He aquí La Sabiduría del Silencio Interno, una música realmente relajante y que te llena de una inmensa paz…
“Cuando la rabia no surge de tu interior, no encuentras enemigos externos en ninguna parte. El enemigo externo sólo existe cuando existe rabia interna”. Lama Zopa Rinpoche
Dentro de la gran bibliografía que existe sobre el Taoísmo, siempre recomiendo la lectura de un libro que me parece profundísimo y delicioso a la vez. Se trata de “El bote vacío”, una obra de Osho cuya lectura ya he aconsejado en este blog, porque en ella el autor hindú comenta a las mil maravillas, con una gran sabiduría, once historias taoístas de Chuang Tse…
Coincido plenamente con Osho en que “el Tao es la religión más profunda que ha existido sobre esta Tierra, no hay comparación posible. El mensaje de Lao Tse, o el de Chuang Tse, es el más puro; es absolutamente puro, nada lo ha contaminado…” Por ello, comienzo mi post de hoy con un fragmento de la susodicha obra, que comienza con uno de los relatos de Chuang Tse comentado por Osho…
Ser total
¿Cómo puede el auténtico hombre del Tao
atravesar las paredes sin dificultad
y permanecer en medio del fuego sin ser quemado?
No es debido a que sea osado o astuto
ni porque haya aprendido
si no porque ha des-aprendido.
Su naturaleza se enraíza en el uno.
Su vitalidad, su poder,
se ocultan en el secreto Tao.
Cuando se es todo uno,
no se tiene ninguna fisura
por la que una cuña pueda entrar.
Por eso un borracho al caer desde un vagón
recibe contusiones pero no perece.
Sus huesos son
como los huesos de los demás,
pero su caer es diferente.
Su espíritu es uno.
No se da cuenta de que entra en un vagón
o que cae de él.
La vida y la muerte no son nada para él.
No conoce el temor;
se enfrenta a obstáculos sin considerarlos, sin preocuparse,
y los supera sin saber que saber que están ahí.
Si uno halla tal seguridad en el vino,
¿cuánta más hallará en el Tao?
El sabio está oculto en el Tao,
nada puede alcanzarle.
¿Cómo puede el auténtico hombre del Tao
atravesar las paredes sin dificultad
y permanecer en medio del fuego sin ser quemado?
Chuang Tse
Y este es el comentario de Osho (sólo he extraído el comienzo, obviamente es más largo): “Esta es una de las enseñanzas fundamentales y más secretas. Por lo común vivimos en la astucia, el ingenio y la estrategia; no vivimos como niños, inocentes. Planeamos, nos protegemos, nos fabricamos todas las salvaguardas posibles, pero ¿cuál es el resultado? Al fin y al cabo, ¿qué sucede? Todas las salvaguardas son destruidas, toda astucia demuestra ser pura estupidez. En último término la muerte nos arrebata.
El Tao dice que tu astucia no te ayudará, porque ¿qué es sino una lucha contra el todo? ¿Con quién eres astuto: con la naturaleza, con el Tao, con Dios? ¿A quién crees que estás engañando: a la fuente de la que has nacido y a la que finalmente volverás? ¿Es la ola intentando engañar al océano, es la hoja intentando engañar al árbol, es la nube tratando de engañar al cielo? ¿A quién piensas que estás tratando de engañar? ¿Con quién estás jugando? Una vez se comprende esto, un hombre se vuelve inocente, abandona su astucia, todas las estrategias y simplemente acepta. No hay otro sistema que el de aceptar la naturaleza tal cual es y fluir con ella. Entonces no hay resistencia, entonces se vuelve como un niño que va con su padre, en profunda confianza.
Una vez el hijo de Mulla Nasruddin llegó a casa y contó que había confiado en un amigo y le había prestado su juguete para que jugara con él, pero ahora el amigo no quería devolvérselo. ‘¿Qué debo hacer?’ preguntó.
Mulla Nasruddin le miró y le dijo, ‘Sube por esta escalera’. Así lo hizo el chico, confió en su padre. Cuando estaba a tres metros de altura, Nasruddin le dijo, ‘Ahora salta en mis brazos’. El chico dudó un instante y le dijo, ‘Si caigo, me haré daño’. Nasruddin le contestó, ‘Si yo estoy aquí no hace falta que te preocupes. Salta’. El chico saltó y Nasruddin se apartó. El chico cayó por los suelos y empezó a llorar y a quejarse.
Entonces Nasruddin le dijo, ‘Ahora ya lo sabes. Nunca confíes en nadie, ni incluso en lo que te diga tu padre; no creas ni a tu padre’. No confíes en nadie, sino serás engañado durante toda tu vida. Esto es lo que todos los padres, todas las escuelas, todos los profesores te enseñan. Esto es lo que aprendes. No creas en nadie, no confíes, sino serás engañado. Te volverás taimado. En nombre de la inteligencia te volverás astuto, desconfiado. Y una vez un hombre se ha vuelto desconfiado, ha perdido contacto con el origen. La confianza es el único puente, en caso contrario tu vida se malgastará por completo; luchas en una lucha imposible en la cual la derrota es una certeza, sucederá. Es mejor darse cuenta ahora, porque en el momento de la muerte todo el mundo descubre que ha sido una derrota. Pero entonces ya nada puede hacerse.
La verdadera inteligencia no es la astucia, es algo totalmente distinto. La verdadera inteligencia es mirar dentro de las cosas... y siempre que observas las cosas por dentro, descubres que eres tan sólo una ola, que el todo es el océano y que no hay por qué preocuparse. El todo te ha hecho, él te cuidará. Vienes del todo, no es tu enemigo. No tienes por qué preocuparte, no necesitas hacer planes. Y cuando no planeas, cuando no te preocupas, por primera vez surge la vida. Por primera vez te sientes libre de preocupaciones, y la vida te sucede. Esta inteligencia es religión. Esta inteligencia te da más confianza y finalmente, la confianza total. Esta inteligencia te conduce a la naturaleza última, a la aceptación, lo que Buda denominaba tathata. Buda dijo: ‘Ocurra lo que ocurra, sucede’. No puede ser de otro modo, nada más es posible. No pidas que sea de otra forma; déjate ir y permite que el todo opere. Y cuando permites que el todo opere y no eres una barrera, una resistencia, entonces no puedes ser derrotado...
En Japón, a través de Buda, Lao Tse y Chuang Tse, un arte particular se ha desarrollado denominado ‘kendo’. Kendo significa el Zen de la espada, el arte del guerrero y nadie lo domina como ellos. El modo en que lo han desarrollado es supremo. Lleva años, incluso una vida aprender kendo porque el aprender consiste en la aceptación. En la vida ordinaria no puedes aceptar; ¿cómo puedes aceptar cuando un guerrero está ante ti esperando para matarte? ¿Cómo puedes aceptar cuando la espada es alzada contra ti y en cada instante, en cualquier momento, la muerte se acerca?
El arte del kendo dice que si puedes aceptar al enemigo, a la espada, al que te va a matar, y no hay desconfianza; incluso si el enemigo es el amigo y no estás asustado, sin temblar, te vuelves un pilar de energía, irrompible. La espada se romperá contra ti, pero tú no podrás ser destruido. No habrá posibilidad alguna de que seas destruido…”
Hasta aquí el sabio hindú… Bien, da qué meditar todo esto… Y nos trae una gran paz, sin lugar a dudas. Hace ya tiempo descubrí que lo ideal en la vía del guerrero del espíritu, sin contradicción alguna, es que la paz no sea sólo un estado, pues esto depende de unas condiciones, de un “estar” en determinadas circunstancias favorables al sosiego. En dicho sentido, yo mismo me encuentro ahora con mucha paz por una serie de acontecimientos personales favorables que me estoy viviendo. Pero esto no es ni mucho menos suficiente. Lo idóneo, lo excelente, es que la paz no sea sólo un estado consecuencia de unas situaciones favorables, sino que llegue a constituirse en una manera de ser, sean cuales sean las circunstancias que nos rodean. Esto sólo se obtiene a través de lo que los taoístas llamaban el “no camino”, la ‘senda invisible’ o ‘no práctica’, el wu wei en definitiva…
Veámoslo en la praxis… De entre las muchas vías que existen y que nos encaminan hacia la Luz , si seguimos, por ejemplo, el camino de la espada, el Kendo, mencionado por Osho en su obra, es fundamental la forma en la que nos relacionemos con la espada. Una de las modalidades de meditación que yo practico, en esta vía, es la de la meditación silenciosa… Me quedo como una estatua de pie o sentado (en medio loto) y sólo al cabo de un tiempo, del que he perdido toda noción, realizo la kata que rasga todas las ilusiones. Aquí, sin apenas advertirlo, te alcanza una paz duradera que no tiene parangón y que es ser, más allá de cómo esté tu entorno vital. En este sentido, puedo incluso afirmar, como ya señalé en este blog, que yo he encontrado mi do, mi camino, en la vía de la espada, lo que en literatura sería encontrar -por analogía- tu propia voz. Una espada que mata las ilusiones, una espada que nada tiene que ver con la violencia física, pues como decía Merlín acerca de Excalibur, “se trata de una espada para curar, no para herir”. Al final, te das cuenta de que la espada no es sino un símbolo del espíritu, de ahí mi amor por el Kendo…
Cuando vislumbras la auténtica paz te das cuenta de que no es cierto aquello que decía Thomas Hobbes al afirmar que “el hombre es un lobo para el hombre”, pues esta chata y triste realidad lo es tan sólo para las masas que no han superado el nivel depredador, para aquellas personas en definitiva que aún se sitúan (en todos los aspectos) en el cortex cerebral. Por eso, y en este contexto, es esencial recordarnos a nosotros mismos, y constantemente, que si no trabajamos en profundidad y con una orientación correcta, el método espiritual resultará ser a la larga una mera capa de pintura con la que cubrir a la bestia autocomplaciente que somos. No olvidemos nunca, por consiguiente, que el camino no sirve para relajar a la bestia, para que tenga las articulaciones más flexibles, para que se concentre mejor o sea más amable. Con todo eso conseguiremos ser unos egoístas más flexibles, sanos y relajados. Pero el problema estriba en cambiar a la bestia. Me atrevería a decir que el camino no es terapéutico, sino salvífico, en el sentido de que nos salva de la bestia, que nos ayuda a trascenderla…
No tengo ni qué decir que esto supone un trabajo largo y arduo, y que se da a muchos niveles. Los alquimistas sabemos, en efecto, que la Gran Obra , el Ars Magna, es tarea de toda una vida, qué digo yo, de muchas vidas… Todos los seres humanos que iniciamos la búsqueda estamos pues, de un modo u otro, insertos en ese proceso de constante transformación y metamorfosis… Porque hay algo que es muy importante recordar en este contexto: no existen los semblantes fijos, ni los caracteres unívocos, esto es sólo lo que dice la voz del mundo, aquellos que no creen en la evolución, en el crecimiento de la consciencia, en definitiva, los adoradores de la materia, de las ideas fijas, de los estereotipos… En sus antípodas, los que seguimos la senda de Buda, los que hemos hecho indistinguible el acto de vivir y el de meditar, al margen de la vía iniciática que hayamos escogido dentro de la enorme amplitud del budismo, sabemos mejor que nadie que el Hombre Iluminado no es esclavo ante nada. No es, en primer lugar, esclavo de sí mismo: no es un títere manejado a antojo por sus pasiones, pulsiones, bajos instintos o por sus sentimientos engordados. No está tampoco sujeto irremediablemente a sus circunstancias. No se halla determinado ni por presuntas dinámicas históricas (el determinismo característico del historicismo, basado en el materialismo dialéctico) ni se encuentra mediatizado por condicionantes sociales ni por ningún tipo de dios omnipotente que haga y deshaga a antojo sin la posibilidad de que uno pueda trazar su propio rumbo y sin que el ser humano pueda llegar a ser tratado como algo más que una simple criaturilla que no pueda albergar en su seno la semilla de la eternidad sino que tenga que resignarse bovinamente a postrarse devocionalmente ante su “creador”.
¡No! Yo sigo la Vía del Bushido, la Vía del Guerrero, aquella en la cual lo primero que aprendes es a despertar tu consciencia, y a darte cuenta de que no estamos cercenados en nuestras potencialidades por ninguna especie de determinismo ambiental-educativo. Ni tampoco por otros de orden cósmico en la forma de un ‘Destino’ cuya fatalidad nos tenga irremisiblemente programados de antemano. Diré incluso más... La Tradición Unánime nos dice que la involución - con respecto a lo espiritual e imperecedero - puede ser frenada e incluso eliminada antes del final de un ciclo cósmico, o manvantara; esto es, antes del ocaso del kali-yuga. Y yo sostengo firmemente esta idea porque, como budista, creo en la libertad absoluta del Hombre. Porque creo que el Hombre, así en mayúscula, tiene la clara potestad necesaria para convertirse en un Buda…
¡La acción consciente es el bien supremo, reunámonos pues en una instancia superior, amigos/as lectores/as! ¡Fluyamos juntos hacia el empíreo, como una espiral celeste, concitando nuestras fuerzas en un mayor nivel de vibración! ¿No os dais cuenta de que la luz original ha eclosionado a través de todas las capas (tan densas) que ocultaban nuestro sol? ¿No veis ya la fuerza del amor invadiendo todos nuestros rincones otrora sombríos o en penumbra? Todos nuestros rechazos o negaciones, desde el primero hasta el último, con todo el daño inmenso que nos ocasionan, no pueden con nosotros, no podrán con nosotros, ¿pues dónde está la separación?
P. S.- Aconsejo hoy la lectura de dos libros realmente maravillosos: del monje zen vietnamita Thich Nhat Hanh, “Camino viejo, nubes blancas”, que es, para mí, la biografía más bella que se haya escrito jamás sobre Buda; y también aconsejo la lectura del libro “Reflejos de un lago del Himalaya. Budismo desde la experiencia”. Su autora es Jetsunma Tenzin Palmo, una gran maestra del budismo tibetano.
Recomiendo vivamente ver estos tres enlaces:
Y sugiero vivamente escuchar esta breve e instructiva reflexión del fundador de la Escuela del Silencio, José Fernández Moratiel…
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