Después de los sefardíes, ¿los moriscos? – 16 Febrero de 2014
"Lo que hacemos hoy es reencontrarnos.
Había una deuda histórica con aquellos que siempre han querido ser españoles,
que allá donde viviesen han llevado nuestra lengua, el sentido de pertenencia
[...]. Muchos de ellos guardaban incluso las llaves de sus casas, esas casas de
las que fueron expulsados". Justificaba con estas palabras el ministro de
Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, la propuesta de reforma del Código Civil para
la "agilización de la concesión de nacionalidad" a los sefardíes que
lo deseen, a los descendientes de aquellos judíos que, tras la toma de Granada
y la firma de un edicto por los Reyes Católicos -cuya redacción inspiró el
mismísimo Tomás de Torquemada-, no quisieron renunciar a su fe y fueron
expulsados por la Corona.
En Chauen (o Xauen, Marruecos) un hombre
guarda a buen recaudo una llave mayor que una mano extendida. Abría la puerta
de una casa que hoy ya no existe, la de su familia en Granada. Ese hombre habla
con locuacidaz la lengua de Cervantes. Sus hijos, tres de los cuales residen
hoy en la ciudad andaluza, también. Igual que lo hacía su padre. Y la historia
de cómo sus antepasados salieron de Granada hace cinco siglos sigue viva en su
memoria, tan viva que cuando la cuenta, parece que hubiera sucedido hace cinco
años. Pero este hombre, a pesar del
anuncio de Ruiz-Gallardón, no conseguirá fácilmente la nacionalidad española.
Porque Abdelgafar Elakel, marroquí de 66 años, no es sefardí. Es morisco,
descendiente de aquellos musulmanes que, como los judíos, tuvieron que
abandonar las tierras de la Corona que luego se convertiría en España.
Se calcula que unos 200.000 sefardíes
abandonaron la Península después de 1492 (y, según la prensa israelí, unos tres
millones y medio de descendientes podrían reclamar hoy la nacionalidad). Se
baraja una cifra de hasta medio millón para los musulmanes y conversos (los
llamados 'moriscos'; a los conversos judíos bajo sospecha de prácticas
judaizantes se los llamó 'marranos') que siguieron ese mismo camino desde ese
final del siglo XVI hasta el comienzo del XVII, cuando Felipe III culminó el
proceso de expulsión. Corrieron entonces la misma suerte, pero hoy, más de 500
años después, sus caminos no discurren paralelos. Los descendientes de los
moriscos tienen que seguir los trámites y plazos de cualquier extranjero para
conseguir la nacionalidad. Los sefardíes, como recoge el Código Civil (art.22),
pueden hacerlo con sólo dos años de residencia (lo habitual son 10), igual que
los provenientes de países iberoamericanos, Andorra, Portugal, Filipinas y
Guinea Ecuatorial. Con la propuesta del pasado viernes de Justicia -aprobada en
el Consejo de Ministros días antes de que Mariano Rajoy se reuniera con
representantes de organizaciones judías de Estados Unidos-, se reformará además
el artículo 23, facilitando que obtengan la nacionalidad por carta de
naturaleza. Bastará con que prueben su condición de sefardíes y su vinculación
con España, y no tendrán que renunciar, como hasta ahora, a su nacionalidad de
nacimiento.
Los moriscos llevan tiempo reclamando ese
mismo derecho. En 2006 Izquierda Unida planteó a la Junta de Andalucía una
proposición no de ley para que este organismo instara al Gobierno español a
dotarlos de nacionalidad preferente. No hubo resultado. En noviembre de aquel
año, un encuentro de la Alianza de Civilizaciones reclamaba -en la denominada
Declaración de Xauen- lo mismo, con idéntica conclusión. Uno de los promotores
de aquellas iniciativas, el profesor de Derecho Civil de la Universidad de
Córdoba Antonio Manuel Rodríguez -embarcado hoy también en la reclamación de la
titularidad pública de la Mezquita de Córdoba- lo resume con sencillez:
"Se trata de que de donde exista la misma razón, exista el mismo derecho.
Es una reivindicación no desde el victimismo, sino desde la justicia. El
reconocimiento a la comunidad sefardí es simbólico, necesario y justo. Hacer lo
mismo con los que han mantenido su identidad morisco andalusí en el exilio
también lo es, hacia ellos y especialmente hacia nosotros mismos, en un
ejercicio de reconstrucción de la memoria colectiva".
Incide este profesor en la
"extranjerización" que se hace en España del pasado. En que
Abderramán III (Córdoba, 891), Averroes (Córdoba, 1126) o el judío Maimónides (Córdoba,
1135) son tan hispanos como Séneca (Córdoba, 4 a.C.). En que no se pueden embutir ocho siglos de historia (los de dominio
musulmán) en una caja de zapatos olvidada. Y en que la "cerrazón"
en no admitir -el ministro Gallardón ni los ha mencionado- a los descendientes
de los moriscos andalusíes es fruto de todas esas ignorancias. Desde Chauén,
Abdelgafar Elakel dice sentirse musulmán. También marroquí. Y duda de si habrá
otras personas que, expulsadas hace más de cinco siglos de la que fue su tierra,
guarden ese amor hacia ella: "Las concesiones a los sefardíes a mí me
producen satisfacción como morisco: por lo menos se lo han dado a la mitad de
los expulsados. Pero no es lógico que se lo den a ellos y no a nosotros. No
buscamos la nacionalidad por una cuestión económica, sino moral". Y
concluye: "Mi cultura es española, pero en árabe". Lo dice riendo y
no en árabe, sino en perfecto castellano.
Ana Goñi – El Confidencial
P. S. (del autor de este Blog, Silencio
Adentro) – Basta de agravios, nacionalidad
española para los descendientes de los moriscos ¡ya! El Estado español no
solo debiera concederles este derecho, que es de justicia, sino que también
debiera pedir perdón por su expulsión. Hay que resarcir a esta población morisca
que fue vejada (los que se quedaron fueron vendidos como esclavos y muchos
niños fueron separados de sus padres, todo ello con la estrecha colaboración de
la Iglesia Católica) y expulsada masiva y arbitrariamente del territorio
español y que no ha perdido la memoria ni la tradición de sus antepasados.
No podemos albergar muchas esperanzas sobre
esta reclamación pues es bien sabido en el Partido Popular es una secta liberal
y sionista con vinculaciones con la masonería y con un componente islamófobo
descomunal y explícito. Ellos, los populares, junto con las fuerzas de la
extrema derecha y los socialdemócratas burgueses, no permitirán el
resarcimiento justo y necesario para los descendientes de los moriscos. Menos aún
cuando la sociedad española, en su conjunto, ha sido adoctrinada durante 500
años – que se dice pronto – en el desprecio al ‘moro’, y este atávico racismo
no se quita con 38 años de ‘democracia’, en los cuales se han mantenido los mismos
clichés y los mismos prejuicios y la misma ignorancia sobre los hechos
históricos que aquí se abordan. ¡Cuánta ceguera, cuánta mentira, cuánta
manipulación hemos tenido que aguantar y tendremos que soportar todavía! Pero
yo insisto, aquí y en todas partes, e insistiré siempre: reparación histórica y nacionalidad española
para los descendientes de los moriscos ¡YA!
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