Juan Eduardo Cirlot, Del no mundo (Poesía 1961-1973), Siruela, Madrid, 2009.
Del no mundo recoge la última parte de la poesía escrita por Juan Eduardo Cirlot, nacido en Barcelona en 1916. Esta edición, cuidada de forma impecable, con un gusto exquisito, es un acto de justicia con el que ha sido uno de los poetas más importantes del siglo veinte en España. Este volumen completa la publicación en tres libros de la poesía de Cirlot. Los dos anteriores tomos habían sido publicados también en Siruela, el ciclo de Bronwyn apareció en 2001 y En la llama en 2005.
La poesía de Cirlot es una intervención sobre el mundo y los elementos que lo constituyen dirigida al encuentro con el otro, con un público, con el propósito de convocar otras presencias, de aproximarse a otros dioses. Estos versos están más allá de la palabra poética, está inscrita desde la materia, intenta hacer historia dentro de las cosas, llegar a esa memoria material de la que hablaba José Angel Valente. Materiales y palabras intervenidos, modificados, transformados para ser presentados con una verdad más clara. Cirlot intenta aproximar los materiales, los sonidos, los fragmentos. Su tarea es también la del arqueólogo, buscar los restos, dar voz a esos restos, escuchar su silencio, definir exactamente cuáles son nuestras ruinas. La poesía de Cirlot es una escultura, ruina del espacio y del tiempo, del sonido y del movimiento. Su palabra tiene la duración de la materia y se transforma con ella. Y así transformada en palabra, va hacia algún lugar a pesar de nosotros, parece haber comenzado ya ese movimiento, esa aproximación al absoluto. Oye mi corazón: se está moviendo. / Y esta música horrenda que no te conmueve / soy yo.
Esta edición recoge poemas muy diversos y de muy distinta importancia. Toda combinación y unión de palabras parece aquí culpable y destinada al fracaso, destinada a ser descubierta. Cualquier palabra unida a otra está en nuestra contra. La belleza y la verdad se alcanzan sólo con el dolor. Podríamos decir que no es posible tratar a las palabras peor que Cirlot. Le importa más lo que cada palabra puede conseguir que lo que ya trae, la esperanza que cada palabra trae. Hay que sospechar de cada palabra, de cada sílaba. Hay que volver a registrarlo todo, aprender a pronunciar otra vez. La imperfección y la investigación y el fracaso están en el origen de esta escritura, y sólo pasando por esa imperfección y teniendo la posibilidad de ver toda una vida dedicada a la palabra merece la pena llegar a poemas tan importantes como "Marco Antonio", "Inger Stevens, in memoriam", u "Homenaje a Bécquer". Su proyecto poético es valiente, aquí la poesía se entiende como un misterio, una búsqueda oscura que no puede detenerse. El oficio de poeta toma sentido en obras como esta, donde el pensamiento del que todo surge es superado por la belleza imperfecta de las palabras, de los sonidos. La belleza es aquí un sonido, un movimiento imposible de repetir.
El "Homenaje a Bécquer" es un ejemplo de intervención sobre un poema ya existente que se retoma para volver a darle vida. Serge Daney afirmaba sobre el cine: "sólo quedará lo que seamos capaces de volver a hacer". En este sentido Cirlot reescribe o crea una dramaturgia para tomar lo que más le interesa, para poner en valor la palabra, y para ello opta por una estética del fragmento y, en general, por los poemas muy breves, que estallan casi antes de existir. Cirlot tiene una conciencia de que las cosas mueren, sobre todo en el arte, y de que hay que volver a darles vida para que existan. La búsqueda aproxima este proyecto a la noción de inmortalidad: Cirlot hace creer que existe una salvación posible en la palabra, en la letra. Hay una gran cantidad de poemas dedicados a obras clásicas, películas, actores, etc... También importa señalar la condición de urgencia que parece haber en muchos de estos poemas, de reacción inmediata contra los modos de producción y de recepción. Escribió Castoriadis que "la obra contemporánea es una demostración para todos los hombres que vendrán, de la posibilidad de crear significación al borde del abismo". A través de la permutación y de la repetición Cirlot llegó a un abismo de la palabra, a ese lugar donde las palabras significan otras cosas. ¿Pero qué cosas? ¿Cómo definirlas otra vez con palabras?
El modo de publicación de Cirlot, que solía editar cuadernos breves con pocos poemas, y a menudo pagados de su bolsillo, nos habla de una forma de hacer y entender la poesía, sin plegarse a modas ni normas. Él tomaba todas las decisiones sobre el tiempo y el lugar de sus palabras. Y también perseguía su propio libro total. Hay un abandono de la vida por la palabra, la esperanza y la voluntad de crear una vida por y para la poesía, una vida que no pueda describirse de ningún modo, sólo presentarse. Su ley es la ley de las palabras, del sonido. Cirlot se salta la ley de la vida, el curso natural de las cosas y de la palabra poética, para vivir en la ley de esa palabra, de esa materia. Son frentes olvidadas, son cabellos. / Son labios separados por espacios. / Son labios de silencio disonante; / son disonancias dulces como labios. / Cuerpos de muchas horas conmovidas / grabadas desde siempre en su secreto.
El lenguaje o el conocimiento no son en si mismos modos de resistencias ni ofrecen posibilidades de vida reales. Los actos importantes están, en principio, en relación con los otros y con nuestro tiempo. Esta es una poesía para un solo hombre. Aquí no conseguimos ver a los demás, vemos a ese hombre, y acaso su materia, su historia, su Dios. Pero lo que nosotros querríamos es ver qué queda de humano en esta aventura tan difícil. De un hombre que consigue dirigirse a Dios y a la materia de esta manera esperaríamos que pueda dirigirse al resto de los hombres con la misma grandeza. ¿Contra quién juega este hombre y estas palabras? ¿Cuál es el dolor de este juego? ¿A quién debe servir de aviso? Cirlot entiende la poesía como un poder del hombre sobre el mundo, como algo misterioso que se nos escapa, que no puede describir ni ir con la vida, porque es más grande que ella. Entiende la poesía como oración, como música, como revelación. Nada en el mundo le es ajeno, ningún campo del conocimiento. Esa aspiración global, esa idea de totalidad que adivinamos, ese pensamiento integral del saber sí puede hacernos ver una posibilidad de vida en esta obra. Es posible ver en estas palabras el mundo entero. En "Marco Antonio" leemos: Así pasó / la tarde. / Así pasaron / milenios de cristal de cuya música / nadie hablaría. / Así segregaron cadenas / las naves de la eternidad. Y así / fueron crucificados en las calles de muchas ciudades / los anhelos humanos, mientras las sombras corporales / de aquellos mismos hombres paseaban bajo la brisa / marina de otro siglo. / La calma es una losa que se eleva hasta el cielo / y que levanta el cielo hasta donde los astros / fingen constelaciones para no confesar / que están solos. / La calma es una guerra lentísima; / es el abismo de un océano perdido, es / un pensamiento que domina los otros. / La calma es una flor que se esparce en un mundo / que nunca ha existido y que nunca existirá.
Cirlot busca la belleza del color y encuentra el terror de la inteligencia. Ante la revelación de la palabra el poeta se despega de lo humano para acceder a otro territorio, a otra presencia. Se reserva el derecho a administrar la vida, la fuerza, la revelación. Hacer de lo divino algo humano no es posible. Acaso es la palabra la que va administrando al poeta la locura, la lucidez, su tarea, su oficio. La fe y la palabra son capaces de crear y destruir presencias. Como no somos solamente humanos, debemos volver a esta palabra que tampoco lo es, que ha atravesado una frontera del ser. Acaso el mayor logro de Cirlot sea este: crear una tercera vía, un tercer corazón diría Holan, conseguir dejar de ser humano sin tener por ello que ser divino.
Los flujos, las corrientes, las caídas y las imperfecciones del lenguaje, del hombre y de las épocas, quedan aquí descritos y recogidos y son también intervenciones sobre esa memoria material de la que partíamos. Aquí hay una música profunda que muy pocos han podido oír, o para la que aún nos estamos preparando. Música callada, soledad sonora. Cirlot nos queda como una seña, una fractura en nuestro pensamiento. Su poesía es una acción imprescindible y natural sobre la materia, una fuerza distinta en la historia, una intervención absoluta sobre cada una de las palabras que importan.
Encerrado en un país desolador, Cirlot intenta buscar la vida en el arte y el lenguaje, pero allí donde encuentra esa vida la pierde inmediatamente, y vuelve a estar preso. La única posibilidad es crear una prisión más bella, con más significados. Y él acepta esta posibilidad. No existe la salvación a medias, cuando se ha empezado un proyecto así no es posible la huida. Nos importa aquí intentar saber qué fue lo que llevó a Cirlot a emprender esta tarea, esa forma de vivir las palabras.
Pablo Fidalgo Lareo - Uno de los nuestros
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