He aquí una breve melodía de Enya, preñada de hermosura y de paz, que se titula Fairytale - Cuento de hadas -. Las imágenes que la acompañan, extraídas del Señor de los Anillos, nos dan una idea de la excelsitud y la suma transparencia del mundo élfico…
Mientras contemplo el movimiento acompasado e ingrávido de los elfos, viene a mí la imagen de un conocido y breve diálogo entre el Patriarca Zen Sosan y un discípulo.
Sosan: “… Abandona todo interés en el pasado y en el futuro y vive intensamente en el ahora…”
Discípulo: “Pero el ahora no tiene dimensión. ¡Me convertiré en nadie, en nada!”
Sosan: “Exacto. Siendo nadie y nada estarás seguro y serás feliz (…) Sé nada, conoce nada, ten nada. Esta es la única vida digna de ser vivida, la única felicidad digna de ser tenida…”
Esto resume perfectamente la vida de un san Francisco de Asís… Y recuerda también aquello tan bello que escribió san Juan de la Cruz , y que sirve de título a mi post de hoy: ‘Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo…’ Es curioso el hecho de que los genuinos buscadores de toda época y lugar fueron borrándose a sí mismos, y cuando ya lo olvidaron todo, alcanzaron el Despertar. -El mismo Ananda, cuando se Iluminó, olvidó automáticamente todo lo que había dicho Buda…- Otra característica común a todos los que alcanzan la otra orilla y que me llama muy agradablemente la atención es su desconfianza hacia lo simbólico, concretamente hacia lo gráfico. No es que lo vean como algo “malo”, pues estos seres de luz están más allá del bien y del mal, sino que lo perciben como lo que es: una rémora que entorpece la contemplación, la visión y el canto…
Las personas Iluminadas no creen en las palabras, le cuesta de facto expresarse a través de ellas, puesto que perciben que las palabras engañan. En cambio, hacen de la Visión el eje principal de su trabajo. Toda su actividad consiste en ver la vida haciéndose, en ellos/as y a su alrededor, especialmente en la naturaleza, durante sus largas caminadas por los bosques o vagando por el desierto... De esa visión en silencio surgen a veces magníficas obras de arte… Sí, estos seres de luz viven en paz, sin expectativas, e inopinadamente, sin esperarlo, la sacudida vital de la inspiración les zarandea de vez en cuando, con una constante vital ineludible y que siempre se repite: las revelaciones les llegan cuando se encuentran en pleno contacto con la naturaleza...
Si lo esencial es la Visión frente al mero ver las cosas, y cuando nos convertimos en Mirada dejamos de mirar, debemos saber también que las palabras no son la Palabra … Así, si para un pintor el sentido más importante para el conocimiento de la verdad es la vista, y dedica todo su esfuerzo al desarrollo de la visión, el escritor, el artista de la palabra, desarrolla el oído y la escucha. Un escritor (y ha habido muy pocos escritores, pues la mayoría de los que así se llaman son realmente ‘escribidores’, que es un concepto muy distinto) solo escribe cuando las palabras y las historias llegan y le cogen la mano para dibujar los sonidos, después de escuchar la vida que yace en las situaciones de mayor desolación y abandono humano... El auténtico proceso de la escritura parte, por tanto, del silencio más profundo. Tal y como afirmaba R. M. Rilke: “El silencio absoluto es el ámbito fundamental y único en el cual todo lo que es esencial es escuchado…”
En todo este contexto, podemos entender perfectamente que todo artista, que todo ser evolucionado espiritualmente, deje de hablar progresivamente y solamente escuche o vea..., o, más bien, se convierta en un cauce limpio y transparente de la Visión y la Palabra. Se trata sin duda de todo un largo proceso vital que siempre se traduce en un vaciado de conceptos y conocimientos culturales, en un ir desnudándose de prejuicios y de ideas personales, en un abandono de los deseos de autoafirmación y de cualquier deseo en general...
Salvo en casos excepcionales de artistas geniales contemporáneos como Hölderlin, Novalis, Goethe, Nietzsche, Van Gogh, Beckett, Wittgenstein, Klossowski, Lenau, Rilke…, que supieron alcanzar la mínima expresión en la máxima simplicidad y que se fueron reduciendo al silencio como pájaros abrasados por la luz, el problema de Occidente como cultura y como civilización en estos tres últimos siglos ha sido que ha evolucionado demasiado, esto es, que ha involucionado. Ha progresado tanto que se ha alejado del Origen. La perdición del hombre moderno no es el olvido, como yo creía antes, sino la acumulación de recuerdos, la senilidad que supone el llevar -como jorobas- todo el peso de su historia… Palabras y paladas de tierra sobre el abismo de la luz… Cansancio, encorvamiento… Nosotros, los europeos de hoy, estamos empapados de todo este nihilismo hasta los huesos, nos hemos criado en él, pues nadie puede sustraerse al espíritu de su época. Afortunadamente, los que transitamos por el camino del guerrero, trabajamos, con la guía del Espíritu, en la obra alquímica del descondicionamiento, eliminando capas y capas de ideas impuestas que nunca fueron nuestras, quitándonos máscaras… En fin, se trata de un trabajo largo y arduo y en él estamos…
Ya no queremos escribir ni hablar sin más. Solo podemos tolerar el Arte, la Palabra que es música, que nos da Visión… Trazamos figuras con nuestras manos en el aire, como quien danza. Amamos lo ligero, lo volátil, el vuelo sublime de una mariposa, la levedad del aire… Mis queridos/as hermanos/as: Dibujad conmigo, antes del alba, un punto blanco sobre el lienzo oscuro y saltemos dentro de él con nuestras alas de ángel para abismarnos en la inmensidad del espacio que no conoce de formas ni fronteras…
Como rocío de otoño
posándose momentáneamente
sobre la trémula hierba, tan efímero
será nuestro paso por este mundo…
Pero seremos hojas despiertas que caen
sobre la floresta encendidas de amor…
Ningún ruido distrae el curso de mis pensamientos. Una noche en calma como ninguna… En este silencio de espanto hay un dulce aroma a sándalo, un perfume a revelación… ¿Dónde andarán los seres que fuimos…? ¿Se habrán esfumado sin que nos hayamos dado cuenta? Si así fuera, no se habrán marchado a cualquier lugar ordinario, sino a un país de niebla y nubes… Aquí y ahora el Sol asoma en nuestros corazones, sin el peso del tiempo… Recostemos pues nuestra cabeza sobre la superficie del mar, dejemos flotar nuestro cuerpo ingrávido de luz sobre la piel de la tierra… Sí, sintamos mecer nuestro espíritu como una medusa, sin oponer la más mínima resistencia. El mundo, nuestro mundo, sería un lugar más habitable si lo mirásemos siempre con estos ojos. Libres de las trabas del sentido común, lejos de los obstáculos del deseo y del apego corporal, diluyéndonos en un abrazo con la mar en calma… Dejémonos pues, hermanos y hermanas, acunar y absorber por sus aguas regeneradoras…
Ya que he mencionado el Mar en Calma, no tengo ni qué decir que éste y no otro es el telón de fondo de la Meditación Silenciosa. Y esta no es otra cosa que humildad, auténtica humildad, mera presencia… Un guerrero, un kendoka, un sufí, un zénico, un ser de luz, más allá de los nombres, es un hijo del momento, se encuentra constantemente en el presente… Presencia es nuestra capacidad para ser completos (integrales) en todo momento, alineados con nuestra sabiduría más profunda. Presencia es una capacidad para la globalidad, la cual puede desarrollarse abarcando cada vez más y más aspectos de la realidad…; es, como diría yo, algo así como una atención trascendente que reúne y armoniza todas nuestras partes y funciones, incluyendo pensamiento, sentimiento, intuición y comportamiento. ¡Si somos presencia, todas estas funciones trabajan juntas de un modo equilibrado y armónico! No hay más que fijarse en los elfos…
Sin presencia somos seres alienados, seres divididos, masa: vivimos una existencia fragmentada en la cual las acciones, pensamientos, y sentimientos a menudo entran en conflicto y en la cual no hay un ser humano presente. Me atrevo a sugerir que el 99% de la humanidad vive en estado de no-presencia, de ahí esa locura general que abarca a toda la Tierra …
¿Qué tiene que ver esto con la humildad? Pues todo, porque la humildad no consiste en considerarse menos importante o menos valioso que otras personas; no es por consiguiente una falta de autoestima. Tampoco es una forma modesta de comportamiento y no es el resultado de la humillación. La humildad no es otra cosa que nuestra conciencia acerca de nuestra subordinación a algo más grande que nosotros mismos, y de nuestra interdependencia respecto de los demás seres humanos y de toda forma de vida. Humildad es vivir en el presente, en el estado de presencia absoluto, conscientes de nuestro vínculo vertical con el cielo y de nuestro vínculo horizontal con la tierra. Humildad es ser uno con el cosmos y soberbia es creer que somos más o menos que los demás. –La soberbia de “creerse inferior”, como bien vio Nietzsche, es el apetito soterrado de la voluntad de poder por adquirir la primacía sobre los que son más fuertes que uno…- La humildad, en fin, es un balbuceo, es un quedarse no sabiendo, toda ciencia trascendiendo…
De entre todas las vías posibles, y absolutamente legítimas, que los seres más despiertos han creado, el camino medio del Buddha nos trae por ejemplo el equilibrio perfecto: meditación-presencia-humildad, sin ínfulas ni teatros ni historias de ninguna clase, sin juegos… ¡¡Qué Paz!!
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