen. No se trata de
querer detener los pensamientos, lo cuál sería todavía peor, sino de dejarlos
pasar como nubes en el cielo, como reflejos en un espejo, sin oponerse a ellos,
sin apegarse a ellos. De esta manera, las sombras pasan y se desvanecen. Y poco
a poco, una vez que las imágenes del subconsciente han surgido y desaparecido,
se llega al subconsciente profundo, sin pensamiento, más allá de cualquier
pensamiento, Hishiryo, verdadera pureza…
Sentado, sin meta, se puede comprender MUSHOTOKU e HISHIRYO, secretos de la
esencia del Zen. Pero esta comprensión es diferente a la del sentido común o a
la de intelecto. Es percepción directa. Mushotoku es la filosofía del
no-provecho, del no deseo de adquirir. Es el principio esencial del Zen. Dar sin esperar recibir nada a cambio.
Abandonarlo todo sin miedo a perder. Volver la mirada hacia el interior. De
la misma manera que en toda obra de arte, el artista debe saber darse
enteramente sin ocuparse de alcanzar la gloria, la belleza, la riqueza, para
expresarse en una obra bella, pura, auténtica, de la misma manera el discípulo
obtendrá la Sabiduría si quiere conocerse, superarse, darse sin esperar
alcanzar ningún provecho personal. ¡Si lo abandonáis todo, lo obtendréis todo!
– Hishiryo es la conciencia cósmica, y no la conciencia personal. Podemos
experimentarla durante Zazen. Durante la meditación pensamos en nuestras
ansiedades, en nuestra vida cotidiana, en nuestros amigos, en nuestras
vacaciones, en todos los fenómenos que provienen de nuestra memoria, pero si
nos concentramos profundamente sobre nuestra postura, sobre la respiración,
podemos detener los pensamientos, podemos olvidarlo todo y armonizarnos con el
pensamiento cósmico. El subconsciente surge así a la superficie, gracias a este
abandono. Los pensamientos se alargan, se ensanchan profundamente y alcanzan la
conciencia universal. ¡Podemos llegar
hasta el final de esta conciencia universal! Sí, podemos llegar hasta el
final de esta conciencia última, pero para ello no debemos trascender los
pensamientos de nuestra autoconciencia. Este es el arte esencial del Zazen…”
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