He cruzado la línea hace tiempo, descorriendo casi todos los velos, quitando todas las máscaras/la persona; y me he asomado a otros mundos. Vivo en lo que Baudelaire definía como 'chambre double', la cual sólo abandono para ocuparme de las cosas más necesarias. Mi "estar aquí", mi presencia, se parece a un sueño hibernal iluminado… Vivo instalado en un constante viaje iniciático, en una epopeya que nadie puede imaginar siquiera…

sábado, 28 de junio de 2014

A través de la no-acción no hay nada que no sea realizado...

He aquí un conocido dístico zen, y, con él, cual hilo de Ariadna, hablaré muy brevemente sobre un asunto que considero vital...

El sabio no actúa.
El necio se encadena a sí mismo.




Bien, el Karma es el vínculo que une la acción y la reacción, la causa y el efecto. Si ignoramos que nuestros pensamientos, palabras y acciones generan reacciones inmediatas en nuestro entorno, nuestro hacer en el mundo se vuelve torpe y sus efectos nos encadenan. Los efectos siguen a las causas como la sombra al cuerpo, como la carreta al buey. La mujer y el hombre sabios actúan con prudencia, como si tuvieran que atravesar un río pisando piedras inestables. Cualquier falso movimiento puede provocar efectos adversos. A través de la no-acción no hay nada que no sea realizado. El corazón late, las nubes se deslizan en el cielo, la lluvia cae sin que tengamos que hacer un esfuerzo personal. No es el yo quien vive la vida. Es la vida quien vive en el yo. La Vida transcurre más allá de la voluntad del yo, aunque la voluntad del yo es una expresión de la Vida. No actuar no significa no hacer nada, sino hacerse uno con la acción universal de la vida...





Por ello, he llegado a la convicción absoluta – por experiencia propia y no por libros ni discursos ajenos - de que sólo existen dos tipos de actos humanos: las acciones conscientes y las acciones inconscientes. Cuando actuamos conscientemente no hacemos daño a los demás seres sintientes, y en consecuencia, no generamos karma. Por eso un acto consciente es una no acción, y, como tal, es un círculo cerrado en sí mismo, sin objeción posible, sin antagonismo. Y un acto inconsciente es fácilmente reconocible por tratarse de una acción a través de la cual producimos dolor y daño en los demás seres sintientes –y muchas veces en nosotros mismos-, generando consiguientemente karma [no hay ‘buen karma’ o ‘mal karma’, sino no-karma/no-acción/acto consciente o karma/acción/acto inconsciente]. Esto provoca una cadena y por eso los seres inconscientes son prisioneros sempiternos de su sombra. Son como aquellos sujetos que, en la caverna platónica, estaban de espaldas a la luz…







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