“¿Quién, pues, si yo gritara, me oiría entre las jerarquías de los ángeles?” (verso de Rilke que Juan Eduardo Cirlot copió en una página).
Por Milos de Azaola
Un día de verano de 1966, el poeta Juan Eduardo Cirlot vio la película El señor de la guerra en una sala de cine de Barcelona. Tanto el director como el actor protagonista eran los mismos que los de El planeta de los simios: Franklin Schaffner y Charlton Heston. Pero Cirlot se quedó subyugado por el personaje femenino que interpretaba la actriz Rosemary Forsyth: Bronwyn. Desde entonces su vida no volvió a ser la misma.
¿Puede uno enamorarse de un personaje cinematográfico? Sí, el caso de Cirlot y Bronwyn es la prueba de ello. El poeta barcelonés le dedicó a su doncella celta miles de versos. En total, dieciséis libros de poesía que forman el llamado ciclo Bronwyn. En él, Cirlot hace gala de multitud de registros y estilos, desde su personal concepto del surrealismo, pasando por la poesía permutatoria y los juegos fonéticos, hasta el lirismo medievalista más excelso (la culminación del ciclo que supone La Quête de Bronwyn, tal vez el mejor libro del ciclo).
Pero en realidad lo que Cirlot escribe poco tiene que ver con la película El señor de la guerra, y mucho con su mundo poético personal. A partir de un guión de Hollywood que tampoco es que sea nada del otro mundo, el poeta barcelonés elabora un mito poético que sí parece aludir a otro mundo más allá de éste…
En su texto en prosa Bronwyn en Barcelona, Cirlot prácticamente nos confiesa que es gnóstico, poniendo en duda el mundo que le rodea, remontándose a los tiempos del Diluvio Universal e identificándose con un ángel caído.
Reproduzco un fragmento:
“Quizá Bronwyn sea la causa de que sea un ser humano y tenga semejantes (esto es, tipos odiosos que se juzgan iguales a mí). Si Bronwyn es la causa, no debe de ser cierto que ella pertenezca al siglo XX y se llame Rosemary Forsyth, ni tampoco que haya nacido el año 1000. Sin duda estamos, por lo menos, en el año (cifra borrada por la lluvia o por el llanto) antes de nuestra Era, y yo soy uno de los ángeles de que hablará un libro que será famoso, el Libro de Henoch. El libro cuenta que los ángeles vieron a las hijas de los hombres y se enamoraron de ellas, ¿hijas de los hombres?, ¿enamorarse? Sí, y por esto cayeron. (…) frases como las mías no pueden ser entendidas ni aprobadas por nadie y menos en Barcelona, la ciudad del humo y de la inquisición. He ardido en tantas hogueras (…) Me han atormentado tanto que jamás sabré siquiera lo que pude ser, no lo que soy. Pero nadie ha podido torturarme tanto que me haga declarar que soy como ellos, de su estirpe”.
Sí, parece que Cirlot se consideraba uno de los Allogenes (extranjeros), como antiguamente se llamaban a sí mismos los gnósticos. Diríase que su experiencia del mundo estaba fuera de las condiciones del espacio y el tiempo. Versos suyos como Más allá de lo humano, he renacido lo confirman. En el libro Bronwyn, Cirlot llega a afirmar: Siempre supe que no era de este mundo…
Así que no es de extrañar que escribiera una obra como Bronwyn, ensalzando a la Diosa gnóstica. Ya en sus dedicatorias, compara a Bronwyn con la sufí Daena y con Shekina (el aspecto femenino de Dios, como dicen los cabalistas). En el prólogo a Bronwyn, n reconoce que el ciclo Bronwyn es un mito “situado en la ideología cátara” (gnóstica).
En su artículo Bronwyn (Simbolismo de un argumento cinematográfico), Cirlot compara abiertamente a Bronwyn con la diosa Sofía, de la que afirma que es la “imagen gnóstica de la mujer como símbolo de la salvación por el conocimiento”. Cirlot alude a la obra del célebre gnóstico J.G. Gichtel, fundador de los Hermanos de la Vida Angélica: “Dicho autor dice que si el alma cumple con las condiciones que se exige para su salvación se promete a Sofía. Gichtel habla también de la necesidad de vencer el dualismo originario del bien y la cólera. Por tanto, el proceso de salvación en su esquema pasa por un combate contra el mal interior y señala como premio la posesión de la celeste Sofía, que estrecha a su prometido contra su corazón cuando se encuentran en la conjunción del amor”. De esto trata Bronwyn.
Son numerosas las ideas gnósticas que aparecen en los versos dedicados a la dama Bronwyn. A continuación muestro sólo unos pocos ejemplos:
La tierra es de terror, pero yo busco / una flor de cristal inaccesible. (Bronwyn)
No siendo un arcángel de fuego dorado, no se tiene derecho al exterminio. Y todos te miran como si fueran tus semejantes. (Bronwyn III)
He visto lo que fuimos un instante. / Sé lo que ya no somos, cristalina, / celeste mensajera del diamante incendiario. (Bronwyn IV)
El gnóstico sabe que el espíritu (la Sofía hija) es un reflejo de la Diosa (la Sofía madre). Al ser la Diosa inmortal, también lo es el espíritu; para el gnóstico, la muerte es sólo una ilusión. Cirlot lo expresa así en Bronwyn IV:
Tú estás dentro de mí y estarás viva / cuando digan de mí que ya no existo.
La obra Con Bronwyn es una de las más originales del ciclo, pues en ella Bronwyn toma la palabra. La Diosa acude a la llamada del poeta para consolarle en su desesperación. Según los gnósticos, Sofía es el arcángel del que proceden todos los demás ángeles, incluidos los caídos en este mundo (nosotros). Entre otras cosas, Bronwyn le dice a Cirlot: Es porque tú eres mi ángel / que me sabes tu arcángel.
También Bronwyn empieza de forma elocuente: Triste, mi corazón, como los ángeles / que sólo son cenizas estelares, / polvo de las galaxias más oscuras, / consunciones de cánticos ausentes.
En La Quête de Bronwyn Cirlot no tarda en mostrar al alma prisionera en el mundo material. Todos somos ángeles desterrados en este mundo:
Crece dentro de mí, solloza y crece
el negro prisionero, el caballero
negro de la tiniebla y de la niebla,
el errante del hierro y del destierro.
En una entrevista que le hicieron, le preguntaron a Cirlot ¿Quién es Bronwyn? y él respondió: “Bronwyn es la doncella que conquistó a Azazel, en el Libro de Henoch. Esto es, la mujer por la que el ángel se hizo hombre.” De eso habla Cirlot en la última estrofa de la Quête:
Humano por tu mano en el pantano,
olvido de lo eterno, que perdido
ángel caí del cielo hasta la guerra,
ángel de maldición por tus cabellos.
Cirlot envió La quête de Bronwyn a René Nelli, uno de los más reputados expertos en la herejía cátara (gnóstica). También le mandó una carta en la que le contaba su historia de Carcasona, una de las ciudades que fueron asediadas en las cruzadas contra los cátaros.
Pero eso no es todo. Al ver a Bronwyn saliendo de las aguas del pantano en la película El señor de la guerra, un sentimiento nació en Cirlot: “sentí que era Ofelia y hubiera querido ser Hamlet para pedirle perdón”.
Curiosamente, un buen día (hace ya años), tuve una revelación repentina mientras pensaba en la obra de Shakespeare: en una centésima de segundo, caí en la cuenta de que en realidad Hamlet es un mito gnóstico disfrazado de obra de teatro… ¡y poco después descubrí que Cirlot ya había tenido la misma intuición en 1966!
Efectivamente, en su artículo El mito de Hamlet Cirlot dice justo lo que yo pensaba: que el príncipe de Dinamarca es un arcángel caído que vive en un mundo maldito a causa del Demiurgo, usurpador del poder del verdadero rey, el Padre (algo huele a podrido en Dinamarca… es el olor a azufre del Demonio). Siempre he considerado que Ofelia es la Sofía hija, reflejo de la Sofía madre (la reina danesa) atrapada en el mundo inferior (de ahí que muera ahogada). Al final de la obra Hamlet “rectifica el mundo” matando al usurpador del trono. Otro escritor esotérico, Otto Rahn, diría de Hamlet: “Preguntó qué es la vida y para qué vive el hombre. Planteó la pregunta que hizo caer del cielo a Lucifer”. Lucifer es otro nombre para Azazel.
Ser o no ser, he aquí la cuestión...
Milos de Azaola - Bronwyn, un mito gnóstico
Rosemary Forsyth
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