He
aquí como música de
fondo la
banda sonora de la película “Ran”
de Akira Kurosawa. Esta inquietante y profunda música, digna de ser
escuchada suavemente, pertenece al genio de Toru Takemitsu…
*
* *
Morir
joven, una cuestión de honor
“Vivir
muchos años no era en los siglos VI y VII para los árabes motivo de
especial alegría, y menos aún una cuestión de honor, sino más
bien una pequeña o gran vergüenza, pues lo propio del valiente era
morir joven en combate; un hombre que alcanzaba la vejez era
sospechoso de no haberse expuesto lo suficiente como para merecer una
muerte honrosa” [Josefina Veglisón Elías de Molins, La
poesía árabe clásica,
Hiperión, Madrid, 1997, p. 84]
Como
ya mencioné explícitamente en este blog, los japoneses
llaman do o michi a “el camino”,
el mismo que yace en el antiguo concepto del Tao llevado
desde la China. El Tao de acuerdo a los pensadores clásicos Lao-Tzu
y Chuang-Tzu, no tiene denominación ni es definible, es un unitario
“eso” de lo cual todo deriva… Sin embargo, los japoneses menos
inclinados a las abstractas especulaciones lo tomaron desde un punto
de vista más realista, aplicable al hombre en todas sus relaciones
sociales, prefiriendo la interpretación confucionista del Tao como
algo definible, denominable, y un concepto múltiple que, sin
embargo, trasciende a la naturaleza y al hombre. De este modo los
japoneses entendieron al Tao como el camino o la senda a seguir en
vida. Esta es interminable y profunda, larga, resbalosa y llena de
numerosas dificultades técnicas, debiendo ser transitada como un
medio de auto-cultivo y que lleva hacia la auto-perfección...
Así
pues el concepto del do abarca
una serie de disciplinas prácticas y activas asentadas en la firme
convicción de que un hombre no es un ser humano completo hasta que
pueda tener suficiente experiencia con el camino que ha elegido como
expresión de su ser más profundo. Uno de estos caminos recibe el
nombre de Kendo,
que significa la “vía
de la espada”.
Los inicios del Kendo se remontan al establecimiento de la clase
samurai en el siglo VIII, cuando las artes militares o Budo llegaron
a ser la más alta forma de estudio, inspiradas por las enseñanzas
del Zen y del Shinto. Las escuelas de Kendo nacidas en el período
temprano de la época Muromachi (entre 1390 y 1600) continuaron hasta
la formación del pacífico shogunato Tokugaa y sobreviven aún hasta
hoy. La educación de los shogunes fue ejercida a través del estudio
de los clásicos chinos y de los ejercicios marciales. De este modo,
al ejercitarse el cuerpo y el espíritu -la misma filosofía que en
la Antigua Grecia con el “mens
sana in corpore sano”-
se establecía un equilibrio psicosomático que daba lugar a un ser
completo, en el que la pluma y la espada tenían igual poder. A esto
los japoneses lo llamaron “Bunbun
itchi”. En la
historia occidental tenemos casos prominentes como fueron – entre
otros muchos - Esquilo,
Tucídides, Copérnico, Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca, La Rochefoucauld, Gabriele D'Annunzio, Ernst Jünger… Y, por supuesto, las
célebres órdenes de caballería medievales…
Volviendo al tema que nos ocupa, es necesario mencionar que en Japón las palestras en las que se ejercitaban las artes marciales eran llamadas Dojo. Al principio fueron asociadas con los templos, pero muy pronto en cada castillo surgirían también, y en la mayoría de estos Dojo se practicaba el Kendo por parte de antiguos samurais o ronin, e hijos de los señores feudales. El objetivo de todo ronin era el vencer a los estudiantes y maestros de un dojo, incrementando su fama y hacerse conocido a quien quisiera emplearlo. Los samurais portaban dos espadas en el cinto con la hoja filosa hacia el extremo superior. La espada más larga (katana) se llevaba cuando salían y la más corta (shinai) se portaba todo el tiempo. Para el entrenamiento, se usaban a menudo las espadas de madera y las espadas de bambú.
Volviendo al tema que nos ocupa, es necesario mencionar que en Japón las palestras en las que se ejercitaban las artes marciales eran llamadas Dojo. Al principio fueron asociadas con los templos, pero muy pronto en cada castillo surgirían también, y en la mayoría de estos Dojo se practicaba el Kendo por parte de antiguos samurais o ronin, e hijos de los señores feudales. El objetivo de todo ronin era el vencer a los estudiantes y maestros de un dojo, incrementando su fama y hacerse conocido a quien quisiera emplearlo. Los samurais portaban dos espadas en el cinto con la hoja filosa hacia el extremo superior. La espada más larga (katana) se llevaba cuando salían y la más corta (shinai) se portaba todo el tiempo. Para el entrenamiento, se usaban a menudo las espadas de madera y las espadas de bambú.
Pero cuestiones técnicas aparte, ¿qué es el Kendo? El camino de la espada es la enseñanza moral de los samurais, forjada por la filosofía confucionista que marcó al sistema Tokugawa junto con la religión Shinto… Las cortes guerreras de Japón desde el período Kamakura al Muromachi alentaron la práctica del estudio del austero Zen entre los samurais, y el Zen fue de la mano con las artes de la guerra. En el Zen no hay elaboraciones, apunta directamente a la naturaleza verdadera de las cosas, no hay ceremonias, no hay enseñanzas, el perno del Zen es esencialmente personal. La iluminación en el Zen no significa de facto un cambio en el comportamiento, sino el darse cuenta de la naturaleza de la vida ordinaria. El punto final es el comienzo, y la gran virtud es la simplicidad…
La
enseñanza secreta del Kendo comienza por un ir abandonando tu vida o
echando el miedo fuera. La primera técnica es la última, y el
principiante y el maestro se comportan de la misma manera. El
conocimiento es así un círculo completo. El estudiante de Kendo
practica en el Dojo miles de cortes mañana y noche, aprendiendo
técnicas diversas hasta que eventualmente la espada se transforma en
no espada, la intención se transforma en una no intención, y aflora
un conocimiento espontáneo de cada situación. Así, la primera
enseñanza elemental llega a ser el más alto conocimiento y el
maestro continúa practicando este simple entrenamiento como una
plegaria diaria...
Hablando de maestros, no puedo dejar de mencionar que en la universidad japonesa de Kumamoto existe una escuela cuyo nombre es dedicado a uno de los samurais más famosos de la historia, Miyamoto Musashi, quien pasó los últimos años de su vida en el Castillo de Kumamoto como invitado y profesor de los señores feudales de la región, los Hosokawa. Pues bien, Miyamoto Musashi escribió, entre otras obras, el célebre “Go rin no sho” o “Libro de los cinco anillos” que versa sobre el arte marcial del Kendo. En él nos habla sobre la estrategia y las artes del combate solitario y nos muestra el camino de la espada en cinco libros concerniendo diferentes aspectos: la Tierra, el Agua, el Fuego, el Viento y el Vacío. El primer libro es llamado el libro de la Tierra, en él, el cuerpo del camino de la estrategia puede ser explicado a través del libro de la tierra. Es difícil darse cuenta del camino verdadero a través sólo de la lucha con espadas. Se debe conocer las cosas más pequeñas así como las más grandes, las cosas más superficiales y las más profundas... En el libro del Agua, con agua como la base, el espíritu se vuelve como el agua, el agua adopta la forma del recipiente, y a veces es mansa y a veces un mar bravo. El estratega hace que las pequeñas cosas se transformen en grandes cosas, como construir un gran Buda de un modelo de un pie de tamaño. El principio de estrategia es teniendo una cosa, conocer diez mil cosas. Tercero es el libro del Fuego, este libro es sobre el combate. El espíritu del fuego es fiero, sea el fuego pequeño o grande, así como las batallas. La manera del combate es la misma para luchar de hombre a hombre y para batallas de diez mil. Así, se aprecia que el espíritu puede ser grande o pequeño. La esencia del libro es que se debe entrenar día y noche en orden de alcanzar decisiones rápidas. En el cuarto libro del Viento, se habla del viento como las viejas tradiciones, tradiciones presentes y tradiciones familiares de estrategia. Ya que es difícil conocerte a ti mismo si no conoces a otros; y finalmente en el libro del Vacío, el vacío significa que no hay principio ni final, alcanzar este principio significa no alcanzar este principio. El camino de la estrategia es pues el camino de la naturaleza. Cuando se aprecia el poder de la naturaleza, conociendo el ritmo de cualquier situación, será uno capaz de dar en el blanco y derrotar al enemigo interno en forma natural…
Hablando de maestros, no puedo dejar de mencionar que en la universidad japonesa de Kumamoto existe una escuela cuyo nombre es dedicado a uno de los samurais más famosos de la historia, Miyamoto Musashi, quien pasó los últimos años de su vida en el Castillo de Kumamoto como invitado y profesor de los señores feudales de la región, los Hosokawa. Pues bien, Miyamoto Musashi escribió, entre otras obras, el célebre “Go rin no sho” o “Libro de los cinco anillos” que versa sobre el arte marcial del Kendo. En él nos habla sobre la estrategia y las artes del combate solitario y nos muestra el camino de la espada en cinco libros concerniendo diferentes aspectos: la Tierra, el Agua, el Fuego, el Viento y el Vacío. El primer libro es llamado el libro de la Tierra, en él, el cuerpo del camino de la estrategia puede ser explicado a través del libro de la tierra. Es difícil darse cuenta del camino verdadero a través sólo de la lucha con espadas. Se debe conocer las cosas más pequeñas así como las más grandes, las cosas más superficiales y las más profundas... En el libro del Agua, con agua como la base, el espíritu se vuelve como el agua, el agua adopta la forma del recipiente, y a veces es mansa y a veces un mar bravo. El estratega hace que las pequeñas cosas se transformen en grandes cosas, como construir un gran Buda de un modelo de un pie de tamaño. El principio de estrategia es teniendo una cosa, conocer diez mil cosas. Tercero es el libro del Fuego, este libro es sobre el combate. El espíritu del fuego es fiero, sea el fuego pequeño o grande, así como las batallas. La manera del combate es la misma para luchar de hombre a hombre y para batallas de diez mil. Así, se aprecia que el espíritu puede ser grande o pequeño. La esencia del libro es que se debe entrenar día y noche en orden de alcanzar decisiones rápidas. En el cuarto libro del Viento, se habla del viento como las viejas tradiciones, tradiciones presentes y tradiciones familiares de estrategia. Ya que es difícil conocerte a ti mismo si no conoces a otros; y finalmente en el libro del Vacío, el vacío significa que no hay principio ni final, alcanzar este principio significa no alcanzar este principio. El camino de la estrategia es pues el camino de la naturaleza. Cuando se aprecia el poder de la naturaleza, conociendo el ritmo de cualquier situación, será uno capaz de dar en el blanco y derrotar al enemigo interno en forma natural…
Para entrenarse en Kendo, uno debe subyugar a su propio ser, soportando el dolor de la práctica y cultivando un nivel mental en frente del peligro. Pero Kendo no significa solamente el entrenamiento con la espada, sino también una vida regulada por el Código de Honor de la élite samurai. La guerra era el espíritu de la vida diaria del samurai, pudiendo enfrentar a la muerte como una diaria rutina. El significado de vida y muerte por la espada era reflejado en la conducta diaria de los japoneses de la época feudal, y aquél que alcanzaba la aceptación resoluta de la muerte en cualquier momento de la vida diaria era un maestro de la espada. Es así que, para alcanzar tal entendimiento que algunos hombres aún continúan las tradiciones de los estilos de lucha con espadas, e incluso hoy, renuncian a sus vidas por la práctica del Kendo.
En gran medida, la filosofía expuesta por Nietzsche es muy similar también al espíritu samurai. Decía el gran pensador alemán: “Quien se realiza enteramente muere de su muerte, victorioso, triunfante, rodeado de los que esperan y prometen. ¡Así debiera aprenderse a morir! Se debe morir con orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo (…) Ya en el mundo antiguo se conocía la máxima que comparaba la vida a una batalla, y en Roma se luchaba con tanto más denuedo cuanto que no sentían la traba de las consideraciones morales. Aquellos hombres vivían más intensamente que nosotros, y, en vigorosa concepción del destino, la muerte no era un daño tan terrible como hoy lo parece…”
Esto
lo llevó a cabo total y absolutamente alguien que fue realmente “el
último samurai”: Yukio Mishima (1925-1970). En un gesto de
angustia nos refiere el gran escritor japonés: “He decidido
sacrificarme por las viejas y hermosas tradiciones del Japón, que
desaparecen velozmente día a día, fiel a códigos de lealtad y
honor existentes en esta milenaria cultura”. Extractando una frase
de ‘Hagakuré’ de Jucho Yamamoto, su precursor
literario, dijo también Mishima: “En la muerte, entre dos
caminos hay que elegir aquel que se muera más deprisa. La muerte
jamás es un deshonor. Nunca es vana. La profesión de samurai es el
misterio de la muerte, que adquiere como la manera más bella de
morir, con dignidad, haciendo eco a la unidad eterna de los polos”.
“Tal vez es la muerte el momento supremo y único de la perfección.
Qué pena cuando la vida se vuelve indigna y el mundo escoge la
infamia como modo de vida, coronándola como buena y ‘santa’…”
Es tal vez ahí cuando Mishima perpetúa su vida, ejemplo, arquetipo
de pureza. “Cuando se pierde el honor, es un alivio morir, la
muerte no es sino un retiro seguro de la infamia” (Código
samurai). “Necesitaba morir y morir bien, morir como un poeta
con el cuerpo y las concepciones viriles de un héroe”
(Mishima).
Esta
heroica concepción de la existencia también se dio en su día en
Occidente. Así, por ejemplo sucedió con los vikingos, que
consideraban como un deshonor y una vergüenza terrible el morir
ancianos y postrados en un catre. No se dieron apenas casos. Casi
todos morían en la batalla, al grito de Odín, o
se daban muerte tirándose por precipicios cuando percibían la
decadencia del cuerpo. Hoy, empero, y en todas partes, todos nos
sobrevivimos y no morimos más que para cumplir una formalidad
inútil. Es como si nuestra vida no se atarease más que en aplazar
el momento en que podríamos librarnos de ella.
Vivir bellamente y morir de manera hermosa realizan la gran muerte. Como dijera el gran poeta Rilke: “No deseo morir como un número, en hospitales, en masa, anónimo, con una vida triste y aburrida, una muerte que te viene, sin prepararla, sin diseñarla”.
Como buen kendoka, la muerte significaba para el mentado Mishima (fiel al espíritu samurai) un asunto de honor, creyendo como los antiguos griegos que “la muerte noble, temprana y violenta es un signo de predilección de los dioses”. Eran hombres de otro temple…
Libro recomendado hoy:
'Tempestades de Acero' de Ernst Jünger [Tusquets, 2005]
Vivir bellamente y morir de manera hermosa realizan la gran muerte. Como dijera el gran poeta Rilke: “No deseo morir como un número, en hospitales, en masa, anónimo, con una vida triste y aburrida, una muerte que te viene, sin prepararla, sin diseñarla”.
Como buen kendoka, la muerte significaba para el mentado Mishima (fiel al espíritu samurai) un asunto de honor, creyendo como los antiguos griegos que “la muerte noble, temprana y violenta es un signo de predilección de los dioses”. Eran hombres de otro temple…
Libro recomendado hoy:
'Tempestades de Acero' de Ernst Jünger [Tusquets, 2005]
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