He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

viernes, 6 de junio de 2014

Una película de una belleza sobrecogedora...

Siempre he considerado la japonesa como una de las más grandes cinematografías del mundo: pocos países pueden presumir de cineastas de la talla de Yasujiro Ozu, Mikio Naruse, Kenji Mizoguchi, Shohei Imamura, Akira Kurosawa y, en los últimos tiempos, Hirokazu Kore-Eda. 






Pues bien, en una cartelera estival que fue bastante desoladora (la del verano del 2012, hace dos años casi), tuvo que ser un director de ese país, Takashi Miike, el que pusiera la nota de calidad. Miike presentaba la extraordinaria "Hara-kiri: muerte de un samurái", una de las películas más hermosas que se han estrenado en los últimos tiempos, lo puedo asegurar. Sucesora directa de algunos de los grandes clásicos de los citados Mizoguchi y Kurosawa, recupera el cine de samuráis en su versión más pura. ¡Es una película increíble!




El honor, el orgullo y la dignidad son los motores de las desventuras de dos protagonistas íntegros y admirables, perdedores irredentos y seres humanos de una pieza ante cuyas desgracias no cabe sino rendirse incondicionalmente. Dos personajes que, además, podrían perfectamente ser dos españoles de esta época en vez de dos japoneses de principios del siglo XVII, toda vez que sus problemas son culpa de unos gobernantes ineptos, prepotentes, ambiciosos y egoístas que les han condenado a la miseria, el nihilismo y la desesperación...




Estilísticamente, la película es de una belleza sobrecogedora, con largos planos estáticos, composiciones casi pictóricas, con perfectas armonías geométricas y cromáticas, y el uso constante de la naturaleza y los fenómenos atmosféricos (principalmente, la nieve, casi un leit motiv) como dolorosas metáforas. Los saltos espacio-temporales de un relato que se articula mayoritariamente sobre flashbacks son, sencillamente, perfectos. Y los actores, fieles a lo que se espera de unos actores japoneses, es decir, impecables, contenidos o excesivos hasta el paroxismo según lo demande cada situación.





Seguro que hay otras formas de disfrutar del Gran Arte, pero pocas, por no decir ninguna, tan efectivas y realistas como ver la película "Hara-kiri: muerte de un samurái". Como ya no la echan obviamente en el cine (su estreno fue en agosto del año 2012, y su duración brevísima, como todo lo que es bueno), puede verse en DVD. Merece la pena verla, de verdad.








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