He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

domingo, 19 de junio de 2016

Noche más clara que el día es la quietud del silencio...

Jupiter - from Heaven's Coins ( Hajime Mizoguchi )
 
 
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Pocas palabras hay tan desprestigiadas como la palabra silencio, que para mí es lo mismo que decir: quietud. Anda el ser humano, ahora más que nunca, en un vuelo ciego, sin destino, que se consuma en no estar nunca en ninguna parte. Transformamos el tiempo en una tempestad interior que se mide por la breve altitud de sus espumas o conquistas, o por los hondos naufragios. Somos una sucesión de imágenes en las que ardemos sin historia. Nada se detiene dentro de nosotros: todo es sombra de una nube que vaga ligera, velocidad frágil del deseo que como abeja se posa en la sangre...

Pocos son los que – parafraseando a Fray Luis de León – “quieren vivir consigo; gozar del bien que deben al cielo, a solas, sin testigo”. Pocos son los que descienden a la morada interior del silencio, para desde allí encandecer la vida con su oscuro cristal de llama o para tomar su barca y observarla en el mar en calma...
 
Pocos son los que convierten una presencia en polen hasta turbarse, y brillar allí quietos, en su cielo de luz. Pocos son los que buscan la soledad como una transparencia sin memoria, para que así arribe puro el pulso de lo que fue, y amanezca intacto lo que aún no tiene voz: lo que destila el amor que no conoce sino su silencio eterno...
 
Noche más clara que el día es la quietud del silencio, su rumbo tiene el temblor fijo de una estrella. Pensamiento dorado por la pasión de la pregunta final, lenta brisa de la anunciación, el silencio es también contemplación que inunda, rosa de humo mojado que con su reflejo toca el corazón, llanto iluminado de la existencia, regazo de una madre que fluye en tranquila marea…
 
Pocos son los que – volviendo a Fray Luis – ponen su oído “al son dulce, acordado, del plectro sabiamente tocado”. Pocos son los que, quietos, buscan limitar la clara ascensión de la mirada en un objeto donde, sin suceso, derramar el corazón. Los que son capaces de convertir en una tarde hermosa toda la luz de lo perdido...
 

 
 
 
 
 

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