Aquí traigo hoy una música deliciosa, una auténtica bendición para el espíritu. Se trata de la celebérrima melodía tradicional catalana ‘El Cant del Aucells’ - El canto de los Pájaros - interpretada ni más ni menos que por Montserrat Figueras (canto); Arianna Savall (canto y arpa); Ferran Savall (canto) y Jordi Savall (viola de gamba). Bajo las imágenes de este enlace, puede leerse la preciosa letra de esta melodía anónima tanto en catalán como en castellano. – Aunque, por debajo de la letra, pueden leerse también unos textos muy interesantes, no resisto la tentación de trasladarlos aquí para que puedan leerse más fácilmente y porque merece la pena empaparse de ellos, ya que son maravillosos. “Dice Jordi Savall: ‘Todo lo que cambia permanece, y resiste el tiempo todo lo que muda. Las ideas y las creencias se transforman a lo largo de los siglos, para seguir latiendo y pervivir en la conciencia de las gentes. Las tradiciones, las lenguas, los gestos, todo se tiñe, todo se contagia, todo se convierte en algo nuevo conservando la esencia de lo antiguo’.
Quizá ningún otro arte como la música sea capaz de expresar las transformaciones que, en su devenir histórico, experimentan tanto el espíritu como la sociedad humana, al ser su materia prima el Tiempo, en sí mismo agente de transformación, de mutación, de cambio incesante. ‘Misteriosa forma del Tiempo’, como la calificó Jorge Luis Borges, la música logra además, al desvincularse de la abstracción inherente a la palabra-idea y universalizar su mensaje, penetrar en los más recónditos pliegues del corazón y del alma de los hombres, siendo el perfecto vehículo para la manifestación de lo inefable… El Cant dels Aucells (El Canto de los Pájaros), es una canción popular catalana, de origen desconocido y tradicional de Navidad. La letra gira alrededor del nacimiento del niño Jesús. En Cataluña es típico honrar a los difuntos ilustres con una despedida silenciosa, mientras se escucha esta pieza tocada al violonchelo...” - Hasta aquí lo que puede leerse bajo las imágenes que acompañan a la música del enlace de youtube. Y tras éste, en seguida, mi Viaje al Reino sin Tiempo…
El día había empezado nebuloso y opaco, y en el bosque los árboles desnudos estaban silenciosos. A través de ellos se podían ver el azafrán de primavera, los narcisos y la forsitia de color amarillo intenso. Desde la distancia era una gran extensión de terreno amarillento que contrastaba con el verde del pasto; y a medida que me iba acercando quedaba cegado por el resplandor de aquella luz dorada… Únicamente existía aquella luz que surgía de la tierra, nada más: ni el murmullo del río, ni el mirlo que cantaba su melodía matutina, ni el sonido ingrávido de las mariposas… Sólo existía aquella luz; y la belleza y el amor estaban en aquella luz…
Regresé hacia el interior del bosque, donde no había nadie más que yo, mientras empezaban a caer algunas gotas de tenue lluvia. La primavera había llegado pero en ese lugar del Norte los colosales árboles – magníficos robles, olmos y hayas – que se erguían muy silenciosos aún no tenían hojas, estaban melancólicos tras el invierno, y en espera de la luz del Sol y de un tiempo apacible.
Pasó el tiempo, quizá toda una vida, quién sabe, y al atardecer, el cielo estaba completamente transparente, y la luz que bañaba los enormes árboles era extraña y vibraba con un movimiento silencioso... La luz, en verdad, es algo extraordinario; mientras más se observa, más profunda y más inmensa se vuelve. En su movimiento abrazaba aquellos árboles, y el espectáculo era sobrecogedor. ¡Ningún lienzo hubiera podido captar la belleza de aquella luz! Era mucho más que la luz del ocaso, mucho más de lo que los ojos veían, pareciera como si el amor reposara sobre la Tierra. Vi de nuevo la extensión amarilla de forsitias y el humus se regocijaba…
Justo en el instante de ponerse el Sol, vino a mí una extraña quietud, y una sensación de felicidad, de dicha y de gozo infinitos al vivirme intensamente una paz… que no puedo describir. Un manto de estrellas cubría la tierra, también las podía ver titilar en mis manos. Y la luz del ocaso seguía allí, con unos tonos rojos y anaranjados que me trasladaron a otros mundos… ¿Cómo podía darse todo a la vez? No había respuestas; o quizá sí, y solo bastaba con mirar las siluetas de los árboles con sus delicadas ramas desnudas que se recortaban en el cielo… El césped iba lentamente rejuveneciendo, y desde la cima de un monte que antes no había percibido, se divisaba una ciudad con innumerables cúpulas, entre las que destacaba una, más alta y azulada que las demás… Un viento impetuoso e inesperado arrastró mi cuerpo hacia aquella ciudad. Surqué cual pájaro atraído por la luz crepuscular unas colinas que formaban unas fantásticas figuras. Sobrevolé profundos abismos y picos elevados. La torre más alta me atraía con una inmensa fuerza hasta que posé mis pies alados sobre ella, con una dulzura sin igual, como un beso liviano y lleno de calidez, de hondura. Entraba en el reino de la magia…
Desde aquella enhiesta torre, a la cual llegaba el indescriptible resplandor de la luz hiperbórea, pude contemplar, al fin, la Ciudad de los Sueños, la Tierra de los Ancestros, a la que pertenecía. Había alcanzado la pura sonrisa de la felicidad indivisa, la mirada pura ante un mundo luminoso poblado de seres que me esperaban desde su reino sin tiempo, y que me indicaban, con su mera presencia, que aquella sombra perdida que yo creí vigilia no era real, que aquellos laberintos y caminos tortuosos de la angustia y el dolor eran tan solo formas oníricas de la noche lúgubre del olvido… Del olvido de lo que fui, de lo que soy, de lo que Es... Al contemplar tanta belleza, tanta luz, tanta inocencia y hermosura, en aquellos seres que me saludaban y me invitaban a volar hacia su reino para regresar al fin a Casa, entendí que algunos de mis sueños pasados fueron entradas a este reino... Entendí también que tenía que volver al ‘mundo real’ para encender las llamas de los apagados, que había de regresar para hacer recordar - y, por tanto, despertar - a los que estaban soñando que es real el mundo irreal en el que están atrapados. Entendí entonces, mucho más allá de lo que cabe imaginar, que libertad es soltar y saltar con audacia y amor hacia el abismo de la oscuridad donde nada ni nadie nos sostiene, con una confianza absoluta en que seremos abrazados y acogidos por la Luz …
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