“La auténtica vida que vivimos es la que llevamos dentro” expresó Goethe.
Estamos en la era de la información globalizada, pero yo me he dedicado siempre a lo único verdaderamente importante y necesario: El Conocimiento. Nuestra forma de ver la vida, nuestra Cosmovisión, junto a la enseñanza eterna del dolor, debiera conducirnos realmente a un estado mirífico de serenidad y de espera confiada. ¿Por qué esto no es así, o al menos no lo es todavía? Pues porque nuestro cerebro no ha encontrado aún su centro auténtico, luminoso, cosa que lo mantendría en un éxtasis continuo. Y, sin embargo, no es así, porque aún somos viatores, estamos en búsqueda, y nos encontramos, en cierto modo, perdidos. Vivimos en la angustia. Y en el miedo. Y no hay nada peor que estar parado, alejado del centro, ajeno por completo a tu propia naturaleza-.
La única y auténtica libertad se encuentra en nosotros mismos, es ese camino de regeneración interior Animus-Anima, ese encuentro con el Arquetipo, sumergirnos en nuestro Inconsciente Colectivo, recuperar la Memoria de la Sangre, volver al Origen por el camino del Amor Mágico, del A-MOR sin amor, volver a ser lo que fuimos antes de ser contaminados por la historia, por el tiempo, antes de que la Atlántida/Hiperbórea se hundiera…
Para alcanzar esto, se hace necesario el Silencio. En el silencio de mi contemplación, en el silencio de adentro, ¡hay tanta plenitud! Yo he descubierto que el silencio y la calma liberan lo auténtico de las cosas. Alumbran las cosas desde dentro. En nuestro mundo del estrépito, el silencio es de urgente necesidad. Si en un momento se llegara a la calma completa; si enmudeciera todo lo incidental, caduco y múltiple; si cesara el clamor de los sentidos, acaso entonces, se llegaría a pensar el ser hasta su borde y amarlo de corazón indiviso. Y es que he aquí una gran verdad: el que quiera oír lo auténtico, tendrá que acallar una vez todas las voces. El silencio no significa mera ausencia de palabras. No es una cosa negativa, sino que él mismo es algo. Es una profundidad, una plenitud, una corriente apacible de vida oculta. Todo lo grande y auténtico se cosecha en el silencio. Sin el silencio erramos la realidad, no sondeamos el ser...
Estamos en la era de la información globalizada, pero yo me he dedicado siempre a lo único verdaderamente importante y necesario: El Conocimiento. Nuestra forma de ver la vida, nuestra Cosmovisión, junto a la enseñanza eterna del dolor, debiera conducirnos realmente a un estado mirífico de serenidad y de espera confiada. ¿Por qué esto no es así, o al menos no lo es todavía? Pues porque nuestro cerebro no ha encontrado aún su centro auténtico, luminoso, cosa que lo mantendría en un éxtasis continuo. Y, sin embargo, no es así, porque aún somos viatores, estamos en búsqueda, y nos encontramos, en cierto modo, perdidos. Vivimos en la angustia. Y en el miedo. Y no hay nada peor que estar parado, alejado del centro, ajeno por completo a tu propia naturaleza-.
La única y auténtica libertad se encuentra en nosotros mismos, es ese camino de regeneración interior Animus-Anima, ese encuentro con el Arquetipo, sumergirnos en nuestro Inconsciente Colectivo, recuperar la Memoria de la Sangre, volver al Origen por el camino del Amor Mágico, del A-MOR sin amor, volver a ser lo que fuimos antes de ser contaminados por la historia, por el tiempo, antes de que la Atlántida/Hiperbórea se hundiera…
Para alcanzar esto, se hace necesario el Silencio. En el silencio de mi contemplación, en el silencio de adentro, ¡hay tanta plenitud! Yo he descubierto que el silencio y la calma liberan lo auténtico de las cosas. Alumbran las cosas desde dentro. En nuestro mundo del estrépito, el silencio es de urgente necesidad. Si en un momento se llegara a la calma completa; si enmudeciera todo lo incidental, caduco y múltiple; si cesara el clamor de los sentidos, acaso entonces, se llegaría a pensar el ser hasta su borde y amarlo de corazón indiviso. Y es que he aquí una gran verdad: el que quiera oír lo auténtico, tendrá que acallar una vez todas las voces. El silencio no significa mera ausencia de palabras. No es una cosa negativa, sino que él mismo es algo. Es una profundidad, una plenitud, una corriente apacible de vida oculta. Todo lo grande y auténtico se cosecha en el silencio. Sin el silencio erramos la realidad, no sondeamos el ser...
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