Para la sabiduría oriental las cosas cotidianas e insignificantes pueden tener un significado infinitamente más profundo del que nosotros le concedemos. Lo que importa es el efecto que cada forma tiene sobre la vida de la persona que percibe…
Desde hace poco conozco una profunda quietud.
Mi espíritu no se inquieta por nada del mundo.
La brisa que viene del bosque de pinos hace volar
mi pañuelo cuyos colores se dispersan al viento…
La luna de la montaña brilla sobre el arpa.
¿Me preguntáis la razón del éxito o fracaso?
La canción del pescador se hunde en el río… Wang Wei
El paradigma de la sabiduría oriental en el arte de vivir es sin el más mínimo género de dudas la ceremonia del té. En una cosa tan sencilla como sorber una infusión, los/as maestros/as del té son capaces de encontrar belleza y bienestar. Para estas personas eso no es una función sino un rito ancestral y saben vislumbrar lo infinito en lo intrascendente. Saben ver que la misma energía que hace borbollar la tetera es el amor que mueve el sol y las estrellas. Por eso los chinos y los japoneses han sido célebres, desde antiguo, por su refinamiento. Durante largos siglos buscaron en las cosas materiales las formas que pudieran ayudarles a vivir la vida con mayor felicidad; una felicidad no sólo sensual, sino espiritual, en la cual las cosas, las personas, la naturaleza son como talismanes que abren el espíritu a un nivel de consciencia superior…
Sí, las cosas y las formas son como talismanes para abrir las puertas de la percepción, y “cuando las puertas de la percepción están limpias, todo se ve tal como es: infinito y eterno” (William Blake)
He aquí un ‘mix’ de Rodrigo Rodríguez donde podemos escuchar once de sus composiciones:
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