EL HOMBRE ES COMO UNA FUENTE (INSTRUCTIVA HISTORIA)
Lo único que no debemos hacer es entrometernos con el corazón de los hombres. El hombre es como una fuente; si la tocas, se enturbia; si pretendes inmovilizarla, su chorro será más alto… Un caballo salvaje que nadie doma: eso es el hombre.
El primer entrometido fue el Emperador Amarillo, que enseñó la virtud y la benevolencia. Los sabios Yao y Shun trabajaron para el emperador hasta perder los pelos de las canillas, se rompieron el alma con incesantes actos de bondad y justicia; se exprimieron los sesos para redactar innumerables proclamas y leyes. Nada de esto mejoró a la gente...
De ahí en adelante, el satisfecho desconfió del descontento, y a la inversa. El inteligente menospreció al tonto, y a la inversa; los charlatanes y los hombres honrados intercambiaron injurias y amenazas. La decadencia se hizo universal...
Todo tuvo que ser cortado y aserrado conforme a un modelo fijo, dividido donde la línea de tinta lo señalaba, triturado a golpe de cincel y martillo, hasta que el mundo entero se convirtió en incontables fragmentos. Caos y confusión ¡Y todo esto sucedió por inmiscuirnos en el alma de los hombres...!
Chuang-tzu (China, s. V a.C.)
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