He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

miércoles, 4 de enero de 2012

En defensa de la Ecología Profunda. Por un mundo natural neopagano

Me encantó descubrir, hace unos cuatro años, este enlace sumamente original y realmente maravilloso. Porque maravillosa es efectivamente esta música de Vangelis (como, en verdad, toda la música de este genio) y muy original este montaje en el cual podemos contemplar las bellas imágenes del prólogo de la película “Olympia” (1938) de la gran cineasta alemana Leni Riefenstahl. Una composición realmente sublime…


Yo me celebro y yo me canto,
y todo cuanto es mío también es tuyo,
porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.
Indolente y ocioso convido a mi alma,
me dejo estar y miro un tallo de hierba de verano.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, hechos con esta tierra,
con este aire, nacido aquí, de padres cuyos padres nacieron
aquí, lo mismo que sus padres…

Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás; me
sirvieron, no las olvido; soy puerto para el bien y para el mal,
hablo sin cuidarme de riesgos, naturaleza sin freno con elemental energía…

He oído lo que hablan los habladores,
la fábula del principio y del fin,
pero yo no hablo ni de principio ni del fin.
Nunca hubo más principio que ahora,
ni más juventud ni vejez que ahora,
ni habrá más perfección que ahora,
ni más infierno ni cielo que ahora.
Impulso, impulso, impulso,
siempre el impulso, generador del mundo…

De la penumbra surgen iguales elementos contrarios,
siempre la sustancia y el crecimiento,
siempre un tejido de identidades,
siempre lo diferente,
siempre la Vida que se engendra…

Bienvenido cada órgano de mi cuerpo y cada tributo,
y los de cualquier hombre sano y limpio,
ni una pulgada, ni una partícula de pulgada es vil,
y ninguna debe ser menos querida que las otras.
Estoy satisfecho, veo, bailo, me río y canto…
Todas las verdades aguardan en todas las cosas,
ni se apresuran ni se demoran,
no precisan el fórceps del cirujano.
Para mí lo mínimo no es menos importante que lo demás,
(¿qué puede ser mayor o menor que un roce?)
Ni la lógica ni los sermones convencen,
la humedad de la noche me penetra con más intensidad.
Una gota y un minuto me bastan para sosegar mi cerebro,
Creo que los húmedos terrones serán alguna vez amantes y
lámparas, y que el alimento de un hombre o de una mujer
es un compendio de compendios.
Y que lo que los atrae y los une es una cumbre y una flor,
y que se ramificarán infinitamente hasta saberlo todo,
y hasta que todos nos deleiten y los deleitemos a todos…

Walt Whitman, Hojas de hierba

Walt Whitman (1819-1892) es considerado como el mayor bardo estadounidense. Su obra, profundamente renovadora, es fuente de inspiración permanente para las nuevas generaciones de poetas. Cantor de la Alegría, profanador de todas las convenciones de forma y de lenguaje, su poesía es una celebración de la vida. ‘Hojas de hierba’ recoge casi la totalidad de su obra. Si he empezado este post de hoy con este poema suyo se debe a que lo he visto conveniente y compatible con el asunto que ahora voy a tratar… Veamos… Aunque he sido y sigo siendo muy crítico con determinados aspectos de la Nueva Era, también sé reconocer sus virtudes, que son muchas y muy importantes. Así, por ejemplo, he de admitir que el movimiento ecologista actual le debe mucho a esta corriente espiritual, que ha actuado y sigue ejerciendo en muchas ocasiones como ‘alma’ del ecologismo. Meditando sobre ello, quiero compartir brevemente algo que me fascina de la consideración ecológica de la Nueva Era y es la forma en que estructura sus tres corrientes fundamentales: la ecología profunda, la ecología transpersonal y el neopaganismo…  

Lo que nos dice básicamente la ecología profunda es que la naturaleza es la manifestación de la Energía cósmica en permanente fluir o devenir, vivificadora de todo, también del hombre. Esta cosmovisión defiende un biocentrismo, en el que el ser humano comparte el mismo valor con los demás seres vivos, y por tanto no tiene derecho a erigirse en un ser superior que somete los otros seres y los ecosistemas para sus necesidades vitales. Formamos parte, en efecto, de un todo orgánico, de una totalidad de vida, y la autorrealización del hombre no incluye al yo solitario, sino que abarca, en sucesivos círculos, a toda la realidad cósmica... Esto es ni más ni menos lo que nos dice la ecología profunda…

En cuanto a la segunda corriente sustentadora, la ecología traspersonal, ésta llama a superar el antropocentrismo que ha determinado la historia trágica del pensamiento judeo-cristiano occidental para pasar al ecocentrismo, y defiende de este modo, ¡oh, maravilla!, una identificación del hombre con su entorno natural…

En cuanto al neopaganismo, qué voy a decir que no sepamos a la vista de los hechos, pues por doquier podemos contemplar con alegría un aumento de buscadores, de seres inquietos, que, cansados ya del fenómeno deletéreo de la razón, retornan a lo Sagrado y toman un interés real por las cuestiones agrícolas y las cuestiones medioambientales. De facto, ya hay comunidades que están intentando reinventar, recuperar y realizar ritos de  salutación a los astros y de unión con la naturaleza, como ya empezaron a hacerse en Europa en los años treinta y cuarenta del siglo pasado…

Sí, sí, sin duda se hace necesario, y hoy más que nunca, ensalzar y sacralizar la naturaleza, en una cosmovisión holística en la que el ser humano se disuelva, al ser una chispa de la gran energía universal, de la conciencia cósmica, del Todo, en una suerte de nuevo gnosticismo... Es necesario colocar al ser humano, como ya adelantó y deseó el mismo Nietzsche, al mismo nivel que los demás seres de la naturaleza, sin reconocer en ella diferencia cualitativa alguna. Con mayor o menos consciencia, todos somos seres sintientes, seres vivos interconectados, y formamos parte de la Madre Tierra o Gaia. Ya no se sostiene la cosmovisión judeocristiana que establece la alteridad, por un lado, de la divinidad (Creador) y por otro lado, del cosmos (lo creado), y dentro de él al ser humano con un statu quo específico de dominación ante el resto de la naturaleza. Ya sabemos de sobra al Gran Desastre al que nos ha abocado esta dramática división, que todavía estamos padeciendo y que siguen manteniendo -agonizantes, eso sí- los poderes fácticos hasta hoy.

Así que, sí, defiendo totalmente las propuestas éticas de la Nueva Era, con su concepción re-sacralizada de la naturaleza, y con su noble fin de acabar con todo resto de antropocentrismo y humanismo. Sólo nos puede salvar una auténtica apertura a lo Sagrado y un mayor respeto-colaboración-fusión con la Naturaleza. El reinado del Hombre, de la Humanidad-Humanismo, Antropocentrismo, debe acabar en aras de todo el Conjunto, que incluye al mismo ser humano. El hombre, al colocarse en la cúspide, ha precipitado su propia caída. Por ende, la solución para los problemas del mundo es volver a un estado de vida más natural, replanteándose todo el progreso científico, su validez y legitimidad. Todo esto, aunque ahora nos parezca lejano, caerá por su propio peso. ¡¡Una ola de Salud se cierne sobre el mundo…!!

No habrá pues nada que abatir, pues toda la mentira en la que ahora vivimos desaparecerá por sí sola. Lo importante ahora es resistir, no con fuerza motriz reactiva pues ésta sería barrida rápidamente por fuerzas entrópicas mucho mayores, sino manteniendo nuestra Energía viva y activa, conectada siempre con nuestro propio Centro, con nuestro Corazón cuyo latido resuena por todo el Universo… Y, mientras tanto, recuperemos y reavivemos lo que siempre ha subyacido en nuestro inconsciente colectivo indoeuropeo, el de nuestra sangre y nuestra anima mundi: vuelve la magia celta, el bellísimo mundo élfico, los cultos druídicos, la homeopatía y la espagiria paracélsica, el canto de las sibilas, las hadas y los duendes, los misterios órficos y mitraístas… ¿No lo sentís? Vuelve la Vida por todas partes…

Para terminar, y a modo de homenaje, no puedo dejar de evocar el merecido recuerdo de Arne Naess (1912-2009), filósofo y ecologista noruego, fundador de la corriente conocida como Ecología Profunda. Naess fue, tal y como se oye, uno de los filósofos escandinavos más importantes del siglo XX. Su obra, inspirada en los principios espirituales del budismo, es fundamental en el ideario de muchos activistas y políticos de partidos ecologistas en el mundo. La Ecología Profunda, su pensamiento principal, se considera un acercamiento absoluto a la naturaleza. Según Naess, todos los seres humanos, animales o vegetales, tienen el mismo derecho a vivir y florecer. Es lo que el filósofo noruego llamaba Igualdad Biocéntrica.

“La ecología profunda es un movimiento según el cual no se hace el bien por el planeta en interés del ser humano, sino por el planeta en sí mismo”, declaró Naess, el cual escribió casi hasta el fin de sus días (su última obra fue publicada en 2006, cuando ya tenía 94 años). Este ser admirable  reconocía la lectura del libro editado en 1962, ‘Primavera silenciosa, por la bióloga Rachel Carson como la influencia clave en su visión de la ecología profunda… Por cierto, como sucedió con otros filósofos (sobre los que ya escribí en este blog), la montaña siempre jugó un papel importante en la vida de Naess y de hecho pasaba largas temporadas en su cabaña al pie del macizo Hallingskarvet
Hoy recomiendo vivamente leer en su integridad estos dos enlaces que son extraordinarios y muy edificantes:


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