He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

miércoles, 1 de febrero de 2012

Todo lo que no es felicidad es una falta de amor

He aquí una melodía realmente celestial compuesta por Vangelis. Sin temor a exagerar, es la música más hermosa que he escuchado en toda mi vida. Se trata del primer movimiento de la banda sonora de la película “El Greco”. Disfrutadla, queridos/as lectores/as.


Siempre me ha llamado la atención la distinción - que considero muy pertinente - entre lo que es la unión y lo que es la unidad, términos que a veces se confunden en la inercia de nuestro lenguaje y de nuestro mundo. La unión es fundamentalmente algo exterior: no consigue abolir la separación entre los seres, sino que los lazos con que los vincula siempre pueden romperse. La unión es, en dicho sentido, algo todavía imperfecto... La unidad es otra cosa: alcanza el fondo eterno de los seres y domina así las vicisitudes de las necesidades y de las pasiones. Esta unidad está reservada al amor trascendente, de modo que las uniones humanas se aproximan o se alejan de la unidad en la medida de su mayor o menor participación en el Amor…

La fórmula de la unión es, por consiguiente, la de “estar con”; mientras que la de la unidad es un “estar en”. Por eso, la unidad, o el amor no es simplemente una alianza, sino un retorno a la identidad original, una vuelta al Origen… Los seres realmente enamorados (en-amor-dados) aspiran a dicha unidad, que es mucho más que una unión. ¿Y no es esto, en puridad, un milagro? Sí, amigos/as, se trata de un milagro que sólo pueden valorar en su auténtica dimensión los pobres de espíritu. Esto de la pobreza, por cierto, es algo que se ha entendido mal muchas veces a lo largo de la historia de la humanidad. Por ello, a mi entender, considero sumamente importante la necesidad que tenemos los seres de mantener una consciencia muy despierta - en toda circunstancia - acerca de la absoluta indigencia de la condición humana, de nuestra pobreza fundamental, incluso primordial. Porque, para ser francos, ¿qué poseemos? Llegamos con las manos vacías; nos iremos con las manos vacías. Y en medio, entre uno y otro, esa tontería generalizada - en esta sociedad materialista - de creer que “poseemos algo”… Éste es el significado profundo de Jesús cuando dice que incluso los camellos pueden pasar por el ojo de una aguja, pero que un rico no podrá entrar en el Reino. ¿Qué quiere decir ‘rico’? Quiere decir uno que no tiene nada y que cree que sí tiene. Todo el mundo es pobre – o como decía sabiamente Lutero: “no somos más que mendigos” -.

Todas las ideas sobre riqueza son ficciones vacías. De todo esto me he ido dando cuenta progresivamente, a lo largo de mi existencia, cuanto más he ido profundizando tanto en mi vida de contemplación como en la observación de las actitudes de la gente. Así he podido comprender, por ejemplo, que al decir ‘rico’, Jesús no se refería a los que poseen cosas en la tierra. Nadie posee nada. Los pobres son pobres; los ricos son también pobres. A veces más pobres que los pobres porque se engañan creyendo que tienen algo. Jesús nos venía a decir, en definitiva, que en este mundo nadie tiene nada. Una vez te das cuenta de esto - el gran descubrimiento de un santo como el Poverello de Asís fue ése precisamente… - todos los miedos desaparecen, incluyendo el miedo primordial humano que es el miedo a la muerte. Esto se observa claramente viendo cómo se despiden los místicos y los iluminados. ¡Se trata de una de las experiencias más increíbles que pueden contemplarse! Estos seres de luz mueren en la plena aceptación, con una entrega total, como la Esposa que va caminando al encuentro del Esposo…

Como decía Teresa de Lisieux poco antes de su partida: “No voy al encuentro de la muerte, sino al encuentro del Amor”. ¡¡Esta es la clave de todo!! Por eso estoy plenamente convencido de que todos los seres humanos, sin excepción alguna, han nacido para vivir una existencia llena de amor. Cuando no estamos en-amor-dados es que tenemos algún problema. Viviendo en el amor nada ni nadie podrá hacernos miserables. Es imposible. Un ser humano que conoce lo que es el amor, es dichoso; incondicionalmente. Todo lo que pueda sucederle es irrelevante ante su estado de gracia… Y es que, como me repetía tantas veces mi Maestro: Todo lo que no es felicidad es una falta de amor.

Un hombre y una mujer que se aman de verdad, son conscientes de que ese Amor que se tienen es un regalo, un auténtico tesoro, la única riqueza verdadera. Y cuanto más humildes, más sencillos, más pobres de espíritu sean, más se verán colmados por ese Amor que los eleva hasta el cielo. En la tierra se amarán cada vez más y más, creciendo al unísono, y en el cielo seguirán amándose con mucha más fuerza todavía…

En la tierra hace falta que las flores mueran
y que su perfume se disipe para que
se conviertan en fruto y alimento.

En el cielo respiraremos una flor eterna,
y su perfume nos alimentará,
seremos como una luz que navega
por todo el universo, seremos una estrella… 

Después de compartir toda una vida dos seres de luz, cuando uno se va, no desaparece por ello la perpetua armonía ni la felicidad indivisa, pues siempre queda la melodía única de una voz, el destello fugaz de una mirada, la calidez de unas manos que nos sanaron, y todos esos momentos sublimes en los que la convivencia tenía el sabor del pan de la tierra partido. Todo eso, y las sonrisas y las lágrimas compartidas, no solo queda, sino que es todo lo que se encuentra luego en el más allá… Pero sin límites, y lejos del filtro avaro del tiempo y del espacio. Sólo vivimos aquí de esas migajas, caminamos sólo a la luz de esos fulgores. Pero en el cielo esas migajas serán un pan inagotable y esos resplandores una interminable aurora…

La rutina habrá desaparecido. Todo será admiración ante lo nuevo. La uniformidad ya no proyectará más su sombra. No habrá dos cosas que se parezcan y a la vez todo estará sumido en la unidad. La resurrección será más pura que un nacimiento. La certeza y la espontaneidad florecerán juntas. “Amad lo que nunca podréis ver dos veces” dijo el poeta Rilke. Todo lo que merece ser contemplado no se deja mirar dos veces. Hay que desear verlo eternamente… El infierno es repetición; el cielo, novedad incesante… El Amor se enraíza y se radica en la Misericordia Divina, que es infinita…

Pondré ahora como referente, para lo que quiero comunicar a continuación, a esa santita francesa a la que tanto menciono y de la que tanto podemos todos aprender. Me refiero a Teresa de Lisieux. La santa carmelita pidió permiso para consagrarse a la Divina Misericordia en una especie de acto litúrgico en el año 1895. La fórmula de consagración, antes y ahora, sólo quiere expresar una cosa: el salto en el abismo del amor, al que se entrega sin remedio, sin seguridad, sin posibilidad de vuelta atrás... ‘La ciega esperanza en su misericordia’. Así lo resumía la santa: “Me ofrezco como víctima a vuestro amor misericordioso, suplicándoos me consumáis sin cesar, haciendo que se desborden en mi alma las olas de vuestra ternura infinita que están encerradas en Vos, y que así, oh Dios mío, llegue yo a ser mártir de vuestro amor…” Y la respuesta divina no se hizo esperar… Ella misma nos sigue diciendo: “Algunos días después de mi ofrenda al Amor misericordioso, comenzaba en el coro el vía crucis, cuando me sentí de repente herida por un dardo de fuego, tan ardiente que pensé morirme... Me parecía que una fuerza invisible me sumergía enteramente en el fuego. ¡Oh, qué fuego! ¡Qué dulzura!...”

Desde aquel día, aun después de la vuelta a su seminoche oscura, se sentía “a cada momento como penetrada y envuelta por este amor que me renueva y purifica...” - A partir de ese momento fue la imagen sanjuanista del fuego la que ella retomó constantemente. Así, dice la santa más adelante: “Atraído por su brillo, el insecto se lanza hacia el fuego. Así Tu Amor es mi esperanza y hacia él quiero volar y en él quemarme... Consume mis imperfecciones, como el fuego que todo lo transforma en sí mismo… Yo quiero ser la presa de tu amor y espero que un día, abatiéndote sobre mí, me llevarás al foco del amor y me hundirás en fin en este abismo ardiente... Sí, para que el amor quede plenamente satisfecho es menester que se abaje hasta la nada y que transforme en fuego esta nada...” ¡¡Impresionante!! Teresa estaba convencida de que las llamas de su corazón bastaban para incendiar al mundo. Todo desembocaba en una apoteosis de la entrega, del salto en el abismo de la misericordia que estaba siempre realizándose y jamás se convertía en pasado. Pues la misericordia en todas sus direcciones y dimensiones es infinita; la confianza que se arroja en sus brazos, no puede ser nunca demasiado grande. Por eso, Teresa la estimulaba constantemente a un nuevo crecimiento.

Los seres de luz que aman sienten intensamente ese Fuego…

He subido contigo hasta la cima del tiempo.
He andado contigo hasta donde se cierra la eternidad.
He volado hasta ti desde ti buscando el latido del porqué
y buscando el silencio a todas las preguntas…
 
Te he encontrado en cada rincón de mi jardín,
en cada grano de arena, en cada hoja,
en cada gota de agua, en cada vibración del viento...
 
Te he reconocido desde siempre;
porque sin tenerte te he tenido,
y sin besarte toda mi vida te he sentido…
 
Sí, cuando andaba por el tiempo te sentía a mi lado,
y si añoro salir ahora desde un tiempo a otro no es sino
por ver más conscientemente mi unión a ti…
  
Yo te siento en el murmullo del agua,
en la caricia del viento como una suave música
de profundo sentimiento. En los pájaros que vuelan,
en las estrellas del cielo, en la hermosa florecilla,
en la verde primavera…
 
Yo te siento en el primer rayo del alba
que da luz a mis desvelos
como un susurro que me dice de tu parte:
¡Yo a ti también te quiero!

Sí, te siento como un vibrar
de las cuerdas de la lira,
como una dulce esperanza
y un bello canto de una edad
que no tiene fin, que es infinita,
como una pura alegría
auténtica, sin velos…
 
Sí, ¡siento al fin el aroma de la verdad
de este amor de paz y de silencio
que viene a quedarse para siempre
en tu alma y en la mía…!

¿Qué le dice el Amado a la Amada, la Amada en el Amado transformada…? ¡Vamos a volar más allá de las estrellas...! Tu amor será mi única patria. Tu amor será mi bandera. Coge mi mano y haz que nuestros pasos se acerquen tranquilos camino del alba. Siéntate conmigo, si quieres, sobre esta roca del destino y quédate apoyada en mi brazo mirando como las olas reflejan ondulantes los pliegues del alma…
 
Tus ojos me dicen que han visto los abismos del océano. Y te confirma mi mirada que tenemos el instante que no muere, que se despliega de tal forma que su luz todo lo abarca, porque somos uno hasta el punto de que nunca sentimos la distancia... Sumérgete conmigo ahora en mi alma, hasta la madrugada. Siente las heridas que un día fueron sangre y vida compartiendo la dicha de saber que tu alma y la mía se encuentran ahora y por siempre en la danza de fuego que hace temblar la tierra hasta sus cimientos. En el centro del mar desembocaremos al fin, sin aliento, para llegar luego a buen puerto, y subir finalmente al cielo, percibiendo que lo único digno de ser vivido se expresa en el amor y en el silencio…
 
Somos como una aurora que comienza su camino. El aroma de nuestros besos nos llevará a un reino sin tiempo donde las risas florecerán sin un motivo, donde las miradas se abismarán en el infinito sin palabras ni testigos, donde las azucenas se mezclarán con los olivos, y donde todo, todo será posible, porque no existirá en ese mundo la muerte y todo estará vivo. Nuestro Amor será una siembra de luz eterna hasta que el sol del estío disipe la niebla de esta trémula existencia y nos convirtamos en una sola mirada, infinita, eterna… Hay palabras, lo sabemos, que pertenecen al mundo, y otras que abren puertas a realidades no ordinarias. Palabras que moran todas bajo un mismo cielo pero que no son iluminadas por el mismo sol. Hay afortunadamente palabras y poetas que hacen aún de su vida una oda al mundo transfigurado por el amor...

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