No cabe la menor duda de que Sir Ridley Scott es el mejor director de cine de todos los tiempos.
Este cineasta británico de 74 años ha dirigido películas tan inmortales y célebres como “Alien, el octavo pasajero”, “Blade Runner”, “Legend”, “La sombra del testigo”, “1492: la conquista del paraíso”, “Gladiator”, “Hannibal”, “El reino de los cielos”, etc., etc. Las bandas sonoras de sus películas han sido memorables, pues se ha rodeado siempre de genios de la talla de Vangelis o Hans Zimmer… Aquí traigo dos ejemplos bastante elocuentes al respecto...
De la extraordinaria película “Blade Runner”, esta melodía inmortal de Vangelis titulada Memories of Green…
Y de la película “Hannibal” (2001) esta melodía bellísima titulada To every captive soul – Para todas las almas cautivas, compuesta por Hans Zimmer
Y teniendo como telón de fondo esta última música, escuchada con tono suave, comienzo este post…
“Busca la auténtica certeza /por encima del saber más profundo…” Rûmî
“No hay desgracia ni felicidad, ni pérdida ni ganancia. /Nada que buscar en la paz de la extinción…” Yoka Daishi
Camino descalzo entre montañas, buscando un no sé qué que queda balbuciendo entre los árboles de un bosque infinito alfombrado de hojas doradas. No siento ya el sonido de mis pisadas ni el latido de mi corazón que se ha quedado atrás trenzado entre las ramas, olvidado... No hay tiempo en este lago helado, ni sucesión, ni vida ni muerte. He descubierto algo más allá de la dualidad, un espacio donde no hay mente… Quien dice esto no está, ha desaparecido entre las brumas del silencio, reposa silente en la cima de tus sueños…
No preguntes por caminos ni por veredas, no traces líneas ni geometría alguna en este desierto iluminado del encuentro. No busques, oh alma mía, opiniones ni entendimientos, adherencias o rechazos te mantendrán por siempre aquí, anudada al mástil de este barco repleto de ilusiones. Sólo el viento te llevará -si te haces como él, pura, aérea y transparente- a un lugar sin lugar, donde se mira sin ver, donde eres toda presencia… Sólo cabe rendirse a la evidencia de la locura y por ello sólo una cosa puedo transmitirte: borra tus pasos y camina descalza, como un hada invisible, entre montañas….
Comienzo así mi relato, dialogando con mi alma, porque he descubierto muy recientemente que un ser de luz, un ser conectado a su belleza interior, conectado a todo lo que Es, y no hay nada fuera del Ser, conoce un estado de iluminación silenciosa que es idéntico a la superficie límpida de un lago en calma. La calma de la superficie es la serenidad, el silencio... Sólo entonces la superficie se convierte en un espejo luminoso que lo refleja todo en su verdadera forma. Si falta serenidad, si la superficie es ondulada por el movimiento, la lucidez se perturba dando lugar a reflejos distorsionados. La luz de la conciencia es así. La luminosidad y la serenidad deben darse al mismo tiempo para que los cien mil fenómenos aparezcan en su verdadera forma. Y entonces descubrimos que realmente Todo es Belleza… - No he encontrado una vía mejor ni más limpia ni más sana para alcanzar esta paz de las profundidades que la meditación, que es una fuente constante de serenidad y de entendimientos que son realmente experimentados y vividos en el hontanar más profundo del ser. Esta paz, y es muy importante destacar esto, ha de hallarse en el mismo lugar en el que se ubican la agitación y el sufrimiento. No ha de hallarse en el bosque ni en la cima de una colina, ni es otorgada por ningún maestro. Allí mismo donde experimentamos el sufrimiento podemos encontrar la emancipación del sufrimiento...
En puridad, tratar de escapar del sufrimiento es, de hecho, correr hacia él. Pero si nos dejamos ir un poco, tendremos un poco de paz; y si nos dejamos ir completamente, tendremos una paz completa… Me explico un poco mejor. He hecho la experiencia de que en verdad, en el mundo de las manifestaciones, nada espera a los seres humanos, tal y como expresé ya ampliamente en este blog al comentar la obra de Samuel Beckett. Cualquier cosa que creamos que podemos llegar a ser o alcanzar se encuentra sólo en el plano de las apariencias. Toda ‘certidumbre’, todo ‘estado’, toda ‘fijeza’ se pierde al rebufo de la más mínima contrariedad, de cualquier viento contrario. La vida y su escenario es una tramoya de resistencias sin fin, de cambios y de circunstancias móviles que por fuerza alteran el ánimo. Nosotros mismos estamos constituidos por humores y esta realidad ya lo dice todo… Sin embargo, en el fondo de nuestro océano, somos como dioses inmóviles que observamos/atestiguamos sin más las características universales de la superficie: nacimiento al principio, cambio en la mitad y cese en el final... ¡Eso es todo lo que hay!
Y aquí surge la visión. Entonces podemos apreciar, en su totalidad, el cambio permanente de la experiencia – placer, dolor, alegría y enojo – sin temor ni represión. A partir de ese momento, cuando surge en nuestro interior la rabia o la inquietud, cogemos aire profundamente y nuestro maestro interior/dios nos dice con su inaudible voz: “No pienses. Mira”. Porque todo está en la mirada, en la visión. Si viéramos en vez de pensar; si fuéramos silencio en vez de palabra, habría por siempre paz en nuestro corazón. Una paz inalterable. Seríamos el eje del mundo... Si comprendemos esto (no intelectualmente, claro está) viviéndolo, estaremos contentos y en paz. En la sola visión se halla toda la comprensión. Y es lo que somos. Mientras nos sigamos adhiriendo a las manifestaciones del Logos, de la fría matemática, de las formas, de la racionalidad, de las líneas y las figuras, no cesaremos de comparar, enjuiciar y discriminar. Así no hallaremos la paz. Ni tampoco la hallaremos buscando a la persona perfecta o al maestro perfecto. Hay que abandonarse a la Luz … y desprenderse del lenguaje, de la moral del rebaño, del superego, de las normatividades de todo tipo, de las ideas, de toda esa maraña inmensa de pensamientos superpuestos que abarcan toda la historia de la especie y que nos invade. Hay pues que liberarse de todo aquello que nos protege. La civilización ha formado una película sobre la piel humana. A veces molesta, produce escozor. Pero siempre sirve de lenitivo y de muralla para no enfrentarse a los abismos a los que finalmente habremos de lanzarnos…
El ser autorrealizado no añade agregados metafísicos para condimentar o envenenar los hechos. Los hechos, simplemente, son. Ni la religión, ni las pretendidas buenas costumbres, ni los falaces ideales de cualquier género le agregan un plus a la realidad. Si comprendiéramos esto de verdad, el sufrimiento y el placer se agotarían en sí mismos. Si fuésemos capaces de aceptar los hechos en sí mismos, “Dios” y el ideal de “humanidad” (los dos ídolos más ominosos de estos dos milenios últimos) caerían por su propio peso. Y esos dos ídolos, con todas sus infinitas variantes, anidan en nuestro corazón, lo creamos o no. Colectivamente, parece que no se cree en nada, y empero nunca como hasta ahora se ha creído en tantas cosas, lo cual es comprensible si atendemos al hecho de que ‘evolución’ implica necesariamente ‘complicación’ (la complejidad de las relaciones simbólicas se hace cada vez mayor). - Por eso, sabiamente decía el gran escritor Heinrich Heine que “no todo lo que está enterrado está muerto…” -
El hombre es incapaz de vivir sin apoyarse en todas las redes simbólicas del Logos, con tal de huir de la pura nada de la trascendencia. La frialdad del pensamiento apolíneo teje, de este modo, y aprovechándose de este miedo primordial, su red de araña sobre las almas. ¿Qué hacer pues? ¡Liberémonos en el fuego de la trascendencia quemando nuestras naves, ardiendo como llamas eternas hasta más allá de las estrellas…!
¡Oh, materia universal del canto de los planetas
y los días, las órbitas lejanas y el mundo compartido!
En la morada del recuerdo, el claudicar
de la palabra ante la desmesura, ante las
dimensiones de lo desconocido.
En el silencio habitas entero.
Tu habitar el silencio no te dice,
no te determina. Llena tus posibilidades,
pero nada dice. En el silencio la entrega
se posterga: no hagas adoración a tu silencio,
no rindas culto a ese vacío. Vívelo como parte
de la entrega, como lugar donde se origina la Palabra.. .
La inmersión en las profundidades de uno mismo es una verdadera tarea heroica, lo que explica la reticencia general del mundo a embarcarse en semejante viaje, puesto que se trata de una marcha a través de la noche oscura del alma, de la desintegración de la personalidad en todos sus constituyentes… Un estado que ya representaron los alquimistas magistralmente en la imagen del caos que impera en la masa confusa. Y lo más increíble de todo es que en el seno de esa masa confusa, yace, oculto, el tesoro de gran valor, la piedra filosofal…. Y diré más: los alquimistas representaron también el proceso de la nigredo como la unión del rey y de la reina. De dicha unión, tiene lugar el engendramiento de un tercero hermafrodita, que contiene ambas naturalezas. Expresado en términos psicológicos lo que tiene lugar es el nacimiento del Sí-Mismo, es decir, del atman interior, del Andrógino, una imagen del Lapis o una alegoría de Kristo/kristal...
Pero, en fin, ¿qué son éstas sino palabras que no dicen nada al lado de una singladura tan fascinante y aterradora a un tiempo como la de sumergirnos en lo más profundo de nosotros mismos…? En esta transmigración el alma se asemeja a Freya, sobre un balandro, como indagadora intrépida, ebria de enigmas y laberintos… Sí, así es. Por eso, es admirable no querer seguir a tientas el hilo de Teseo, de la razón ordenadora y apolínea, y que nuestras almas prefieran adivinar, cual Bacantes, dejándose llevar por el dulce sonido de la música que producen las hojas al ser mecidas por el viento. Solo así podremos saborear al alba, en los levantes de la aurora, que más allá del bien y del mal sólo existen tribulaciones pasajeras. Veremos entonces que todas las cosas están bautizadas en el manantial de la eternidad. Allí podéis encontrarme, en ese cielo Azar que reina sobre todas las cosas libres de finalidad, pletórico de inocencia. Porque la mayor pureza consiste en comprender que no existe ninguna telaraña eterna tejida por la araña razón, sino una pista de baile para los azares… Una mesa de dados para jugadores divinos…
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