Existen cuatro cánones que definen la estética taoísta: resonancia, ritmo vital, reticencia y vacío. Quiero hablar hoy sobre la resonancia...
Veamos... El arte no denuncia, no tiene mensaje. El arte lleva directamente a la intuición. Abre las puertas de la percepción y hace consciente lo subconsciente. Según la visión del mundo de los antiguos taoístas, el universo es un sistema armónico de resonancias. Las partes se corresponden unas a otras y se armonizan en el todo del cosmos. El “Chi” es la energía que fluye y enlaza las cosas de este mundo. La tarea del artista (como la del mago) es establecer el flujo entre la obra y el espectador y así llevar a este a la identificación total, al éxtasis y de este modo borrar las fronteras físicas que lo separan de su entorno, que lo encierran en una visión egocéntrica. Así se establece la resonancia. Sólo reconocemos lo que está en nosotros. Es muy probable que alguien que no ha amado nunca sea incapaz de comprender a una persona enamorada, en este caso el amor no “resonará” en este individuo y este sentimiento no existirá en su universo. Es la tarea del artista establecer ese lazo y así ampliar la conciencia. La resonancia se basa en la existencias de isomorfismos (o similitud de estructuras), las estructuras similares se reconocen, es más, se influyen (isomorfismo recíproco), así pues quien se rodea de belleza, embellece, quien se rodea de vileza, envilece. Esto nos aporta otra perspectiva de la importancia del arte...
No podemos menospreciar el poder de la resonancia, que no es sólo una teoría estética antigua, también la física describe la resonancia a un nivel material. El fenómeno de la resonancia físicamente hablando, es el que se da cuando en una misma habitación colocamos dos pianos, al tocar una nota en uno de ellos, de manera inmediata empieza a sonar la misma nota en el otro piano. Pero este efecto tiene consecuencias a niveles mayores, por ejemplo, es algo que hay que calcular cuando se construye un puente o una plataforma petrolífera. Grandes estructuras que podrían soportar olas gigantes y vientos huracanados pueden sucumbir a una insistente y repetitiva secuencia de olas medianas que impacten a una frecuencia completa y pongan en marcha la resonancia, como si de un diapasón se tratase, y lleven al máximo esfuerzo, insoportable, a los materiales más competentes. Un ejemplo de ello lo tenemos en el puente de Tacoma Narrows, que colapsó en 1940 por efecto de la resonancia, que los arquitectos que lo planearon se olvidaron de calcular.
Para finalizar escribiré un pequeño resumen de la hipótesis de la resonancia mórfica, propugnada en 1981 por Rupert Sheldrake, profesor de la Universidad de Cambridge, por la cual lo trataron de hereje muchos de sus colegas:
“La resonancia mórfica es un principio de memoria en la naturaleza. Todo lo similar dentro de un sistema auto organizado será influido por todo lo que ha sucedido en el pasado, y todo lo que suceda en el futuro en un sistema similar será influido por lo que sucede en el presente. Es una memoria en la naturaleza basada en la similitud, y se aplica a átomos, moléculas, cristales, organismos vivos, animales, plantas, cerebros, sociedades y, también, planetas y galaxias. Así que es un principio de memoria y hábito en la naturaleza...”
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