Ángel
Olgoso: «Siempre
ha habido en mí una predisposición natural hacia las formas breves
y sintéticas»
Publicado
el 24 Abril 2014 - Escrito por A. Arenas
Ángel
Olgoso – Ukigumo
De
su proyección nacional, e incluso internacional, hablan las 26.600
entradas que nos devuelve el más famoso de los buscadores si ponemos
su nombre entrecomillado. Entrevistas en radio y televisión o
reseñas en prestigiosas revistas, diarios y bitácoras literarias,
pero, sobre todo, la treintena de premios (el más reciente el Premio
Andalucía de la Crítica), la aceptación de sus 17 libros de
relatos ya publicados y su participación en más de cuarenta
antologías. Ahora, Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada, 1961) se
prepara para presentar su primer libro de haikus titulado 'Ukigumo'
(Ed. Nazari). Será el jueves, 24 de abril, en Sala Cultural Nueva
Gala en un acto en el que le acompañará Juan Carlos Friebe y Paolo
Romerini, quien además de realizar su tesis doctoral sobre el autor
granadino ("Il fantastico nella narrativa breve di Ángel
Olgoso". Universidad de Pisa, 2011) es el editor de sus últimas
obras y traductor a su lengua natal de los 185 haikus.
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¿Qué tal suenan sus haikus en la lengua de Dante?
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En italiano todo suena de maravilla. Y el efecto de su sonido e
imagen es primordial en el haiku. Un buen haiku es un guijarro
arrojado al estanque de la mente del lector para despertar sus
sentidos, para traer asociaciones a su memoria; es la expresión de
una iluminación temporal que permite penetrar en la vida de las
cosas, en su esencia. Su reflejo en el espejo enriquecedor de otro
idioma crea un contrapunto casi arquitectónico, un diálogo
lingüístico, fonético y estético que potencia de manera
inmejorable cada verso y cada composición. En realidad, con
el haiku no pensamos acerca del poema sino que realmente sentimos la
sensación que el poema evoca; accedemos al sentido de las palabras,
a su verdadera raíz, a través de la magia de su sonido.
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Desde el punto de vista de la creación ¿qué tienen en común y en
qué se diferencia el microrrelato y el haiku? ¿Con qué género se
siente más cómodo?
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Siempre ha habido en mí una predisposición natural hacia las formas
breves y sintéticas, por lo que resultaba lógico que acabara
cultivándolo, incluso en una época -1992- en la que no era común
un género tan frágil, tan volátil. Con su aparente y engañosa
facilidad, con su gran fuerza expresiva, con su invitación al
lector para que participe, con su brevedad intrínseca, pues dejan el
tema casi en el momento de tomarlo, los dos están claramente
emparentados. Aunque sean géneros dispares en antigüedad, ambos
están sometidos a ciertas reglas (los haikus deben prestar atención
a elementos de la estación del año y el poeta quedar ausente y
ponerse al servicio de la naturaleza; los microrrelatos deben tener
sustancia narrativa, movimiento interno y resonancia final), pero al
mismo tiempo conceden una enorme libertad. En el caso del haiku,
su fin puede ser la belleza fugaz, los ecos del pasado sin nostalgia,
la quietud conmovedora, el misterio del universo, la impresión de
evanescencia de la vida o la gozosa y concreta notación de cualquier
fenómeno menudo…
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Esta selección de haikus fueron escritos casi al inicio de su
producción literaria, es decir a principio de los 90 ¿cuál es el
motivo de que se haya demorado su publicación más de una década?
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Quizá permaneció inédito más de dos décadas por lo anómalo del
género en aquella época y por la sobreabundancia posterior. Tras
quince años escribiendo relatos, sentí la urgencia de experimentar
con esa forma de 17 sílabas, con ese molde ideal para el
despojamiento, para la humilde celebración de la existencia, de las
fugitivas ilusiones del mundo. Recuerdo que me apliqué a ello de una
manera absorbente, con fruición, mientras me preguntaba si podría
lograr alguna clase de fusión entre Oriente y Occidente, trabajar
con palabras sencillas, estar con la conciencia alerta ante
lo inmediato, ante lo instantáneo, ante los diminutos asombros de la
naturaleza. Por suerte o por desgracia, este fue mi único
interludio poético y yo regresé, para siempre, a mis ficciones
singulares e inquietudes.
-
¿Y el título?
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Para el título como para cada una de los tres grupos en que se
divide la obra ha elegido palabras en japonés: Kaoru (aroma), Akashi
(gema) y Utsusemi (caparazón de cigarra) ¿Exotismo, esnobismo,
homenaje a la lengua original de este tipo de composición? ¿Por qué
'Ukigumo'?
- “Ukigumo”
significa nubes pasajeras y hace referencia a la atmósfera serena,
exquisita y silenciosa del ukiyo o mundo flotante, donde se busca la
iluminación y el peso de los días parece aligerarse, ese fluir de
aconteceres naturales del que formamos parte. Estructuré la
colección en tres secciones para escapar de la homogeneidad de la
forma: la primera de medida libre; la segunda de métrica estricta,
que recoge los haikus propiamente dichos y son el núcleo del libro;
y la tercera de dísticos: si las dos primeras aparecen impregnadas
de elementos terrestres y de la unión del mundo visible con el
invisible de las emociones, la tercera lo hace de reflexiones
filosóficas al modo del Zen, semejantes a los kōan o acertijos
budistas. Dejar los nombres japoneses fue consecuencia de mi viejo
gusto por el acervo poético y cultural japonés, un homenaje a los
principios de dicha cultura y, también, a la creencia de que su
sonoridad hace reverberar el libro de una forma especial. Sin
embargo, los que nos hemos acercado con respeto al haiku y lo hemos
cultivado alguna vez en castellano, nos encontramos con un escollo
doloroso: la imposibilidad de pureza, de cumplir hasta el final con
los requisitos de esta refinadísima tradición literaria, esa
contrariedad insalvable de no poder escribirlos en japonés.
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¿Alguna sugerencia para su lectura? Lo decimos porque se pueden leer
muy rápido pero su "digestión intelectual" requiere de
concentración, reflexión y experiencia. ¿Considera que requiere
más de una lectura?
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Esa relectura sería lo ideal. Quizá más que ningún otro
género, el haiku requiere un estado de calma propicio, una
lentitud activa, una predisposición mental para poder apreciar,
deleitarse o interpretar esta forma poética, tan inefable que trata
de suscitar la armonía interior y exterior para rodearla a
continuación de concéntricas olas de silencio.
-
¿Desea añadir algo más?
-
En “Ukigumo” no sólo intenté dejar constancia de los
cuatro estados de ánimo del Zen (Sabi, Wabi, Aware y Yugen) sino
también sugerir impresiones humorísticas, amorosas, ingeniosas,
éticas, pintorescas e incluso fantásticas. Creo que es una vuelta a
la pura percepción de la naturaleza, una constatación del milagro
cotidiano de las cosas corrientes, un intento de desintoxicación
estética, de capturar la realidad con simplicidad e inocencia, con
materiales elementales y espontáneos pero hondamente concebidos.
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