En este enlace podemos escuchar una bella y melancólica música sufí para violín y orquesta, llena de amor y de plenitud y de alegría de vivir no reñida con la nostalgia por el paraíso perdido…
Y en este otro enlace, podemos escuchar Love Respect Truth!, una melodía profunda y enigmática de Omar Faruk Tekbilek, perteneciente a su Album “Una Verdad” (1999)
El secreto del fuego
El último día, besé sus manos,
sus ojos, sus labios.
Le dije: ahora estás
madura, cual manzana.
sus ojos, sus labios.
Le dije: ahora estás
madura, cual manzana.
Una parte de ti es una mujer
y la otra algo indescriptible:
Las palabras
huyen de mí
y yo huyo de ellas...
y la otra algo indescriptible:
Las palabras
huyen de mí
y yo huyo de ellas...
Ambos fluimos
hacia la infancia de este rostro trigueño
y este cuerpo cálido y lozano.
Ahora suplico
y, sediento, acerco mi rostro
a esta fuente rebosante…
hacia la infancia de este rostro trigueño
y este cuerpo cálido y lozano.
Ahora suplico
y, sediento, acerco mi rostro
a esta fuente rebosante…
El último día, le dije:
Eres el fuego de los bosques,
el agua del río
y el secreto del fuego.
Una parte de ti es indescriptible
y la otra: sacerdotisa en el templo de Ishtar.
Eres el fuego de los bosques,
el agua del río
y el secreto del fuego.
Una parte de ti es indescriptible
y la otra: sacerdotisa en el templo de Ishtar.
Abd Al Wahhab Al Bayati, El jardín de Aisha, 1989
Reconozco, en primer lugar, mi inicial impotencia para hablar de este asunto, como de cualquier otro, pues la verdad es que todo lo realmente valioso en nuestra existencia no se puede verbalizar, está más allá de las palabras… Por ello, siempre he pensado que si, por azar o por milagro, las palabras se volatilizasen nos sumergiríamos en una angustia y un alelamiento intolerables o bien… nos iluminaríamos. Tal súbito mutismo nos expondría al abismo, a esa sima del ser a la que tarde o temprano tenemos que enfrentarnos… Y es que, sin duda, seremos siempre ‘camellos’ mientras sigamos bautizando con palabras el mundo que nos rodea para eludir lo Inexplicable… La actividad verbal y cognoscitiva, el mero gesto, el más mínimo pensamiento, es un ejercicio de escamoteo: nos permite circular por una realidad dulcificada o acibarada, esto es, por una realidad interpretada que no es la Realidad desnuda. Como siempre me ha mostrado la propia experiencia, aprender a manejar los conceptos equivale a desaprender a mirar las cosas. De la reflexión, de la dualidad ha surgido toda esta madeja, toda esta tela de araña, que nos tiene atrapados en su red de silogismos, estructuras y mentiras. La magia del faraón…
Pero cuando un ser humano, a través de la Meditación , se vuelve a sí mismo y está realmente solo –sin la compañía de las palabras- se redescubre, ¡oh maravilla!, el universo incalificado, el objeto puro, el acontecimiento desnudo, sin el ornamento de la ilusión, del sueño… Observemos cómo las estrellas, el sol, la luna nunca se nombran a sí mismas. El Sol nunca dice: “Soy el Sol”. La Luna nunca dice: “Soy la Luna ”. Por lo tanto, el verdadero sol, la verdadera luna, la verdadera estrella, la verdadera mente carecen de nombre…
Así es, y así lo he vivenciado cada mañana, a la hora del alba, meditando, vaciándome a mí mismo. Ya no me cabe la menor duda: es el pensamiento el que crea todos los nombres. – Por tanto, la primera enseñanza de la Tradición Primordial (el Zen, el Sufismo, el Taoismo…) es comprender que la “mente” no es correcta, y que la “no mente” tampoco es correcta. Es evidente que la “mente” es solo un nombre, pero si nos aferramos a las palabras y al discurso, la “no mente” también es un nombre. Por ello todos los Maestros afirman, con su silencio, que abrir la boca es un gran error, porque saben que es el pensamiento el que crea la “mente”, la “no mente” y todo lo demás. Si eliminamos todo pensamiento deja de haber palabras y discurso. Desprenderse de todo pensamiento significa regresar al Vacío anterior al pensamiento, en lo vertical… Si perseveramos en instalarnos en la sustancia original, en lo ‘anterior’ al pensamiento, todas las cosas y nosotros pasamos a ser Uno. Sí, Todo es Uno porque lo anterior al pensamiento es nuestra sustancia original. Esta sustancia es llamada, en el ámbito zen, punto primordial. Y es curioso, porque en la cábala fonética sufí tiene una importancia axial el punto primordial que caracteriza a la letra Nûn, formada por un barco con un punto encima… Este punto de hecho es también fundamental en la caligrafía japonesa y en la pintura taoísta… ¿No es realmente significativo…?
Todo proviene del punto primordial y regresa al punto primordial. Tras el vacío psíquico, tras la caída, tras la ruptura del huevo cósmico, la reminiscencia de aquel Origen no era en sí misma sino un reconocimiento/lamento de su irrecusable pérdida. Y el ser humano, en su ansia nominalista y con toda su buena fe, le puso nombres: Mente, Dios, Buda, Absoluto, Energía, Naturaleza, Conciencia, Sustancia, Todo… Sin embargo, nunca será suficientemente repetido que el punto primordial es anterior al pensamiento. NO hay nombre ni forma en él, ni palabras ni discurso… Por eso, precisamente por eso, el no saber es tan importante… En puridad, no sabemos, no sabemos estrictamente nada, en el más profundo y esencial de los sentidos. Es esencial tenerlo presente a lo largo de toda nuestra vida, porque toda ignorancia, toda oscuridad, todo dolor, todo sufrimiento samsárico (en su infinidad de variantes) proviene de ‘saber’ o de creer que sabemos. Este conocimiento mata al amor y emana sencilla y llanamente del mero hecho de pensar. De ahí que todos los Maestros reiteren que la Iluminación no es sino Mu, No, tener la Mente Vacía … La Iluminación brota cuando hace aparición lo-que-siempre-estuvo-ahí: la naturaleza previa al pensamiento. El punto primordial donde no hay mente y, en consecuencia, donde tampoco hay no-mente…
Sí, la auténtica liberación es eliminar los pensamientos. La Vía Regia no es de facto sino desprenderse de todo pensamiento (ergo de todo juicio/prejuicio que es la fuente del Karma en su totalidad), tal y como se oye. Porque cuando aparece el pensamiento, aparece la mente. Y cuando aparece la mente, aparece el dharma. Y cuando aparece algún tipo de forma, surge inevitablemente el sufrimiento: vida y muerte, felicidad e infelicidad, simpatía y antipatía, llegada y partida... En este contexto, podemos comprender muy bien que la primera mitad del camino de todo peregrino sea una via negationis, un deshilar todo el ovillo. Por esto, la primera proposición de la shahâda islámica es la negación/contracción/inhalación de “no hay dios” y luego viene la afirmación/expansión/exhalación de “sino Allâh”. En el sufismo los dos pasos principales del ‘camino interior’ son fana, esto es, la aniquilación del yo, o mejor aún, de la falsa ilusión de ser real, y baqâ, o subsistencia en lo realmente real. En la concepción china-taoista del universo y de su comprensión del mundo objetivo son fundamentales las nociones de vacío y plenitud… Y así en toda la Sophia Perennis …
Hay que morir antes de morir, no cabe duda alguna de ello. Hay que morir a la ilusión. Para conseguirlo basta con asumir lúcidamente lo que es la inconsistencia de nuestra condición. – Como bien sabemos, la ilusión y el sentido de la vida son como el fluido que mueve las ruedas de nuestra actuación. Parece que vienen del cielo, pero no, son tierra: nacen de la tierra, hacen girar nuestros engranajes en una dirección preestablecida y se vuelven a escurrir en el suelo… Cuando inician su camino hacia el suelo, cosa que empieza con la madurez, es imposible retenerlos; caen sin remedio, aunque nos esforcemos una y otra vez -como en el mito de Sísifo- por sujetarlos con nuestras manos. En un tiempo sentimos brotar su savia y tenemos que sentirla desaparecer en la tierra. – Sí, cuando la desaparición de la fuerza de la ilusión y del sentido de la vida empieza a producirse, la calidad del tono vital y lo más profundo de la calidad de vida no hace más que decaer. En dicho sentido, es completamente cierto que “vivir es ir perdiendo terreno” tal como dijo Fernando Savater estudiando el pensamiento de Cioran. Irremisiblemente, en efecto, cada día que pasa es peor y no hay elección. Ahora bien, frente a esta experiencia psíquica, que es además un hecho biológico, solo caben dos posturas…
Por un lado, y esto es esencial comprenderlo, la creencia de los camellos y los leones de que la ilusión de vivir y del sentido de la vida dependen de factores externos a uno mismo, factores que son ‘remediables’. Esta apreciación prometeica, fáustica si se quiere, despierta una gran inquietud y se emprende entonces una lucha desesperada -e inútil- para recuperar la ilusión y el sentido de la vida perdido. Sin embargo, es una lucha tan sin esperanza como luchar contra la muerte; más si cabe, porque la lucha contra la muerte quizá pueda retrasarla algo, pero a la desaparición del sentido de la vida, cuando se inicia, nada puede detenerla; sólo se la puede encubrir echándole la culpa a otros (lo que hacen todos los camellos) o intentando olvidarse de lo que ocurre (lo que hacen todos los leones). – La segunda postura o vía (la que toman los seres de luz) es la que proponen desde siempre, y en todo lugar, los grandes Maestros. Ellos/as dicen con su mera existencia que cuando muere el sentido y la ilusión de vivir puede nacer un conocimiento que ya no tiene finalidades y puede nacer un sentir que ya no mueve las ruedas de la vida. Es, al fin, el Niño Divino… Sí, sí, así es porque así lo hemos experimentado algunos seres de luz: desde el vacío de sí mismo puede nacer un conocer y un amor que ni se acaban ni decaen porque nacen de una pasión sin morada…
Cuando se inicia la muerte del sentido, que es un fato irremediable, hay por tanto, una opción que tomar y por la que luchar: o morir o renacer… Como fácilmente puede colegirse de ello, nos podemos preguntar entonces cuál es el destino de la persona humana si el ‘yo’ no es lo que verdaderamente existe. A esta pregunta mi Maestro interior me ha respondido al unísono, y en lo vertical, lo que todos los grandes Maestros han manifestado: que no tenemos nada que hacer en esta hermosa tierra, en este pequeño y maravilloso planeta… O como decía Heidegger, con todo el taoísmo: “Dejar que las cosas sean, tal como son…”
No tenemos otra tarea que cumplir que vivir para reconocer toda la maravilla que nos rodea. Vivimos para tener la posibilidad de reconocer. Reconocer es testificar que hemos visto y sentido lo que está frente a nosotros. Reconocer es decirle a todo que hemos advertido su presencia, que hemos visto su esplendor, su belleza, su inmensidad y que nos hemos maravillado de su existencia y la hemos amado. ¡Ése es ni más ni menos nuestro destino de seres humanos! Somos una chispa de luz que salta del fuego de la tierra, ilumina unos instantes lo que le rodea y se apaga volviendo otra vez a la tierra… - Hay chispas de luz grandes y pequeñas; brillantes e intensas o más tenues y débiles. No se nos pide que seamos lumbreras ni soles; no se nos pide que nuestra luz sea cegadora; sólo se nos pide que seamos lucidez y reconocimiento… ¡Oh, hay una inmensidad sin fin delante de nosotros! ¿La vemos? No hay que desesperar nunca si todo nuestro esfuerzo por arder no consigue iluminar ni consigue vibrar más que sobre unos pocos metros de la inmensidad. Nuestra naturaleza, nuestro destino, es ser luz y conmoción frente a lo que hay. ¡Qué extraña y desconcertante naturaleza para unos pobres animales vivientes como nosotros…!
He aquí dos bellos poemas de Rûmî…
En el seno de este nuevo amor, muérete
Tu camino comienza en el otro lado.
Conviértete en el cielo
Con un hacha ataca el muro de tu prisión.
Escápate
Sal como si te hubieran dado a luz en
Un mundo de color.
Hazlo ya.
Estás cubierto de espesas nubes
Deslízate. Muere.
Silencio.
La quietud es señal segura de que
Has muerto.
En tu antigua vida ansiosamente huías
Del silencio sin cesar
Ahora se asoma la luna llena enmudecida…
Tu camino comienza en el otro lado.
Conviértete en el cielo
Con un hacha ataca el muro de tu prisión.
Escápate
Sal como si te hubieran dado a luz en
Un mundo de color.
Hazlo ya.
Estás cubierto de espesas nubes
Deslízate. Muere.
Silencio.
La quietud es señal segura de que
Has muerto.
En tu antigua vida ansiosamente huías
Del silencio sin cesar
Ahora se asoma la luna llena enmudecida…
Vienes a nosotros
desde otro mundo.
Desde más allá de las estrellas.
Vacío, trascendente, puro,
de belleza inimaginable,
trayendo contigo
la esencia del amor.
Transformas a todo aquel tocado por ti.
Preocupaciones mundanas,
problemas y lamentos
desaparecen ante ti,
trayendo regocijo
al gobernante y al gobernado
al campesino y al rey.
Nos desconciertas
con tu gracia.
Todas las maldades
se transforman en bondades.
Eres el Alquimista Maestro.
Enciendes la llama del amor
en la tierra y el cielo,
en el alma y corazón de cada ser.
A través de tu amor
se funde la no-existencia y la existencia.
Los opuestos se unen.
Todo lo profano vuelve a ser sagrado…
desde otro mundo.
Desde más allá de las estrellas.
Vacío, trascendente, puro,
de belleza inimaginable,
trayendo contigo
la esencia del amor.
Transformas a todo aquel tocado por ti.
Preocupaciones mundanas,
problemas y lamentos
desaparecen ante ti,
trayendo regocijo
al gobernante y al gobernado
al campesino y al rey.
Nos desconciertas
con tu gracia.
Todas las maldades
se transforman en bondades.
Eres el Alquimista Maestro.
Enciendes la llama del amor
en la tierra y el cielo,
en el alma y corazón de cada ser.
A través de tu amor
se funde la no-existencia y la existencia.
Los opuestos se unen.
Todo lo profano vuelve a ser sagrado…
Sobre el sufismo, aparte de los libros que ya recomendé en este mismo blog, aconsejo leer también: “¿Qué es el sufismo?” y “Un santo sufí del siglo XX” de Martin Lings; “Esoterismo islámico” de Titus Burckhardt y “La sabiduría de las arenas” de Osho.
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